Mariana Enríquez es mucho más y nada menos que una escritora. Después de una extensa carrera en periodismo cultural y varios libros publicados, su novela “Nuestra parte de noche” (ganadora del prestigioso premio Herralde y traducida a decenas de idiomas) terminó de consagrarla como un fenómeno que trasciende los nichos y esquiva los pedestales literarios. El próximo miércoles 12 de julio, a las 21, llega al teatro El Círculo de Rosario, para presentar “No traigan flores”, su primer espectáculo integral donde habrá lectura de textos, diálogo con el público, visuales con arena a cargo del artista Alejandro Bustos y el contrabajo en vivo de Horacio “Mono” Hurtado.
Los distraídos podrían pensar que una escritora de terror es un personaje que puede interesarle a algunos pocos, alguien reservado para los frikis que gustan del género. Y que una novela de 667 páginas sobre una secta que adora a la oscuridad y quiere la vida eterna, situada en la Argentina de los setenta, ochenta y noventa, puede ser sólo una obra de culto y no una que se convirtió en lo más leído y comentado de la pandemia. Sin embargo, Mariana desterró todos estos (y más) prejuicios, a fuerza de una prosa hipnótica y una personalidad sin pretensiones. Acumuló premios, multiplicó ediciones y, sobre todo, cosechó una base creciente de lectores en todo el mundo que adoran su obra y la adoran a ella.
De ese fanatismo, un tema recurrente en la literatura y figura de Enríquez, surgió la idea de “No traigan flores”. Sus seguidores comenzaron a producir fanart: piezas visuales en distintos estilos que ilustran personajes de su obra, a ella, e incluso a sus fanatismos. Al ver semejante compromiso de ese otro lado, la autora decidió junto a sus productores montar un espectáculo que la pusiera en contacto directo con su público.
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Es que lejos de aspirar al pedestal asociado a los escritores, Mariana busca activamente sacarle el bronce a su oficio. Aunque cada tanto se sube al escenario (viene de llenar el Teatro Coliseo de Buenos Aires y la Sala de las Américas en Córdoba con “No traigan flores”), es más fácil encontrarla agitando en el público. En sus redes y en sus intervenciones públicas, la escritora oriunda de Valentín Alsina (y crecida en La Plata), se muestra como la fanática que es de las cosas que la apasionan. De hecho, está por publicar un libro sobre ser fanática de la banda británica Suede, una memoria que reivindica la desmesura y la intensidad del fanatismo. Una escritora fan que genera fanatismos y llena teatros. No por nada el New York Times la bautizó como la rockstar de la literatura.
“A mí me sirve mucho creativamente hablando. Asumirme como fan me permite entrar en ese otro mundo, de un artista plástico, de un escritor, donde lo consumís, te lo comés. Es como vivir en una realidad paralela y eso te da muchas pistas para después crear otra propia. Para mí hay un diálogo en esa inmersión.
Siempre me pareció que la cuestión fan es muy compleja. Es muy extática y es muy violenta, y puede ser muy tonta o muy invasiva, pero también muy creativa e interesante. Me gusta asumir esa complejidad y también el desprecio que implica”, explicó Mariana en diálogo con La Capital.
Además, Enríquez reflexionó sobre las texturas y potencialidades narrativas que adquirió el universo fandom (como se denomina a un colectivo de fans de algo o alguien) en el presente, en la era de las redes y cierta moralidad. Por un lado, la escritora repasa casos de fenómenos populares como Taylor Swift y sus “swifties”, donde las seguidores no sólo se oponen férrea y ferozmente a cualquiera que se oponga o critique a su ídola, sino que también le piden a la propia artista que se ajuste a ciertos estándares de comportamiento. “Eso es inédito. Entonces para mí no hay momento narrativo igual a este. Porque nunca pasó. Existían esas formas embrionarias, pero a esto se le suma la masividad y el anonimato. Y se produce una suerte de voz policíaca inédita. Yo nunca vi una cosa así”, indicó. Para explorar este tema y sus posibilidades creativas, Mariana destacó y recomendó la serie “Swarm”, de Donald Glover (“Atlanta”).
Mariana Enríquez
Mariana Enríquez se consagró internacionalmente con la publicación de la novela "Nuestra parte de noche".
La mirada de Enríquez complejiza el fenómeno pero de ningún modo lo banaliza o descarta. De hecho, ella misma es fan de Taylor Swift y reivindica la devoción de las seguidoras, que ya están acampando en las inmediaciones de la cancha de River de cara a los shows que la artista dará en noviembre. “Tienen quince años. Dejenlas tranquilas. Es una vez en la vida. Van a ver a la artista más famosa del mundo en su mejor momento. Y ellas la aman, son tres meses de sus vidas, está bárbaro. Y siempre hay un control policíaco de ese tipo de desborde como si tuviera que ser contenido, controlado. Hay una falta de entendimiento en ese pedir seriedad todo el tiempo. La vida es un poco más que eso”, aseveró.
El interés de Mariana con el fanatismo tiene todo que ver con el que quizás sea el elemento central de su literatura: lo popular. Desde la elección del terror como género primordial, uno históricamente considerado como menor en las artes, hasta su fascinación y la incorporación en sus textos de distintas facetas del amplio espectro de lo popular: de las divinidades paganas y las mitologías orales del Litoral profundo (Enríquez tuvo una abuela correntina) a las celebridades de la música y el cine.
“Hay una corriente plebeya, pagana, como lo quieras llamar, que está un poco lejos de lo 'literario' entre comillas. A mí lo literario me gusta mucho. Me gusta la literatura experimental, la poesía, un montón de cosas. Pero siempre me gustaron, al lado, las leyendas urbanas, las narrativas orales, las series, la tele, el cine más trash, la literatura más trash, aunque para mí no lo sea, ciertos bestsellers. Géneros muy despreciados, y ni siquiera el terror, la fantasía épica me gusta. O sea, dragones, que a muchos les parecen boludeces”, desarrolló Mariana.
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"Me parece, como sentimiento principal, raro que no esté en literatura. Vos vas por la calle y ves en cada esquina el papelito que dice ‘vidente natural’. No recuerdo ni un cuento con eso. No sólo está presente en todos lados, sino que todos conocemos o somos nosotros mismos la persona que va a ese tipo de lugar en algún momento de su vida. Se vio muchísimo durante el Mundial con todas las pibas metiendo jugadores en la heladera. Me parece raro que todo eso no esté", sumó la escritora.
Además, habló de los temas aparentemente permitidos o legitimados por la literatura, y la forma en que se suele abordar la idea de lo popular: desde una idea de “bajar” al suburbio y la violencia, hacia la experiencia del otro, de otra clase, de otro barrio. “Hay experiencias populares que son totalmente compartidas. Vos vas a una fiesta y está toda la gente bailando trap y reggaetón. Eso pasa en todas partes y no lo encontrás en las novelas. Me parece que hay todavía, a pesar de mucha gente que lo rompe, una especie de ciudadela de cristal donde parece que la literatura es esto: citar autores, hacer una novela de ideas, tener algún contacto con la filosofía o un personaje que escucha música clásica. Y todo bien, porque no es que esa experiencia no exista, pero todas las demás, ¿dónde están? Entonces lo que a mí me pasa es que como no tengo esa experiencia tan elegante, escribo desde la mía que es menos elegante”, subrayó la escritora, con la autenticidad que la caracteriza.
En “No traigan flores”, Mariana se sienta frente a la audiencia y lee. De un show a otro, va cambiando los textos, siempre y cuando cumplan dos criterios básicos: que sean breves, para poder abordar varios en las dos horas que dura el espectáculo, y que puedan ser comentados, que permitan compartir “la cocina” de la escritura. Por esto último, privilegia algunos textos de “no ficción o más o menos”, más cercanos a la crónica o el registro periodístico.
“Los voy cambiando en función de que hay algo en el espectáculo que es un poco abismal. No ensayamos casi. Pasan cosas, una sinergia entre los tres, que tiene que ver con que el show es más performático que teatral. En el sentido de que es más espontáneo y menos ensayado. Lo que a mí me pasa es que no me quiero aburrir: contar los mismos chistes, decir las mismas cosas. Porque yo no soy una actriz, que tiene diferentes expresividades y otra búsqueda. Yo no, yo leo y cuento anécdotas. Cambiar los textos entonces tiene un poco que ver con que sea un poco más vívido para mí porque si no me aburro", describió Mariana.
Mariana Enriquez
En "No traigan flores", Mariana Enríquez lee textos acompañada por Alejandro Bustos (visuales) y Mono Hurtado (contrabajo).
Respecto a plantarse en el escenario y asumir ese rol performático por primera vez, Enríquez asegura que alimentó la práctica en las largas giras por el mundo que hizo a partir de las traducciones de sus libros. “Eso te obliga a enfrentarte a públicos con los que tenés que permanentemente cambiar de actitud, de discurso, de todo. Y acomodarte, te obliga a ser muy, muy flexible”, contó. Desde explicar dónde queda Argentina a los polacos, a contarles a los noruegos que lo que ella hace no es realismo mágico, a leer en inglés, dar entrevistas en vivo o escribir textos a pedido para festivales, la gira fue la escuela de la performance.
“No todos los públicos son fáciles. Todos esos pequeños ajustes te ayudan a cierta soltura al enfrentarte con el público. Porque, finalmente, si bien el espectáculo tiene una estructura que lo hace más complejo en muchos sentidos, también es más fácil que tener que hablar con una persona a la que le tenés que explicar dónde queda el lugar donde vivís”, concluyó.
Finalmente, en relación a su vínculo con Rosario, destacó dos eslabones. Por un lado, la ciudad como “entrada urbana” a ese “Litoral más selvático” que está muy presente en su obra. El otro, el primordial, es la literatura de la ciudad y la provincia de Santa Fe. Además de nombres como Mirta Rosenberg, Juan José Saer y Osvaldo Aguirre, Enríquez destacó: “Creo que hay como una idea de que la literatura del río de La Plata es la literatura fantástica de esta región del mundo. Pero yo pienso que si te vas un poco más para arriba, tenés a Laiseca, a Elvio Gandolfo, a Angélica Gorodischer, a María Negroni que no escribe sobre eso pero lo investiga, a Charlie Feiling que tiene una de las mejores novelas de terror (“El mal menor”), tenés a Valeria Correa Fiz que vive en Europa pero escribe cuentos oscurísimos y siniestros. A Beatriz Vignoli que es totalmente inclasificable. Para mí hay una continuidad y una profundización, porque es menos fino, menos elegante. Y eso es algo que siempre me llamó mucho la atención”.