La avalancha de noticias negativas que monopoliza la agenda económica actual no
deja tiempo para respiros. La crisis mundial generó en pocos meses un círculo vicioso donde los
consumidores no compran, los empresarios no contratan y los bancos no prestan o si lo hacen, a
tasas inaccesibles.
El «wait and see» está a la orden del día, y todos esperan que pase el tiempo
para decidir inversiones o lanzar nuevos proyectos. Pero aún en medio del terremoto global, o tal
vez como consecuencia del reacomodamiento de las piezas de este rompecabezas, aparecen nuevas
posibilidades de negocios antes impensadas.
Creatividad e innovación son las palabras de ocasión para capear el mal momento.
Con la crisis del sector financiero y sus repercusiones en la economía real llegó la hora de
cambiar la manera de pensar las relaciones laborales y desarrollar emprendimientos con poca
estructura y mucha tecnología o «savoir-faire».
Por la fuerza de los hechos o por simple transición generacional, la forma de
producir del siglo XXI se diferenciará, y mucho del modelo nacido bajo los años de la
industrialización.
La crisis como oportunidad
Como reacción psicológica básica para sentir alivio frente a la adversidad, los
consejos que circulan en tiempos de crisis siempre tienen que ver con encontrar lo bueno aún en
medio de circunstancias que parecen muy malas.
La larga experiencia argentina en ese sentido demostró además que muchas veces
las coyunturas desfavorables sirven para depurar y permitir el nacimiento de emprendimientos
novedosos impensados hasta poco tiempo antes.
Para el economista Eduardo Remolins, un primer nivel de análisis más superficial
—aunque no por eso menos importante— es pensar en qué sentido la crisis puede
convertirse en una oportunidad.
Frente al escenario complicado que plantea este año, con un tipo de cambio más
alto, demanda planchada y crédito escaso y más caro, aparecen una serie de oportunidades vinculadas
a resolver los problemas que la misma crisis genera.
Para el especialista, estos nichos pueden venir por ejemplo por el lado del
reemplazo con producción local de productos importados que puedan desaparecer del mercado local o
volverse demasiado caros por la diferencia cambiaria.
"Ya vimos esto en 2002/2003 en ciertos segmentos de la industria textil, y con
mucho éxito (como los casos de Etiqueta Negra o Tortuga)", dijo.
En otro nivel de análisis más conceptual, Remolins consideró que esta crisis no
es "una más" de las que cíclicamente aparecen, sino que podría convertirse en una especie de
bisagra que cambie a fondo del mundo económico.
"Las instituciones y regulaciones económicas internacionales van a cambiar tanto
que quizás no las reconozcamos. El liderazgo económico de Estados Unidos quedará bastante opacado
por la solidez y dinámica china, que se suma a una Unión Europea siempre en expansión de
socios".
Pero además de la modificación del tablero internacional, el economista resaltó
los cambios que habrá en las motivaciones de los emprendedores para desarrollar una actividad
determinada, tanto desde su visión de la actividad económica como de la conciencia de su papel que
tengan y, por lo tanto, del tipo de negocios que elijan y las formas de llevarlos adelante".
Economía de monoempresas
Las nuevas formas de hacer negocios que surgirán cuando se despejen los
nubarrones estarán fuertemente influenciadas por una manera diferente de ver las oportunidades por
parte de los emprendedores.
"Ese cambio en la motivación interna de las personas es posiblemente el más
significativo que va a presenciar el capitalismo, y es lo que erróneamente se interpreta hoy como
apatía de los jóvenes".
Para Remolins, lo que el mundo adulto jerarquizado interpreta como una falta de
ganas de la generación joven es en realidad la muestra de un recambio saludable que acompaña el
nuevo diseño económico de la sociedad del conocimiento. "El empleado tradicional de 9 a 17 y el
emprendedor convencional —ambicioso y tenaz—, van lentamente desapareciendo. Si se le
presenta a un chico de 18 o 20 años un modelo de
empleado-con-maletin-y-oficina-con-fotos-de-la-familia-en-el-escritorio, obviamente la respuesta va
a ser la apatía," desgranó.
En su visión, esto marcará el tipo de economía predominante en los años por
venir, donde habrá proliferación de "mono-empresas" o empresas individuales y las grandes
multinacionales serán en parte plataformas desde las cuales esos emprendedores podrán actuar. Ya no
sólo —según razonó Remolins— maximizando beneficios, sino también "siguiendo algún
gusto, vocación o propósito, dentro de un marco de valores distinto y creando relaciones de
colaboración, no adversariales".
Esto llevará a que las mismas empresas cambien su manera de relacionarse con sus
pares, con sus comunidades o con el medio ambiente.
"En un país tan económicamente caótico como el nuestro, esto se intensifica. Por
unos años vamos a ver una economía desordenada en lo macro e increíblemente creativa e
independiente en lo micro", vaticinó.
Para Remolins, lo que se volverá obsoleto es el concepto de trabajo tal como lo
entendemos hoy: "debajo del cambio institucional hay un cambio en las perspectivas, valores y
mentalidad de las sociedades. Cambiamos cuando nació la industrialización y el capitalismo moderno,
y estamos cambiando ahora. La crisis muestra y magnifica los aspectos negativos del ordenamiento
económico actual: la maximización de las ganancias con independencia del valor que se crea, el daño
al medio ambiente y las relaciones adversariales que haya que crear con empleados o competidores.
En otras palabras: la codicia. Es la cara fea del capitalismo del siglo XX", graficó.
Nuevos nichos para explotar
Pasado el tendal que deje la crisis, o aún en medio de ella, nuevos espacios se
abren para quienes se animen a emprender negocios de manera diferente. La necesaria reducción de
costos que tendrán que aplicar las empresas, más las posibilidades que ofrece la tecnología —por
ejemplo con la desaparición de la oficina como espacio físico para el trabajo-, marcarán el camino
de los estos desarrollos. Remolins acentuó el papel preponderante que tendrá Internet y las
tecnologías de la información, las "llaves maestras" del modo de producción post-industrial. "Vamos
hacia un mundo en donde el 80 por ciento del valor que se crea es intangible (información,
conocimiento, expresiones artísticas), y el precio de generar y transmitir la información y el
conocimiento cae verticalmente", puntualizó.
En el mismo sentido, aseguró que las formas de organizar la producción se
alejarán cada vez más de la tradición industrialista a favor del trabajo colaborativo y en red de
decenas o decenas de miles de individuos "que ni siquiera necesitan conocerse personalmente".
"La Web 2.0, las redes sociales, el software de código abierto y el
—crowdsourcing— son ejemplos de estas formas de producción". Aparece allí el concepto de "lo
gratis", ya instalado como modelo comercial.
"Ya no regalamos como muestras gratis el 10 por ciento de nuestros productos para que los
clientes los conozcan y nos compren el 90 por ciento restante. Ahora regalamos nuestros productos
al 90 por ciento de nuestros clientes para que sólo un 10 por ciento nos compre algo. Esto se puede
hacer porque el costo marginal de producción en un producto digital es cero o casi cero",
especificó.