Los cinco libros que publicó desde 2018 a 2023 suman más de cuarenta palabras entre sus larguísimos y poéticos títulos. Esa es la marca en los textos de Alejandra Kamiya, una escritora de padre japonés, de quien heredó el apellido que significa "Dios del valle", y de una madre argentina.
Nacida en Buenos Aires en 1966, Kamiya es discípula de Inés Fernández Moreno y Abelardo Castillo. Reconocida y premiada en Argentina, América Latina y en España. Una mujer que dice que los cuentos de mujer que se desvelan y no pueden dormir deberían ser un subgénero, porque allí, "entre silencio, oscuridad y soledad, todo es posible".
Quien lee a Kamiya corre el riesgo de entrar cándido a las páginas, atraído por las palabras bonitas y musicales de las tapas de sus libros: “Los que vienen y los que se van: historias de inmigrantes y emigrantes en la Argentina” (2008, Fundación Banco Ciudad); “Los restos del secreto y otros cuentos” (2012, Olmo Ediciones); "Los árboles caídos también son el bosque" (2015), "El sol mueve la sombra de las cosas quietas"(2019) o "La paciencia del agua sobre la piedra" (2023, como los dos anteriores, por Eterna Cadencia).
Pero cuidado. Lectores y lectoras pueden caer en la trampa de ese almíbar y quedar atrapados en un grillete de cuentos breves, tristes y crueles. Tan tristes como cuando Kamiya dice que "toda la oscuridad del mundo cabe en una habitación pequeña", o un "Desayuno perfecto" no termine tan bien. Y tan crueles como cuando cuenta en su último libro "el fusilamiento" con insultos y escupitajo incluido que sufrió de niña, en la escuela, por ser "china".
Así es la escritura de esta mujer. Austera como las letras de su apellido y potente como su significado y el sonido que provoca al pronunciarlo. Una narradora que empieza a contar desde el título mismo.
La cuarta narradora
Los lectores de Rosario y la región, y quienes aún no conocen su obra, tendrán la oportunidad de escucharla gratis este jueves, a las 20, en Plataforma Lavardén, de Mendoza y Sarmiento (se podrán retirar hasta dos entradas una hora antes en la boletería del teatro). Y el viernes, a las 18.30, podrán volver a escucharla cuando se presente en la Biblioteca Argentina (con inscripción previa, se abona 2.500 pesos por persona).
Kamiya es la cuarta invitada del ciclo "Narradorxs", que organiza mensualmente el conductor de "Un mundo propio", de Radio Universidad, Federico Aicardi.
Siguiendo la lógica de las ediciones anteriores juntará en un diálogo a la cuentista conocida a nivel nacional con un escritor de esta ciudad: Marcelo Britos, quien acaba de publicar su novela "El aserradero" (UNR editora). Y además, Laura Copello leerá fragmentos de la obra de la autora.
La Capital se adelanta a las dos citas, con este diálogo con Kamiya, sin riesgo de spoiler, porque ella tiene mucho para contar desde los títulos y más, siempre como si susurrara.
Sos la escritora de los títulos largos y poéticos, dijiste alguna vez que tu papá vio que en el sur, los árboles que se caían no eran retirados sino que se dejaban para que formen parte del paisaje. ¿Podés contar alguna otra historia que haya detrás de estos títulos?
En los tres últimos libros son frases que si bien no son títulos de cuentos describen algunos de los ejes conceptuales del texto. El primero me lo marcó Abelardo Castillo cuando leí "Partir" en su taller. "Ahi ya tenés el nombre del libro", me dijo, y fue muy interesante que en el caso del segundo y el tercero fuera como si hubiese fijado una pauta porque de manera muy natural elegí las frases que para mí resaltaban de algún modo cuando estaba escribiendo. Diría Cortázar, que "por un azar que no busco comprender" coicidieron en métrica. No sé, tal vez sea muy dócil para aceptar ciertas pautas.
En una nota contaste que no tenés formación académica, pero sí pasaste por talleres. ¿Qué le dirías a quienes van a ir a escucharte, muchos de ellos talleristas, quienes tal vez escriban muy bien, pero nunca logren que les publiquen?
No soy la más indicada para dar consejos en general y menos referidos a la publicación porque nunca le di mucha importancia. No digo a mi pesar, pero sí que se dio sin que yo hiciera nada importante. De hecho, todo comenzó cuando ví un concurso de cuentos en un supermercado, participé y gané. A alguien que está escribiendo le diría que persista en la escritura, eso es lo importante, lo esencial. Porque quienes se adelantan casilleros por motivos que no son la escritura misma, a la larga quedan atrás. Lo importante es no perder de vista el foco: la escritura.
No hay crítica que no hable de tu escritura como minimalista, calma, pausada, llena de silencios. ¿Es un estereotipo de lo japonés o realmente intentás expresar así? ¿Te gustan los escritores con estos rasgos?
Intento escribir el libro que me gustaría leer, pero nunca lo consigo, por eso sigo intentando. En general me gusta la auteridad, en lo estético y en otros órdenes de la vida. No sé si es un estereotipo japonés. Me gusta Annie Ernaux, mi último descubrimiento. Llegué a ella por el nobel, si no, no la hubiera conocido y estoy totalmente fascinada: eso es algo que valoro tanto y tal vez más que la austeridad, lo que llamo sinceridad. Y después siempre vuelvo a los mismos: Pessoa, Clarise Lispector, Akutagawa, Söseki, Tolstoi, Chejov, Borges, por favor, ¡Borges!
Últimamente, el mercado se dedica mucho a los gatos, también la escritura. Pero vos hablás desde los perros, como Virginia Woolf que hizo hablar a Flush de clases sociales y celos. ¿De qué hablan o qué ladran en tus cuentos Capitán, Polo, Ran y Reina?
Mis perros, como todos mis personajes, son alter egos, hablan de lo que me interesa hablar a mí. Trabajan para mí, entonces hablan de la muerte, la soledad, los vínculos: la vida.
Tengo entendido que estás trabajando en un diario del insomnio, aunque en el cuento "El baño" de tu último libro ya preparás el terreno cuando contás que una mujer se prepara tilo y valeriana para evitar vueltas en la cama. ¿Es acaso que escribiendo atrapás al sueño?
Durante mucho tiempo sufrí insomnio y empecé a armar un diario que quedó en la computadora como materia prima. Y como ahora estoy trabajando en una novela, creo que parte de ese diario va a ir a parar ahí. Aún la estoy pergeñando. Ese diario tiene notas disímiles: desde el relato de lo que me pasó durante el día hasta una línea de diálogo que me impactó o una escena de una observación de un momento. Para mí, los cuentos de mujer que se despiertan en medio de la noche son casi un subgénero que me encanta, creo que en la noche uno parece estar solo en el mundo, todos duermen y silencio, oscuridad y soledad se transforman en un territorio donde todo es posible. Aunque debo confesar que ahora puedo dormir, y mucho mejor. Y cuando no puedo, escribo mentalmente lo que hace a mi insomnio mucho más agradable.