La alimentación de los niños es un dolor de cabeza para las familias. La vorágine del día a día, la dificultad de encontrar los tiempos y formas para cocinar y los estímulos que llegan puertas para afuera hacen que los platos de los más pequeños estén desbalanceados nutricionalmente. Esta problemática atraviesa todas las esferas sociales y recientemente el chef Germán Martitegui expuso a los conflictos que se enfrenta.
Es que el exjurado de Master Chef es padre de Lautaro y Lorenzo, dos pequeños de cinco años nacidos a través de la subrogación de vientre en los Estados Unidos, y cuando comenzaron a asistir a reuniones o cumpleaños de sus compañeros de jardín se desató un problema difícil de resolver. “Eran chicos que identificaban 30 tipos de verduras, 30 tipos de porotos distintos. Este es un llamado para todas las madres y padres de la Argentina: no mandes a los chicos con una caja llena de galletitas compradas”.
Martitegui fue más allá y apuntó contra la industria alimenticia: “Preparan los productos para que vaya directo al cerebro. Es como una droga con sal, azúcar y grasas saturadas, todo lo necesario para volverte adicto”.
Aunque aparecen opciones saludables en las mesas de los cumpleaños (con zanahorias, tomates cherry o quesos), los niños se vuelcan sin dudarlo hacia los alfajores, salchichas o snacks. “No les puedo decir nada cuando van a estos eventos”, dijo resignado el cheff en una entrevista radial.
La problemática de los ultraprocesados
Un alimento ultraprocesado contiene conservantes, aditivos, saborizantes y está elaborado para un vencimiento prolongado en casa, en el almacén de barrio o en el supermercado. “Estos productos tienen un alto contenido de sodio y azucares”, detalló la pediatra Mariana Lanzotti (Mat. 11479) a La Capital.
Los alimentos se pueden dividir en naturales (frutas, verduras o harinas elaboradas en casa) y artificiales, aquellos con conservantes y aditivos para resaltar el sabor, color o aroma. Un claro ejemplo son las “almohaditas” de cereal “rellena sabor a frutilla, entonces se confunde pensando que se está comiendo una fruta y es sólo un saborizante”. En este mismo sentido se encuentran los snacks (papas, chizitos, palitos y demás).
Lanzotti, por otro lado, revalorizó la Ley de Etiquetado frontal y la facilidad de las familias para detectar alimentos "un poco más saludables cuando tienen la imagen de los animales”. Esto se debe a que la ley de los hexágonos no permitía poner figuras que llamen la atención de los niños si el producto tenía exceso de azúcar, sodio, calorías o grasas.
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El punto de mayor exposición para los niños, tal como lo graficó Martitegui, son los cumpleaños. La pediatra reconoció que “es más fácil y económico comprar alimentos ultraprocesados frente a preparar platos con frutas”. A esto se le suma la conservación: mientras las bolsas de snack lo hacen a temperatura ambiente y otros alimentos naturales necesitan refrigeración o ser consumidas en el momento.
Entonces ¿cómo se presenta una comida para que sea saludable y atractiva para los niños? Ya sea en cumpleaños o la comida diaria la alternativa más utilizada son los ultraprocesados y los hidratos de carbono, en la vereda de enfrente una fruta necesita de otra manipulación y la asistencia de un mayor en caso de necesitar retirar la cascara. Sin embargo, Lanziotti sostuvo la importancia de la “educación en casa o las decisiones institucionales como las escuelas” de ofrecer una carta alejada de estos productos altos en conservantes. “En el almuerzo escolar debe existir una opción de vegetales presentados de una manera agradable. No es común comer una zanahoria rallada cuando sos chico, pero si la presentas como formas, en un roll o cualquier otra manera es más fácil”, esgrimió la especialista y aclaró: “Demanda más tiempo y a veces los chicos no lo aceptan, entoces se cae en lo más fácil”.
La nutricionista reconoció un cambio de época en las reuniones infantiles “donde se empieza a sustituir los ultraprocesados” y destacó la alta aceptación de los más pequeños por el agua natural sobre las gaseosas.
El vínculo con la comida
“Construimos nuestro vínculo con la comida desde la infancia. Es importante que no se cree desde pequeño una carga moral sobre los alimentos. No se puede decir 'cierto producto es bueno y otro es malo'”, explicó la nutricionista, María Chiara Balán (MP 2068/2).
Aunque recordó que “los ultraprocesados están diseñados para ser hiperpalacables y generan dopamina”, instó a no construir prejuicios sobre ellos. “Si le obligas a un niño a comer manzana o granola por sobre una galletita, porque la segunda es mala, va a ver a los amigos comiendo la masita y va a querer eso para integrarse. Además, debido a la prohibición, ¿cómo no va a terminar odiando a la granola?”, sentenció.
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Balán propone combinar la fruta con los ultraprocesados, es decir, uno “denso nutricionalmente con aquello que el chico en esa edad elija puramente por placer”. Desde su abordaje cada alimento tiene un contexto y una repercusión en el niño: “Muchas veces olvidamos la parte emocional de la comida. Y no tiene nada que ver con callar ciertas sensaciones, sino con el recuerdo de comer galletitas cuando veía al abuelo. Ese niño va a elegir ese alimento por la carga emotiva”.
La nutricionista argumentó que los niños se alimentan “a demanda” y muchas veces son los mayores quienes “imponen terminar el plato para pasar al postre o juego” y a partir de allí se “altera el circuito de la autorregulación”.
Por otro lado, Balán invitó a “no restringirse” en caso de desear un alimento porque “va a llegar el momento de comerlo y en vez de un alfajor me voy a comer cuatro”.
“Legalizando el placer de comer se puede fomentar un vínculo más amigable con la comida a nivel físico y psicoemocional. Hay que dejar de lado los alimentos buenos y malos. Cada alimento va a impactar en función a la individualidad de cada persona”, expuso la nutricionista.