Al día de hoy la banda tiene a veinte personas imputadas por asociación ilícita comandada por Pablo y su hermano Jonatan. La información colectada sobre su funcionamiento es tanta que el fiscal Pablo Socca desdobló las imputaciones: 16 fueron acusados en octubre y cuatro en febrero, mientras todavía queda gente por identificar entre los miembros presuntos. De las evidencias en contra del grupo, en su gran mayoría obtenida de escuchas y documentos extraídos de los teléfonos, se desprenden los roles de sus miembros y, entre otras cosas, cómo era regenteado desde la cárcel el negocio.
Marketing
Entre los chats analizados algunos dan cuenta, según los fiscales, del rol de Pablo Camino como organizador de la venta de drogas. Eso implica impartir órdenes y recibir novedades sobre el funcionamiento y la atención de los kioscos, desde el armado de los paquetes y sus precios hasta la administración de lo recaudado. Los diálogos que ilustran sobre la cotidianidad de un negocio gerenciado a distancia en el que facturar por millones no es sólo una posibilidad sino también una exigencia.
Según los mensajes analizados en marzo de 2020 el negocio no facturaba como debía y eso preocupaba al jefe, que debía cumplir con quienes estaban por arriba suyo en la estructura. Cuestiones de números y confianza se complican cuando se maneja a la distancia, sobre todo en un rubro siempre acechado por peligros relacionados con la competencia o la policía.
“Amigo —le cuenta por esos días un tal Leo— me paró la yuta, la motorizada. Tuve que dar una luca y media para que no me lleven la moto, así que 1.500, descontámelo a mí si querés... Tu plata zafó, amigo”.
—Te voy a buscar un lugarcito, amigo —dice Pablo.
—Explicame en un audio qué querés que haga y lo hago —pide Leo.
—No se mete nadie amigo, ahí mando yo. No me gusta renegar con el tema de la plata, boludo. Trato de cuidar las cosas porque quiero pagar las cosas, le tengo que pasar al Gordo. Vos sabés que yo laburo con el Gordo y le voy pasando la teca.
Luego Pablo le recrimina a Leo por no abastecer los puestos de venta: “Amigo, desde las 8 te esperan que le llevés cosas y no aparecés. Tomaste una responsabilidad y me dejás el negocio re clavado... Sabés que quiero levantar los negocios, ¿cómo hago si me lo dejás sin mercadería? Mirá qué hora es y no aparecés. Siempre tenés que tener el teléfono activo. Así no puedo levantar un negocio, llevándole un paquetito que le dura menos de 20 minutos. Es un búnker, amigo”.
Leo se defiende, le pasa números sobre manejo de paquetitos y dinero, e incluso una opinión sobre el negocio: “Tenés que cambiar la gente ahí; poner al que quiera trabajar, que se quede, sin miedo a la policía. Yo te dije, boludo, hay mucha gente al pedo”, analiza, y propone una estrategia de marketing: “Hay que gritarle al que pase: «Ey, comprá de esta, vení, la ricona de dos palos la dejamos un palo y medio»”.
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Días después Pablo decide implementar esa estrategia y se la comunica a su hermano Valentín —entonces a cargo de la venta, custodia de los kioscos e imputado en octubre pasado— y a otra vendedora. “Flooooor. La de 200 sáquenla a 150, a ese precio yaaaa. A ese precio tiene que salir, si no me corto los huevos. Que se paren todos en la esquina, empezá a llamar a los clientes pam pam pam, «mirá la bolsita a este precio». Empiecen a sacar amigo, no puede ser que no vendan y que ese negocio no facture. No puede ser”, arenga.
—Sí pa —responde Valen —. Venían re cortina la bolsa antes, las de 100 pesos no traían nada, re inflada. Aire traían.
—Sacala a 150, nuevo precio. Metanlé que ando re mal con las cosas —insiste el jefe.
—Quedate tranquilo, a la noche hacemos plata —afirma Valen.
Rebeldía en el búnker
Sin embargo ese mismo día surge de otro chat entre Pablo y su pareja, Jacky, que Valen y Flor no estarían cumpliendo con la orden. “Mirá Nicolás —advierte ella— no sé si tu hermano está tomando, que levantó berretines. El dice que la va a vender a 200, si total a vos te debe dar 150. Se hace el dueño del pasillo, te aviso que ahora lo hago sacar”.
Así, llega al celular de Flor desde Piñero un reto en forma de audio: “Qué pasa con ustedes. Valentín, guacho pedazo de gil, tomatelá del pasillo. Y vos Florencia, cuando levantés berretines también te voy a ir y hacer pegar a vos también. Valentín no haces más nada, pedazo de gil, no sos nadie ahí. Qué vas a vender a dos palos ahí, si te digo que se venden a 150 lo vas a vender a 150. No se hagan los locos porque les voy a mandar a zumbar la cabeza a los dos”, advierte el jefe.
Flor responde: “La estamos vendiendo a ese precio Nico. Yo terminé mi paquete, le di la plata y ya está”. Valentín también retruca: “Decile a Leo que deje de hacer puterío, si lo están vendiendo a 150”.
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Días después Pablo se comunica con una prima que le habla sobre el producto. “Tienen que empezar a probar la nueva. Si la anterior estaba mala hay que ver cómo repunta con la nueva”, dice ella. “Dejá de romper los huevos —responde el jefe—, vamos a ponernos las pilas, así no sacamos nada adelante. Poné a laburar a la Noe y a la Caro de día. A la María y al Viejo, de noche. Y poné a Leo, que ese wacho labura. Poné ese grupito de cinco o seis a laburar ATR (a todo ritmo). La Noe y la Caro laburan siempre, les di cabida para que sean soldadas. El wacho de Leo te sirve para satelitiar (sic), tenés que agarrarlo para vos, me hace caso a mí. Acomodate boluda, tenés que meter gente. Hay casas de sobra para guardar las cosas. Si no le metés organización y amor no va a funcionar”.
Luego la vendedora le dice al jefe: “Para hoy todo el día salió 3 mil pesos. ¿Qué querés que haga si estoy todo el día ahí, tengo blanca sola y no se vende? ¿Qué culpa tengo de que no se venda?”.
Al día siguiente —13 de marzo de 2020— Camino habla con otra vendedora. “Qué onda Caro, ¿todo piola amiga? ¿Van o no van las blanquitas? Son cosas nuevas que mandé. Quiero que alguno las cocine y después regalásela a un wacho ahí que fume y diga si pega o no. Eso quiero saber”.
Pero Pablo sigue disconforme con su hermano y Flor. Y le manda un mensaje a la chica: “Mañana vos y el Valen no laburan más. Más vale que te empecés a rescatar mañana y hagás las cosas bien, ¿escuchaste pedazo de guacha, piojosa falopera? Te hacés la pilla, que te engomás a las 12 de la noche... Tenés que vender hasta las 3 de la mañana. Se hacen todos los rebeldes, mañana cañazo, a la fuerza les voy a hacer vender”.
Luego vuelve contra Valen: “Rajá a la mierda wacho, mañana. Tomate el buque, drogado, ni para soldado servís. ¿Quieren hacer lo que ustedes quieren? ¿Están locos? ¿Qué te hacés el que piloteás la banda? ¿Qué película? ¿Dónde está la serie esa? ¿En Netflix?”.
Una interna
Las charlas entre Camino y Jacky también permiten ver cómo se sostenía la estructura. A ella Pablo le imparte órdenes para gestionar la provisión de droga en kioscos; también a ella otros miembros le rinden cuentas para controlar, cobrar y supervisar la recaudación del negocio que si bien tiene como epicentro fundamental el narcomenudeo, al parecer también incluye préstamos, alquileres y servicios de otro tipo. También a ella le transmitió la decisión de bajar el precio preocupado porque “sólo está entrando plata del faso (marihuana) y de la otra (cocaína) no”.
Cuando alojaron a Pablo en el sector de alto perfil de Piñero, en agosto de 2021, las comunicaciones cambiaron de formato: el jefe llamaba al celular de su pareja desde las líneas fijas de la cárcel para que ella transmitiera mensajes, amenazas o advertencias. Los diálogos permiten apreciar el manejo del negocio y su incidencia en la economía familiar. Y revelan las posibilidades y límites que presos como Camino tienen para ejercer su poder.
—Toda la plata me la das a mí. Me anotás y controlás todo —ordena Pablo. Ella acata. El sigue: —Negra, no te quedés, mami. Es plata tuya, de nosotros.
Las charlas citadas fueron en el transcurso de un mes. En una parecen estar hablando sobre algún problema interno de la organización, “un pibe” que no estaría rindiendo cuentas a Jacky. Pablo explica y ordena: “Tiene tres autos míos: los dos Corsa y el Siena. Si querés sacáselos, vendelos, porque el pibe para mí no hace nada. Lo mando a hacer algo y no lo hace. Es más, pidió 15 mil pesos prestados a una persona que era de mi plata y se lo gastó. Así que decile «no te hagás el pija porque a no nos conocés gil». Así, faltale el respeto como vos sabés hablar”.
Jacky advierte que eso redundará en quejas. “¿Qué quejas? —responde Pablo— Vos sos mi mujer, te estoy diciendo que cuidés nuestras cosas. Todo lo que él tiene, auto, las nenas (armas), moto, cabida, contactos, todo lo que él tiene es todo mío. Yo le pasé todo. Si mando a decir a todos mis contactos, él queda en la nada. ¿Sabés lo que es eso? Queda culito de pan rallado, queda vendiendo. Decile así: «Pasame una de las nenas de las más nuevas que se las voy a pasar a un pariente mío. Vos la vas a guardar, ¿sabés amor?”.
“Decile así”
Camino sigue dictando mensajes para que transmita Jacky: “Si te quieren pasar por encima porque yo no estoy, no te dejés pasar por nadie. Que se vayan a la concha de su hermana, ahora lo hago echar a Jony del pabellón... y al otro gato. Decile, cuando se acerque: «Mirá flaquito, traeme el auto rojo y el negro que tenés. Y los quiero estacionados acá con todos los papeles. ¿Te pensás que somos giles? Vas a tener problemas conmigo, con mi marido, con mis parientes y con todos». Psicologialo (sic) decile así: «Pedazo de gil, si vos sos gato de mi marido. Qué te hacés el piyo porque el otro está incomunicado», decile. No me atiende los teléfonos y me sacó plata de un lugar sin permiso”.
Las amenazas que Jacky tiene que concretar no terminan ahí: “Los voy a dejar en la calle. Le echo a la madre, a la familia y a Villa Nueva no se van a acercar porque el terreno es mío. Decile: «Vos a mi marido no lo conoces enojado, hijo de puta. El fue bueno con vos, pero vos no conocés lo que es la parte mala de él». Así decile”.
En otra llamada Pablo le pide a Jacky agendar un teléfono. Ella pregunta quién es. “Alquiler galpón. Todos los (días) 10 te tiene que dar 20 lucas. Hacelo salir a avenida Godoy, no sé, y lo cruzás o lo hacés sentar en una estacion de servicio y que te acerque la plata”, explica el jefe. Y en una charla posterior imparte otra orden: “Decile a la Agustina que le vamos a comprar una motito para que se ponga a cadetear en la pizzería, más que nada para que ella te cobre la plata y eso de los pedidos. Porque el muchacho chocó, tuvo un accidente y se quebró el pie”.
Además de recibir órdenes Jacky se encarga de varias cosas en la organización, según surge de un diálogo entre Pablo y un secuaz en lo que aparenta ser un proyecto de usurpación.
—¿Cómo arreglamos el laburo de la otra vez de las detonaciones en la casa? Porque tu señora me dijo que quiere descontar la platita esa que faltó —dice el secuaz.
—Lo único que quiero ahora —responde pablo —es que agarren esa casa y me la vacíen. Que no quede ni una cama ni un colchón, que va a ir mi mujer a la tarde y le vamos a mandar cerradura a todo para que vos la segundiés ahí.
Momentos después llegan novedades del empleado: —El loco (en aparente alusión a la víctima) fue a la casa y, bueno, se retobó. Le tiré un cohete y, bueno, el wacho se fue... Igual dejé todo cerrado todo con alambre grueso, si se asoma o algo me van a llamar al toque.