Un año atrás Fabio Giménez fue imputado de organizar el asesinato de Nicolás “Fino” Ocampo desde la cárcel Nº 3 de Riccheri y Zeballos, donde cumplía una condena a 13 años. Ese ataque y al menos otro —fallido— contra un empresario le fue atribuido como líder de una suerte de pyme que ejecutaba crímenes por encargo, lo que le valió el traslado a la cárcel de Coronda donde al parecer incursionó en el rubro de las extorsiones. Su novia fue detenida en el marco de una investigación que le valió otra imputación al frente de una asociación ilícita polirrubro sindicada por cometer extorsiones y abuso de armas. Pero en el medio Giménez elaboró otra jugarreta que le valió una nueva imputación ayer, por amenazar a un comerciante.
El golpe que el fiscal de la Unidad de Balaceras Pablo Socca le atribuyó ayer a Giménez ocurrió un día antes de que fuera imputado junto con su novia Samanta V. por integrar, precisamente, esa banda de apretadores. Consistió en amenazar por teléfono desde la cárcel al dueño de la casa que ella alquilaba en Villa Gobernador Gálvez y exigirle 300 mil pesos para dejarlo vivir tranquilo. ¿La razón o excusa? El propietario le había “faltado el respeto” a la mujer.
La víctima llegó a pagarle 100 mil pesos pero el preso siguió amedrentándolo por teléfono exigiéndole el resto. El apriete constante llevó al dueño de la casa a denunciar la situación y así se programó una entrega controlada en la cual la policía detuvo a los cobradores: una adolescente hija de Samanta y tres muchachos —uno de ellos también menor de edad— que habían ido con un flete para, además, llevarse las cosas de la mujer y desocupar la casa. Por este hecho ocurrido el 30 de mayo pasado, Giménez sumó ayer una nueva imputación como coautor de extorsión agravada por la participación de menores de edad.
Afrenta
En cierto modo esta historia comenzó el pasado 26 de mayo con la detención de Samanta en Coronda, luego de visitar a Fabio en la cárcel. La mujer, investigada por ejecutar en la calle las órdenes que su novio le impartía desde el penal, quedó demorada a la espera de ser imputada en una audiencia fijada para el 31 de mayo. Pero en el medio surgió otro plan.
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La noche del domingo 29 de mayo el dueño de la casa que Samanta estaba alquilando desde hacía un mes en Villa Gobernador Gálvez empezó a recibir mensajes de un teléfono desconocido: “Hola amigo. ¿Vos alquilás una casa que fue allanada?”. El joven no alcanzó a responder cuando recibió directamente una llamada y un hombre le hizo la misma pregunta. El respondió que sí, que se habían llevado una moto y nueve balas. “Ya lo sé, porque era mi mujer, que ahora está en cana”, se presentó el interlocutor, que entonces desplegó sus intenciones.
Giménez le preguntó si había entrado a la casa de su novia, el dueño le explicó que había ingresado con un plomero para arreglar el calefón. El preso preguntó si había entrado al baño y el muchacho dijo que sí, para ver si funcionaba el calefón que habían arreglado. “Vos le faltaste el respeto, cómo vas a entrar al baño, había ropa interior de mi mujer, no tendrías que haber entrado”, le espetó Giménez. Y antes de ponerle precio a tamaña afrenta, le explicó que él también estaba preso y tenía para rato. Es más, para demostrar que lo suyo era serio le mandó una captura de pantalla del portal Rosario3 que hablaba de sus logros en el mundo de la extorsión.
“La voy a hacer corta, vamos a terminar bien. Quiero 300 lucas y me olvido de todo. No te mando a balear ni nada”, propuso el preso como solución al flamante conflicto que acababa de inventar. La víctima le dijo que no tenía más que 50 mil pesos pero no hubo acuerdo. Tuvo que llamar a un amigo para que le prestara dinero y ofertó 100 mil. A Giménez le resultó poco, quería 150 mil. Finalmente acordaron un pago 150 mil, además de un freezer y un horno como garantía de que juntaría el resto en dos semanas, o la deuda subiría a 400 mil pesos.
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Dos horas después llegó una chica y la víctima le entregó 100 mil pesos. Momentos después volvió a recibir una llamada: era Giménez pidiendo 200 mil pesos más para el día siguiente, cuando sus emisarios acudirían con un flete para llevarse los elementos en garantía. Asediado por la voracidad del extorsionador, el dueño de la casa tuvo que vencer el miedo e ir a hacer la denuncia.
Pero los pedidos no cesaban. La mañana siguiente, lunes 30 de mayo, mientras el denunciante relataba la situación a la policía, recibió otro llamado: “Hola amigo, no me des el freezer ni nada, dame las 200 lucas. Me das las cosas, borro tu número y se termina todo”. Así, acordaron que esa tarde, sobre las 15.30, iría una chica que Giménez presentó como su hija con un flete para llevarse las cosas de Samanta y el dinero.
El acuerdo desembocó en un procedimiento de entrega controlada y cuando la víctima se aprestaba a pagar los cobradores fueron detenidos. La hija de Samanta y otro chico fueron puestos a disposición de la Justicia de Menores. Y otros dos fleteros, si bien fueron imputados días después, luego quedaron en libertad porque no habían participado del plan.
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Horas después Giménez y Samanta fueron imputados, como estaba previsto, por los hechos que habían originado la investigación y detención de la mujer. Y este jueves el fiscal Socca le imputó a él haber pergeñado el hecho contra quien le alquilaba la casa a la mujer.
Otra temporada
Si bien la movida no resultó tan exitosa como los extorsionadores esperaban, el fiscal Pablo Socca está convencido de que Giménez ideó una segunda temporada. El martes fueron detenidos tres hombres —uno de ellos menor de edad— en otra entrega controlada por una extorsión contra la misma persona. Si bien no fue Giménez el que llevó adelante la extorsión, la principal hipótesis es que le pasó los datos a su compañero de celda para que realizara el intento. Por ello no se descarta que la semana próxima vuelva a ser imputado por una nueva extorsión, en este caso como ideólogo.