Un policía de 21 años que trabajaba en la sección Balística de la Agencia de Investigación Criminal (AIC) quedó en prisión preventiva por al menos tres meses acusado de haber sustraído armas y municiones oportunamente secuestradas como evidencia judicial y canjearlas por una moto. Las armas fueron halladas la semana pasada en una casa de Empalme Graneros donde al parecer se ocultaban para ser empleadas por bandas delictivas y al rastrear su origen se estableció que debían estar custodiadas en la oficina donde trabajaba el acusado.
En este marco, el viernes fue imputado el joven en cuyo poder secuestraron las armas de fuego y este martes fue el turno de Juan Carlos Belotti, quien lleva tres meses como empleado policial y fue imputado por once hechos de peculado en concurso ideal con sustracción de evidencia en concurso real con entrega de armas de fuego.
Los tatuajes del perejil
Belotti fue detenido el viernes pasado en su casa de Gerchunoff al 600 bis, donde se secuestró su arma reglamentaria, tres cargadores y 200 municiones de diverso calibre. El policía estaba sospechado de haber sido quien sustrajo las armas que debían estar custodiadas en la oficina donde trabajaba y que aparecieron en un allanamiento realizado dos días antes en una casa de Garzón al 900 bis, en Empalme Graneros.
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Esa requisa del 20 de abril se había realizado en el marco de una investigación sobre la desbordada cantidad de hechos a mano armada que por estos días vienen azotando a Empalme y Ludueña, muchos enmarcados en enfrentamientos entre las huestes del detenido Francisco “Fran” Riquelme —vinculado con Esteban Alvarado— y del recientemente asesinado Lionel “Larva” Fernández, relacionado con miembros de Los Monos alojados en el pabellón 8 de Piñero.
En esa investigación apareció en el radar Omar Lautaro G., un joven de 20 años sindicado como "a cargo del resguardo de armas de fuego, la conducción de escruches barriales y venta de drogas al menudeo" en su barrio. Este muchacho, imputado el viernes, solía publicar en Instagram fotos en las que aparecía rodeado de poderosas armas de fuego y si bien tapaba su rostro dejaba al descubierto sus inconfundibles tatuajes.
En el allanamiento a la casa de Lautaro G. se encontraron en un balde once pistolas: siete pistolas marca Bersa, dos Taurus y otras dos Glock. Además se hallaron más de cien municiones de distintos calibres.
Al ser imputado el joven dijo que esas armas se las había llevado su cuñado Alejandro L. para que se las guardara hasta que él pudiera pasar a retirarlas al día siguiente. “Como favor de perejil le dije «bueno, te las tengo hasta mañana» y se las guardé donde fueron encontradas. El martes le pedí por favor que viniera a llevárselas porque ya no quería tenerlas y el miércoles fue el allanamiento", declaró el acusado, y agregó que esas armas de fuego habían sido vendidas a su cuñado por un policía al que conoce del gimnasio.
La pocilga
El hallazgo de tamaño arsenal llamó la atención por un detalle no menor: muchas de las armas tenían sus numeraciones intactas, lo permitió rastrearlas. Así se estableció que en su gran mayoría debían haber estado custodiadas en la sección Balística de la AIC, dependencia encargada de realizar las pericias de las armas y municiones secuestradas en investigaciones de delitos con armas.
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Esa oficina fue requisada al día siguiente por personal de Fiscalía y de la Agencia de Control Policial (ACP, ex Asuntos Internos) que secuestraron los celulares de todos los empleados y libros de entrada y salida de elementos desde 2016 hasta ahora. Más allá de esta investigación puntual, la oficina fue descripta como “una pocilga donde las armas están en el piso sin ningún tipo de orden, en el mejor de los casos en cajas de cartón” donde “cualquier cosa puede pasar”.
La investigación incluyó testimonios de peritos y empleados que coincidieron en que la sección no tiene a nadie designado específicamente para recibir los secuestros; que todo es ingresado a un libro de guardia pero luego las armas están “todas desparramadas” en una habitación sin llaves a la que todo el personal tiene acceso. Uno relató que una vez llegó a su lugar de trabajo y encontró un gran desorden que lo hizo controlar las filmaciones de lo ocurrido la noche anterior. Así vio a Belotti manipulando material que estaba en su oficina. “Sacaban las cosas, las armas, se sacaban fotos con las armas”, contó.
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También fue entrevistado el propio Belotti, que entre otras cosas contó que días atrás había comprado una moto XR 250 Tornado modelo 2018 en 520 mil pesos que pagó al contado con plata que en parte tenía guardada y el resto le prestó su abuela. “Se la compré a mi entrenador del gimnasio que yo voy, se llama Alejandro pero no conozco el apellido", comentó.
Posteriormente, al momento de ser allanada su vivienda, el joven policía comentó en forma espontánea que dos semanas atrás había sacado dos armas de Balística y se las entregó al dueño del gimnasio. Y acto seguido rectificó su propio dato: en realidad se había llevado cinco, una de ellas una Glock, además de “varias 9 milímetros en una bolsa”.
La declaración del policía y la del joven imputado el viernes pusieron a Alexandro L. en el radar. De hecho la imputación contra Belotti es por haberle entregado las armas, a cambio de una moto Honda Tornado XR roja, a este hombre que el lunes se presentó ante la Justicia y será imputado en las próximas horas.
¿Cuántas?
En este contexto, hasta el momento no se sabe con precisión cuántas armas había retirado el policía de la “pocilga” donde prestaba servicio, lo cual en un punto se puede atribuir al desorden imperante en esa dependencia. En medio de la investigación, el jefe de Balística denunció que de las once armas secuestradas en Empalme Graneros había dos que figuraban como ingresadas a esa oficina en 2019 sin fecha de egreso. Por otra parte, el policía acusado admitió que se llevó al menos cinco armas de ese depósito aunque la imputación es por la entrega de once armas.
En este marco a los investigadores les sigue llamando la atención que casi todas las armas halladas en Garzón al 900 bis tenían su correspondiente número de serie. Más allá de que ese detalle, bastante atípico, permitirá establecer si todas las armas fueron sustraídas de la misma oficina también habilita la presunción de que las pistolas fueron halladas antes de que se les suprimiera la numeración, lo cual facilita su circulación ilegal.