El juicio oral por el doble crimen de Claudia Del Debbio y Virginia Ferreyra, madre e hija asesinadas al voleo en julio de 2022 cuando esperaban un colectivo en la zona sur, llegó a su fin este miércoles luego de tres semanas de debate. Los fiscales pidieron prisión perpetua para los cuatro acusados: dos hombres que estaban presos al momento del hecho y fueron identificados como instigadores, y otros dos que participaron del ataque. "No se trató de un enfrentamiento entre bandas, ni de una reacción desesperada. Se trató de violencia como método, de la muerte como mensaje, de la vida humana reducida a una herramienta", indicaron los acusadores en la lectura de su alegato de cierre.
Para los fiscales Franco Carbone y Patricio Saldutti el doble crimen de Claudia y Virginia se instigó y llevó a cabo con el objetivo de generar temor en la población, precisamente en los vecinos del barrio Parque del Mercado. Allí fueron asesinadas las dos mujeres, y herido un adolescente, mientras esperaban un colectivo en la parada de Isola y Maestro Santafesino. Todo, de acuerdo a la teoría del caso, fue planificado desde dos cárceles por miembros de una banda criminal con la intención de demostrar poder en su zona de operaciones.
De los cuatro acusados hay uno que por su historia destaca sobre los demás. Es René "Brujo" Ungaro, de 39 años y preso desde 2010 por asesinar a Roberto "Pimpi" Caminos, ex jefe de la barra brava de Newell's. Desde distintas cárceles, tanto provinciales como federales, fue construyendo su perfil de jefe criminal de una organización dedicada al narcomenudeo sobre todo en la zona sureste de Rosario. En ese marco para 2022 ya había acumulado también una condena por pertenecer a una asociación ilícita. Lo que comprendía su capacidad para generar violencia desde el encierro superando todo tipo de límites. En ese marco se encuadra el doble crimen de dos personas ajenas a dicho trasfondo. Así lo explicaron los fiscales en su alegato: "Cuando la violencia deja de tener destinatarios específicos y se vuelve indiscriminada, ya no busca disciplinar: busca aterrorizar".
De acuerdo a la hipótesis planteada en el juicio, desde la cárcel de Rawson, René Ungaro instigó el ataque comunicándose por medio de celulares con Nicolás Alberto "Cara de Burro" Martínez, de 27 años y detenido entonces en el penal de Coronda. Las órdenes las siguieron Fernando David Cortez, de 47 años, y su hijo Lautaro José Cortez de 22 años, considerados por los fiscales como "ejecutores fungibles". Para los cuatro pidieron la pena de prisión perpetua, lo cual se definirá en la lectura de la sentencia en los próximos días.
El doble crimen
Parte de la lectura de alegatos que hicieron los fiscales comprendió reconstruir aquel 23 de julio de 2022. Virginia Ferreyra, de 32 años, bailarina y profesora de danzas, había ido a visitar a sus padres que vivían en la Torre 10 de Isola al 300. Cerca de las 19 le pidió a su madre, Claudia Del Debbio, de 58 años, que la acompañara a la parada de colectivos ubicada a pocos metros del edificio.
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A los pocos minutos de las 19, cuando apenas habían llegado a la parada de colectivos, apareció en escena un Peugeot 308 negro. Llegó por Isola, dobló en contramano por Maestro Santafesino y frenó a metros de la parada. Del vehículo se bajaron al menos tres hombres armados que comenzaron a disparar, primero contra la Torre 11 y luego contra las personas que esperaban el transporte público. Una secuencia que, tal como se expuso en el juicio, quedó grabada en un audio que aportó una vecina y en el cual se escuchan casi 40 disparos.
Los sicarios escaparon en el auto de inmediato. A los pocos minutos llegó al lugar el padre de Virginia, que se encontró con su pareja ya fallecida por cuatro disparos de arma de fuego. Virginia alcanzó a pedirle ayuda y fue trasladada al Hospital Clemente Álvarez, donde murió después de dos meses de internación. La autopsia, según se reveló durante el debate, no alcanzó a determinar la cantidad de disparos que había recibido. En el ataque también resultó herido un adolescente de 16 años, quien padeció una larga rehabilitación que le provocó perder su año escolar.
"La muerte como mensaje"
El alegato de los fiscales Carbone y Saldutti propuso una lectura de lo que fueron los años más violentos en Rosario vinculados a la narcocriminalidad. Un período en el cual los barrios rosarinos fueron zonas liberadas para disputas planificadas desde las cárceles provinciales y federales. Un contexto que propició que las bandas criminales fueran capaces de correr los límites y dejar expuestos a vecinos ajenos a ese trasfondo. "Lo que se expuso aquí fue una forma de concebir la vida humana como un objeto descartable, como una variable prescindible dentro de una lógica criminal que se sirve de la muerte para comunicar poder", analizaron los fiscales.
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"En este caso no hubo error, no hubo exceso, no hubo confusión. Hubo decisión, hubo planificación, hubo ejecutores seleccionados y hubo un mensaje deliberado", indicaron. En esa línea agregaron: "Las víctimas no fueron elegidas por quiénes eran, sino precisamente por no ser nada para la organización: vecinos, una madre, una hija, un niño. Personas que estaban en el lugar equivocado para quienes decidieron que la violencia era un lenguaje válido". "Disparar contra una parada de colectivos, contra una torre habitada, contra un edificio público, no es un acto impulsivo. Es la manifestación más cruda del desprecio absoluto por la vida ajena, una demostración de que cualquier límite había sido superado", señalaron los funcionarios.
"Cuando la violencia deja de tener destinatarios específicos y se vuelve indiscriminada, ya no busca disciplinar: busca aterrorizar. El móvil que atraviesa estos hechos es tan claro como atroz: infundir miedo, consolidar control, imponer obediencia", analizaron. "No se trató de un enfrentamiento entre bandas, ni de una reacción desesperada. Se trató de violencia como método, de la muerte como mensaje, de la vida humana reducida a una herramienta", agregaron.
René Ungaro y "ejecutores fungibles"
Los detalles de cómo se tramó el ataque, expuestos durante el debate, grafican lo que los fiscales definieron como "el desprecio absoluto por la vida ajena". La promesa de pago para los sicarios fue de 30 mil pesos por cada muerte. En ese contexto, tras la consecuencia inicial de Claudia fallecida y su hija internada, se supo que los sicarios "deseaban que Virginia fallezca y que saliera en el noticiero para que Ungaro viera que lo hicieron y habilite el pago".
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Esos "ejecutores fungibles", como los definieron los fiscales, actuaron por orden de un preso que logró crecer como jefe criminal en esa sector de la zona sur. Como trasfondo, por lo cual Ungaro buscaba demostrar su poder, apareció durante el juicio el marco de disputas territoriales contra otras gavillas barriales. Pero también con el objetivo de dejar en claro, a todos los vecinos, quién mandaba allí. En ese contexto los fiscales ubicaron la balacera contra la Torre 10 momentos antes del crimen. Los vecinos de ese edificio se habían organizado para mejorar las instalaciones compartidas y recuperar la convivencia en una torre que, según dijeron tres testigos, "era de René Ungaro".
Durante el debate se juzgaron otros dos hechos. Por un lado un ataque ocurrido seis días antes del doble crimen y calificado como tentativa de homicidio. Más tarde, ya consumado los crímenes de Virginia y Claudia, una balacera contra el Centro Municipal de Distrito Sur de la cual participó Cortez padre. Esos sucesos se acoplaron al pedido de prisión perpetua para los cuatro acusados que próximamente deberá resolver el tribunal compuesto por los jueces Alejandro Negroni, Facundo Becerra y Gonzalo López Quintana.