Sentados sobre las vías de la ex línea Mitre, buena parte de los once hermanos de Juan Pablo Leiva contaban su dolor entre la bronca y la indignación poco después del mediodía de ayer. “Mi hermano venía de buscar la comida del comedorcito y vino uno solo a disparar contra la casa de al lado y también le disparó a mi hermano. Él era un pibe que no se metía con nadie, no tenía broncas. Sólo lo mataron porque estaba al lado de una casa que tenían que balear”, relató uno de los familiares del pibe que sufría un retraso madurativo y fue asesinado a las 12.30 de ayer en Barra y Tupac Amaru, en el barrio Ludueña Sur. “Son buena gente pero tienen la mala suerte de vivir en un lugar feo. Pero ellos no andan en nada raro”, había anticipado una residente del barrio, a dos cuadras de la escena del crimen.
Barrio Ludueña otra vez. Una zona que desde mediados del año 2021 soporta balaceras y muertes con cuatro o cinco focos de violencia periódicos. Uno de esos puntos rojos en el mapa de los crímenes está dado en un radio de 300 o 400 metros de la comisaría 12ª, ubicada en Casilda y Solís, una seccional que hoy está vallada por temor a que sea blanco de ataques armados. Un sector de Rosario donde los vecinos dicen haber denunciado la existencia de entre 15 y 20 puntos de venta de drogas, una decena de ellos ubicados a dos o tres cuadras de Barra y las vías.
“Acá, si pasa un policía y lo miras mal te lleva en cana. Pero si vendes falopa te cobran y te dejan”, explicó una jovencita sub 16 que habita la humilde barriada. Postales de una zona donde la vida parece cotizar a la baja. Imágenes de un territorio donde los vecinos ya no pueden más y se las siguen arreglando para subsistir.
La zona donde ayer mataron a Juan Pablo Leiva es un bastión del “Gordo Brian” Sánchez, un transero que cumple una condena a 20 años de prisión como autor del homicidio de Nahuel Duarte, un adolescente de 16 años asesinado a tiros la madrugada del 29 de noviembre de 2018 en Magallanes al 200, a tres cuadras de donde se produjo el crimen de este viernes. Gabriel Alcides “Tito” Sánchez, hermano del Gordo Brian, paga a su vez una pena de 14 años de prisión tras acordar un proceso abreviado como autor del homicidio de Kevin “Culón” Brest, cometido el 16 de diciembre de 2018 a metros de su casa de Tucumán y Solís.
Si bien las tonalidades más finas de los asesinatos de Duarte y Brest difieren con las del crimen de Leiva, la ferocidad y el desprecio por la vida humana y ajena son lugares comunes que quedan expuestas en los crímenes en el paso del tiempo. En cinco años y con tres asesinatos como referencias —los de Brest, Duarte y Leiva— nada parece haber cambiado en esa zona de Ludueña Sur. Una película demasiado repetida que parece haber sido escrita por un guionista excesivamente perverso y desalmado.
Detonado
Barra y Tupac Amaru, la calle paralela a las vías del ferrocarril, es uno de los tantos lugares de barriadas periféricas que está detonado. Sumergido en las profundidades extremas de pobreza estructural. Lejos, muy lejos, de la mirada de la política que hoy por hoy está concentrada en las campañas. Si bien los asentamientos que se levantan al costado de las vías ofrecen imagen de pauperización, en Barra y Tupac Amaru todo parece llevado al extremo.
Juan Pablo Leiva y su familia vivían sobre las vías, en un lugar imposible de precisar ya que allí no existe la numeración catastral ni calles con nombre. Es cerca de.... “Al pibe lo mataron a la salida del pasillo, doblando sobre la vía, a unos 50 metros”, fue la señalización que dieron algunos vecinos.
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Los familiares lo trasladaron al Centro de Salud Débora Ferrandini, de Provincias Unidas y Junín, pero nada pudieron hacer por salvarle la vida.
Foto: Celina Mutti Lovera.
Y allí estaban los hermanos del pibe asesinado. Sentados sobre las vías, hechos un ramillete de dolor y frustración. Leiva vivía de cara al barrio Telefónico, al norte de las vías y a unas seis cuadras al este del Centro de Distrito Municipal Noroeste. Una barriada que tiene su frente sobre calle Junín y como patio trasero las vías. Del lado del barrio Telefónico hay una especie de baldío emprolijado, algo parecido a un pulmón verde que los vecinos llaman plaza pero tiene apariencia de un estacionamiento a cielo abierto.
Según se pudo establecer a partir del diálogo con los vecinos, alrededor de las 12.30 y casi en simultáneo con el recambio de pibes que van y vienen del colegio, Juan Pablo Leiva caminó unos 70 metros entre su humilde casa de chapas y el comedor comunitario que está sobre Barra, cuando la calle se hace un escuálido pasillo.
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“El venía de buscar la comida cuando del otro lado de la vía paró una moto y el pibe que iba de acompañante cruzó corriendo para disparar contra la casa de al lado. Por ahí venía mi hermano y lo fusiló”, relató uno de los Leiva. ¿Disparó contra la casa e impactó contra Juan Pablo?, fue la pregunta del cronista. “Pensamos que sí. Venía a balear la casa, seguro, y también le disparó a mi hermano”, respondió el muchacho.
“Yo tengo 16 años y mi hermano no tenía ni la mitad de la maldad que puedo tener yo. No se metía con nadie, no tenía problemas con nadie. Solo vino uno al que le pagan por tirar y lo mató”, agregó otra de las familiares. “Nosotros somos grandes —dijo otro hermano— y todos laburantes. Sólo somos pobres. Pero no andamos en nada raro”, aclaró como si necesitara explicar que no tener un mango para comer no te hace delincuente.
Una mujer al volante
Los vecinos aportaron un poco más de luz y precisiones sobre la escena del crimen. A la hora señalada, a la altura de Barra y Rafaela, calle paralela a Tupa Amaru del lado sur de las vías, una moto “anaranjada” se estacionó. Era conducida por una mujer y su acompañante era un muchacho. Ese jovne bajó del rodado, cruzó a la carrera arma en mano y cuando estuvo frente una fachada de ladrillos huecos pintados de blanco de una casa que tenía en la mira comenzó a disparar. Justo cuando pasaba Juan Pablo.
Una vecina indicó que el tiratiros le gritó algo a Juan Pablo, que éste respondió y que después se escucharon las detonaciones. Otro residente sintetizó la escena en que el acompañante disparó desde la moto, a unos 20 metros del lugar por el cual pasaba Juan Pablo caminando. El vecino dio a entender que el blanco del ataque había sido Leiva.
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Las vías a la altura de Barra y Tupac Amaru, en barrio Ludueña Sur. La escena del crimen de Juan Pablo Leiva.
Foto: Celina Mutti Lovera.
“¿Sabés por qué pasó ésto? Porque no llevaba el fierro encima. Sino sabés cómo le como el lomo a la mina de la moto”, comentó una vecina a otra en medio de una conversación mientras los cronistas de este diario pasaban a su lado.
Lo cierto es que Juan Pablo fue alcanzado por impactos en el tórax, el parietal izquierdo, el antebrazo derecho y el muslo izquierdo. En la escena del crimen quedaron cuatro o cinco buracos en la pared blanca y un trozo de plomo encamisado. En medio de la desesperación, familiares de Leiva lo cargaron en una moto y lo llevaron hasta el Centro de Salud “Débora Ferrandini”, ubicado en el Distrito Noroeste de Provincias Unidas y Junín. Pero cuando llegaron al centro de salud, nada pudieron hacer por salvarle la vida.
La investigación del asesinato quedó en manos del fiscal Ademar Bianchini, quien comisionó a efectivos de la Agencia de Investigación Criminal (AIC) para que trabajaran en la escena del asesinato tomando declaración a potenciales testigos y relevaran posibles cámaras de seguridad públicas o privadas.