No es novedad que el mundo del arte y del entretenimiento está lleno de “hijos de”. Sin embargo, el novedoso término “nepo baby” se consolidó en 2022, cuando una generación joven descubrió que los artistas detrás de algunas de sus series y personajes favoritos eran hijos de algún famoso. Los casos de Maya Hawke (hija de Uma Thurman y Ethan Hawke) en la popular “Stranger Things” o Maude Apatow (hija de Jude Apatow y Leslie Mann) en el fenómeno de “Euphoria”, fueron algunos de los que despertaron la olla del nepotismo.
Para un grupo etario que construye ídolos perfectos, este hecho generó cierta desilusión. Cual periodistas de investigación, los centennials empezaron a compartir videos en TikTok develando los vínculos familiares ignorados de muchos nombres detrás de productos populares y elogiados: “Emily in Paris” es Lilly Collins, la hija de Phil Collins; Zoe Kravitz, la nueva Gatúbela de “Batman” (y una de las protagonistas de la serie “Big Little Lies”) es la hija de Lenny Kravitz; Cooper Hoffman, el desconocido protagonista de “Licorice Pizza” (de Paul Thomas Anderson), es hijo de Phillip Seymour-Hoffman, actor recurrente en las películas del director. Fue allí, en los algoritmos de la red social, que surgió esta combinación de palabras nueva para nombrar un fenómeno antiguo, casi estructural a la industria del entretenimiento (y de otras, claro).
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“Nepo baby” no es solo un concepto de moda en redes ni es tan superficial como parece. Revistas especializadas como Vulture le dedicaron tapas y extensas notas de análisis al tema, con árboles genealógicos de linajes hollywoodenses incluidos. La noción de “nepo baby”, por más divertida e inocua que suene, surge en un momento de exacerbación y globalización de valores neoliberales. En este sentido, los discursos meritocráticos, muy populares en la industria del entretenimiento bajo eslóganes de que con esfuerzo se cumplen los sueños, se ven contrarrestados por la exposición de los lazos familiares que facilitan accesos. Nate Jones, el periodista detrás del artículo de Vulture, lo dice en palabras claras: “los nepo babies son la prueba física de que la meritocracia es una mentira”. Quizás la caída de ese velo fue lo que sorprendió a la nueva generación de consumidores de medios.
El debate se centra en que quienes efectivamente se beneficiaron de sus linajes puedan aceptar esa posición de privilegio, ese empujoncito fundacional. Sin embargo, entre los “nepo babies” reina una actitud de “a mí nadie me regaló nada” que busca defender el mérito propio. Es que si bien en muchos casos los “nepo baby” en cuestión tienen efectivamente talento, les falta reconocer que existen muchas otras personas igualmente (o más) talentosas que nunca llegaron ni llegarán a lugares de éxito y reconocimiento por mucho que se esfuercen. A los “hijos de”, por mera cercanía, se le abren las puertas que otros jamás conseguirán siquiera golpear. La imposibilidad de reconocer esa ayuda de base es lo que ha indignado a audiencias y pares, y lo que puso a este concepto en el ojo de un huracán de nicho.
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Un caso paradigmático fue el de Lily-Rose Depp, hija del actor Johnny Depp y la modelo Vanessa Paradis, que a los 16 años ya había conseguido un debut cinematográfico (en una película junto a su padre) y una campaña con la marca Chanel (donde también había trabajado su madre). Sin embargo, en una entrevista, la joven desconoció cualquier ayuda y le saltaron a la yugular desde todas partes.
Lo complicado del término “nepo baby” es justamente que nombra a un espectro amplio de “hijos de”. Mientras que en muchos casos se usa con fines claramente peyorativos para referirse a quienes ocupan lugares de privilegio sin demasiado talento, en otros es más descriptivo y simplemente busca señalar las tramas filiales sobre las que se estructuran algunas carreras.
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¿Por casa cómo andamos?
A nivel local, es fácil reconocer varios “hijos de” famosos del primer tipo. Esos que se aprovechan de la amplia y variopinta categoría de “influencer” para justificar que son famosos sobre todo por portación de apellido. Esos que inundan los titulares faranduleros con sus tribulaciones amorosas y poco más. Sin repetir, sin soplar y sin levantar dedos: Fede Bal, Cande Tinelli, los Caniggia, Oriana Sabatini. Cande y Ori, por ejemplo, llegaron a los escenarios de Lollapalooza a pesar de sus más bien escuetas carreras musicales. Los Viale y los Ortega son directamente instituciones dentro de la televisión argentina, que agrupan a personas con distintos niveles de aptitud para lo suyo.
Después hay otros portadores grandes apellidos que parecieran tener con qué defender el nombre propio. Dante Spinetta la rompió desde sus inicios con Illya Kuryaki and the Valderramas, haciendo música muy lejana a la de su padre (dato: Emmanuel Horvilleur, su compañero de IKV, es hijo del fotógrafo Eduardo Dylan Martí). Su hermana Vera hizo lo propio con una carrera actoral más forjada en el under (entre series web, miniseries televisivas de perfil bajo y cortos) hasta llegar a las mega producciones como “El Reino” (Netflix) y “El fin del amor” (Amazon Prime). Otro dato: en el medio, protagonizó “Soledad”, primera y única película de Agustina Macri. Benito Cerati, que durante un tiempo tocó bajo el seudónimo Zero Kill, construyó una carrera musical modesta pero sólida. Algo parecido hizo la cantante y actriz Emme, hija de Lito Vitale.
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El Chino Darín experimentó un vertiginoso ascenso a la fama, y si bien demostró dotes actorales, no queda claro qué parte de esa consagración tuvo que ver el talento, cuál con ser hijo de, y cuál de ser novio de (Úrsula Corberó, protagonista de “La casa de papel”). Por su parte, Nicolás Francella, hijo de Guillermo, debutó en la actuación en 2013 haciendo del hijo de su padre en “Corazón de León” y viene construyendo una carrera más moderada. En el 2000, a sus diez años, había tenido un papel en la popular “Papá es un ídolo”.
Los Granados son otra familia de artistas, con orígenes rosarinos. El carácter multifacético de Pablo, un comediante con dotes musicales y performáticas varias, hizo que sus hijos siguieran los pasos mediáticos de una forma u otra. Migue consiguió un lugar en los medios, sobre todo a partir de su trabajo humorístico en radio. Mery, la más joven, armó carrera como cantante en redes. También vale recordar que Pablo es hijo de Raúl, periodista y presentador de la televisión local.
También hay “nepo babies” argentinos agazapados bajo apellidos menos estridentes. Tini Stoessel es hija de Alejandro Stoessel, reconocido productor televisivo que trabajó con Tinelli y Susana, y que estaba en Disney en el momento en que Tini quedó en el casting de “Violetta”, la tira juvenil que la llevó a la fama.
Con mérito o no, los “nepo babies” están por doquier. Algunos emergen bajo premisas nobles como seguir la vocación familiar. Otros parecieran funcionar por mera conveniencia. En cualquier caso, reconocerlos sirve para recordar que a veces al talento y al esfuerzo, lo ayuda un buen apellido.