Un investigador se sumerge en la historia nacional para reconstruir el crimen narrado en “El Matadero” de Esteban Echeverría, una de las obras fundantes de la narrativa argentina moderna. Esta es la premisa de “Al Matadero”, donde Manuel Baella y Miguel Franchi proponen una “versión libre” de este clásico para interpelar al presente con un texto escrito en 1838 y publicado en 1871. Se puede ver todos los sábados de agosto, a las 21, en el Cultural de Abajo (Entre Ríos 579).
Con el protagónico de Baella (que interpreta un total de seis personajes), dirección de Franchi, y dramaturgia de ambos, la obra aborda cuestiones como la violencia política, “las fronteras materiales y simbólicas que dividen a la sociedad”, y los puentes entre el pasado y el presente, a partir de un lenguaje accesible y profundo.
La acción de “Al matadero” comienza cuando un investigador de la actualidad se hace presente en el matadero para tomar declaraciones y esclarecer los hechos criminales que se narran en lo que es considerado el primer cuento argentino. Echeverría eligió este escenario hostil y crudo para hablar de lo que él consideraba la barbarie del régimen de Juan Manuel de Rosas. Y Baella y Franchi apostaron a este texto fundante de la literatura nacional para retomar el carácter fundante de las grietas políticas en el país.
“Nos parecía importante encontrar un personaje que pueda adoptar como una tercera posición, porque en el texto por supuesto que está muy marcada la cuestión de unitarios y federales y queríamos poder entrar desde un lugar que no fuera ninguno de esos dos. Entonces apareció el investigador que analiza los hechos de aquel momento y jugamos con esta cuestión de pasado y presente”, contó Manuel en diálogo con La Capital.
Un clásico con plena vigencia
El diálogo temporal resulta orgánico por la vigencia de algunos de los elementos centrales de la obra, como la polarización de las posiciones políticas, o la construcción del adversario como enemigo acérrimo. “Cuando empezamos a ensayar, era un país distinto en el sentido de que gobernaba otro signo político. Con el tiempo, la obra empezó a cobrar una actualidad tremenda porque la grieta de la que se habla tanto hace algunos años, ya aparece en un texto de 1838. Este país nació de una grieta, con una grieta, entre unitarios y federales. Y eso después se trasladó a otra dualidades, peronistas y radicales, peronistas y antiperonistas”, apuntó Baella.
“Aprovechamos para meter ahí otras cosas que nos interesaba incorporar y que no tienen que ver con ‘El Matadero’ pero sí con la historia de este país, y que en definitiva se termina construyendo a raíz de mucha violencia”, agregó el actor. En este sentido, Manuel incorporó en la obra cuestiones específicas sobre la forma en que se manifestaba esa hostilidad entre las claras facciones del cuento de Echeverría.
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“Empezamos a investigar y cada grupo tenía una forma particular de matar. Los federales degollaban y los unitarios castraban. Eso me llamó muchísimo la atención. Y tuve la suerte de cruzarme en Buenos Aires con dos personas que habían escrito un libro sobre este tema, sobre las distintas formas de degüello que tenían distintos nombres. Eso lo sumamos a nuestra versión porque nos parecía un hallazgo”, detalló Bealla sobre el volumen “Cefaléutica de Buenos Aires”.
Pero más allá de estos tecnicismos, una de las búsquedas fundamentales de la dupla dramatúrgica fue la de traducir aquel lenguaje del romanticismo del SXIX a uno que pudiera hacer mella en el presente y en todo tipo de públicos. “Nos interesa muchísimo que el teatro no quede en el mundillo del teatro sino que el público se amplíe lo más posible. Entonces por ahí hacer cosas muy puntuales, muy teatrales, en vez de abrir, cerraban. Con Miguel Franchi escribimos y reescribimos trabajando mucho sobre el lenguaje”, compartió el protagonista.
En una línea similar, y teniendo en cuenta que “El matadero” es un texto que suele trabajarse en el secundario, prestaron particular atención a desarrollar una propuesta que pudiera “contar una historia escrita hace 180 años” a una generación que vive (y que nació) con la vertiginosidad de la modernidad.
Según narró Baella, hacía “varios años” que intentaba llevar adelante este proyecto, tanto por la potencia política del texto como por la actoral. Después de varios intentos infructuosos junto a otros directores, Manuel se unió a Franchi, su “primer maestro de teatro” y acordaron en la forma de abordar este clásico, sin escapar a las complejidades que planteaba la premisa.
“Empezamos a improvisar con el texto y empezaron a aparecer varias cosas que nos interesaban. En definitiva, lo que hicimos fue desarmar todo 'El matadero' para que se vuelva a armar. Es una historia bastante más fragmentada, no una cosa aristotélica con principio, desarrollo y desenlace”, dijo el actor. La propuesta estética de “Al Matadero” recupera así “la tradición del teatro popular para asentar en el cuerpo del actor la construcción poética del acontecimiento”.
Baella materializa la en apariencia imposible proeza de hacer de “El matadero” un unipersonal, en el que encarna seis personajes distintos. “Es un desafío que requiere de muchísima concentración y muchísimo trabajo. Y tampoco está eso del teatro donde, si no estás teniendo una buena función, tenés un compañero o compañera que te hace el aguante. Acá no hay posibilidad, estás sólo con el público”, afirmó Manuel.
“En otros momentos, hacía otros trabajos a la par y tenía otras actividades antes de hacer una función pero con este no, ese día me tengo enfocar a full. También decidimos que sea una obra corta, porque dura 45 minutos, pero con mucho ritmo. Arranca y no para nunca. Entonces para mí y para mi pequeña experiencia como actor, requiere de este compromiso total”, sumó el actor.
“Al matadero” estrenó a comienzos de julio en el Teatro del Rayo, donde agotó entradas cada viernes. En agosto, continuaron en el Cultural de Abajo, también con localidades agotadas. “Estamos muy contentos con la respuesta del público. Uno puede tener un espectáculo hiper ensayado y armado, pero cuando te encontrás con el público pasa algo diferente. Eso tiene el teatro. Así que con cada función le vamos encontrando cositas, sigue creciendo, moldeándose. Nosotros además ensayamos dos veces por semana y ahí también siguen apareciendo cosas”, cerró Baella.