Mientras el proyecto de reforma laboral del presidente Javier Milei busca avanzar en el Congreso de la Nación, los especialistas en el mundo del trabajo no dejan de analizar y exponer los puntos más críticos de la iniciativa que propone cambios sustanciales en las relaciones de trabajo, incluida la negociación colectiva, las indemnizaciones y condiciones de empleo, argumentando que la legislación vigente requiere una actualización para fomentar el empleo formal y alcanzar una mayor competitividad.
En el tiempo vertiginoso, donde la frontera entre el trabajo y la vida personal se vuelve cada vez más difusa, la reforma laboral aparece como una intervención que no se limita a regular la jornada o el salario, sino que busca redefinir el tiempo mismo del trabajador, advierte Brian Tieppo, politólogo y fundador del Centro de Estudios Colectiva.
“No solo el tiempo productivo, sino también el tiempo del descanso, del encuentro familiar, del ocio y de la recreación. Allí donde históricamente se conquistaron límites al poder del trabajo sobre la vida, la reforma avanza como un franco retroceso: extiende la lógica de la disponibilidad permanente y pone bajo sospecha todo aquello que ocurre por fuera del tiempo estrictamente laboral, como si el ocio fuese una estafa a la producción y no un derecho social largamente conquistado”, puntualizó.
Tieppo leyó el proyecto entero y advierte que la reforma laboral no aparece como una suma de cambios aislados, sino como una intervención integral sobre el mundo del trabajo y sobre el sentido mismo del tiempo social. “Al reescribir el pasado, disciplinar el presente y condicionar el futuro, el proyecto redefine las reglas del juego en favor del poder económico y en detrimento de los derechos individuales y colectivos. No es una modernización ni una actualización necesaria: es una decisión política que pretende ir contra lo acordado, contra lo conquistado y contra lo que aún está por venir”, resaltó.
En ese sentido, consideró que “más que una reforma, lo que está en discusión es qué modelo de sociedad se pretende construir, qué lugar ocupan los trabajadores en ella y si el tiempo de la vida es un derecho o una mercancía más”.
Lógica de fragmentación
Las 81 páginas que componen el proyecto permiten identificar una estrategia clara que opera sobre distintas temporalidades del mundo del trabajo. Leandro Irigoyen, director del Centro de Estudios Colectiva, apuntó que el primer movimiento se dirige al pasado, con la Ley de Contrato de Trabajo como blanco principal. "La eliminación y modificación de decenas de artículos no responde a una actualización normativa, sino a una lógica de fragmentación que busca debilitar las memorias colectivas del conflicto laboral y trasladar la negociación al plano individual, allí donde la desigualdad entre las partes se vuelve estructural. En el contexto económico actual, esta individualización no amplía libertades: las restringe bajo el peso de la necesidad", destacó.
En ese marco, desde Colectiva señalaron que la organización del tiempo de trabajo queda crecientemente sujeta a las necesidades empresarias. Figuras como el banco de horas, los francos compensatorios y la virtual desarticulación de las horas extras colocan la vida laboral —y, por extensión, la vida familiar y recreativa— a disposición de los ritmos de la producción. “El tiempo deja de ser propio y pasa a medirse por la lógica del encendido y apagado de la máquina. A esto se suman la eliminación de la ley de teletrabajo, el fomento de las tercerizaciones, la expansión del monotributo como relación civil, los topes a las indemnizaciones y la extensión del período de prueba, configurando un escenario de mayor precarización e incertidumbre”, precisaron.
Disciplinamiento de los trabajadores
Tieppo agregó que el presente del mundo del trabajo aparece atravesado por un intento de disciplinamiento de la acción colectiva. La reforma no solo ajusta reglas: interviene sobre las formas concretas de organización y protesta. La ampliación de la categoría de servicios esenciales y de actividades de “importancia trascendental”, junto con la imposición de niveles obligatorios de prestación, vacía de contenido el derecho de huelga. No se lo prohíbe formalmente, pero se lo vuelve inofensivo: se lo admite siempre y cuando no dispute poder ni interrumpa la normalidad productiva.
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"Este recorte se completa con restricciones a la actividad gremial cotidiana. Se limitan asambleas, se reduce el tiempo sindical y se habilitan mecanismos que facilitan el despido de activistas, debilitando la tutela sindical. A la vez, la negociación colectiva es fragmentada al priorizar convenios por empresa o región por sobre los de actividad, empujando a cada trabajador a negociar en soledad frente a su empleador. La historia reciente muestra que estos esquemas no generan más empleo ni mejores condiciones, sino una carrera descendente en derechos", subrayó.
Así, el futuro del trabajo queda condicionado por un rediseño del sistema de protección frente al despido. “El Fondo de Cese obligatorio transforma la indemnización en un mecanismo financiado con recursos que antes se destinaban a la seguridad social. Al reducirse las contribuciones patronales a la Ansés y a las obras sociales, el costo del despido deja de recaer sobre el empleador y se traslada al sistema previsional y sanitario. El resultado es un vaciamiento progresivo del esquema solidario que sostiene jubilaciones, asignaciones y salud”, explicó Tieppo.
Un nuevo modelo
En ese recorrido, la reforma redefine la relación entre tiempo de trabajo, organización productiva y protección social, ampliando el margen de flexibilidad empresarial y modificando los equilibrios tradicionales que estructuraron el derecho laboral argentino. “Más que alterar una norma puntual, introduce un cambio en la forma en que se regulan la disponibilidad, la previsibilidad y la distribución de riesgos en el empleo”, consideró el fundador de Colectiva.
Los analistas advierten que “la discusión que abre este proceso excede el plano técnico y convoca a un debate más amplio sobre cómo compatibilizar competitividad, derechos laborales y sostenibilidad del sistema de protección social”. Por eso llaman a evaluar estos cambios con perspectiva histórica y social, clave para “dimensionar sus efectos de largo plazo sobre el empleo, la productividad y la cohesión económica, en un contexto donde el trabajo continúa siendo un elemento central de integración social".