Newell’s se está alejando cada vez más de su misión, de los mandatos originales de su cuna, de su principal rasgo de identidad. Ya el sello de fábrica dejó de ser perceptible. Ya no puede exhibir un documento que lo diferencie del resto. Perdió el rumbo, el respeto por su esencia, y uno de sus motivos de orgullo más importantes.
La hiriente derrota 3-0 ante Argentinos Juniors en La Paternal representó el primer partido de la entidad rojinegra, desde 1905, que no presentó ningún jugador surgido de las divisiones inferiores entre sus once titulares. Pasaron 4.102 cotejos y esa bandera no pudo ser mantenida en alto. Un preocupante dato de relevancia histórica que sirve para dimensionar la profundidad, la complejidad y el carácter general de la crisis que envuelve el fútbol leproso.
El mal paso del domingo se transformó en el punto final para el ciclo de Sebastián Méndez pero, al mismo tiempo, expone síntomas de un final de época para un Newell’s, que dejó ser lo que fue y hace rato que no encuentra los carteles indicadores, el sendero, los conductores y los intérpretes, para reconciliarse con los lineamientos fundacionales del club.
Newell's no pelea por nada hace años
En el Parque hay problemas en todos los estratos. En primera división, hace tiempo que sus representativos dejaron de pelear las definiciones de los certámenes importantes. Desde el campeonato logrado en 2013 de la mano del Tata Martino, nunca más pudo ser protagonista hasta las últimas instancias, en ninguno de todos los torneos que participó, ni en el ámbito doméstico ni en el internacional.
En ese lapso, las malas decisiones y cada intento fallido fueron generando un halo de influencia negativa que actuó como elemento conspirador del siguiente paso. Y en ese recorrido, cada vez más cuesta arriba, la mochila de las frustraciones se fue haciendo más pesada y condicionante.
Al mismo tiempo, por falta de aportes de real valía a las divisiones superiores, la institución fue dejando de ser una referencia obligada y palabra de elogio entre los clubes formativos. Dejó de ser escuela de escuelas por enfocarse en exigencias más focalizadas e inmediatas, descuidando el extraordinario poder transformador de los proyectos y del largo plazo.
En ese marco, desde la cantera, hace muchos años que no aparece algún jugador de clase internacional, que pueda bancarse la irrupción y la consolidación en primera y que también después pueda ser vendido a entidades poderosas del exterior para generar ingresos importantes.
A la mayoría de los juveniles algo les falta
En la actualidad, a la gran mayoría ese salto los excede, los devora y desnuda vicios en los procesos formativos, en lo futbolístico y en lo emocional. En las apariciones de los más jóvenes se evidencian llamativas carencias que les impiden pisar firme en la división principal y crecer en su condición de jugadores de elite.
Esa situación llevó a muchos entrenadores a no confiar en los pibes del club y a apostar por traer refuerzos. Esa política, a contramano de su historia, encontró este último domingo en La Paternal un obsceno punto de exposición, ya que en los 11 de arranque no hubo ningún valor forjado en las juveniles leprosas.
Sebastián Méndez tendría que haber despejado el camino y determinado su partida mucho antes. Tendría que haber sido más riguroso, sincero y agradecido en su análisis interior y armar las valijas después de la dolorosa eliminación de Copa Argentina en San Nicolás, a manos de Central Córdoba de Santiago del Estero, un rival de poca monta.
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No lo hizo y estiró inútilmente una agonía que hoy lo deja a Newell’s desmoronado, entre escombros, con muy poco rescatable para iniciar una instancia de reconstrucción. Otro fracaso sobre sus espaldas que ahora un hombre de la casa como Ricardo Lunari tratará de acomodar.
El Gallego se aferró a algo que sólo él creía, que sólo él veía. Trató de encontrar señales de reacción que nunca superaron el escenario de tibias insinuaciones, y que nunca estuvieron ni cerca de representar presentaciones confiables y convincentes que merecieran el otorgamiento de más crédito.
Esa tozudez, esa falta de autocrítica, tan propias de quienes no tienen una ligazón sentimental con la entidad que los cobija, lo instalaron en un sitial dialéctico que no se correspondía con las urgencias, las necesidades y la angustiante curva de deterioro que atravesaban el tránsito de Newell’s en este segundo semestre competitivo.
La mala racha con el Gallego Méndez
Al momento de la desvinculación del DT, el conjunto rojinegro suma nueve partidos sin ganar (cinco empates y cuatro derrotas). Exhibe una pobre cosecha de 13 puntos en 14 partidos, y se hunde en la tabla de posiciones, cada vez más cerca de las posiciones del fondo en las dos tablas.
Acumula 625’ sin meter un gol (6 cotejos + 85’ ante Estudiantes desde el gol de Tomas Pérez). Es la segunda peor racha de su historia. Quedó a sólo 3’ de la peor que es de 628’ sin convertir en 1967.
Superó 1-0 a Barracas en el Palacio Ducó en su primer duelo y no ganó nunca más. Reflejó una preocupante pendiente en sus niveles de rendimiento que lo alejó tempranamente de todos sus objetivos y de los apoyos de adentro y de afuera.
En esa cuesta de descomposición, que fue minando sus ambiciones y su confianza, perdió el clásico en la fecha 10ª, 1-0 en Arroyito, y quedó afuera de Copa Argentina, por penales, ante un adversario de menor calibre. Ni tampoco mostró mejoras confiables, ni siquiera ante adversarios que también venían a los tumbos, como el Ferroviario, Belgrano y Argentinos.
Así, entre obstáculos y ruinas, hay un equipo que arrastra pecados y males inconducentes que lo están arrastrando a un túnel cada vez más oscuro. Newell’s dejó de ser el que fue y precisa, más que nunca, encontrar al guía de su resurrección futbolística.