Gabo Ferro es de esos artistas tan únicos como imprescindibles. De los que se tiran a la pileta sin importar si hay agua o no, pero eso sí: tiene que estar empapada de poesía. De lo contrario sus canciones no elegirán ir por tierra sino por aire. Y tomarán vuelo, otro más. "No importo yo, importa lo que canto", le dirá a Escenario el artista que se presenta hoy, en la explanada del Museo Castagnino (Pellegrini y Oroño) y con entrada libre y gratuita. El show, que se da en el marco del ciclo "Rosario bajo las estrellas", de Cultura de la Municipalidad, será precedido por la actuación de Evelina Sanzo (ver aparte). Ferro no sólo elige qué canta y cómo lo canta, como se encargará de detallarlo en esta entrevista, sino que además, a él no le da lo mismo en dónde lo canta. Y así lo explica, a veces clavando el agudo hasta el límite de la desafinación, siempre y cuando la emoción se lo pida.
—¿Por qué no venís a tocar más seguido al interior?
—Voy con frecuencia, aunque la última vez que fui a Rosario fue para el Festival Internacional de Poesía hace dos años. Lo que pasa es que en general intentamos en lo posible que los conciertos sean con entrada libre. Y en Rosario esas cosas se nos presentan a veces difíciles, y calculo que es lógico, pero cuando se da estamos ahí, como esta vez.
—Un recital con entrada libre también se puede asociar a la libertad de tu propuesta artística.
—Primero tiene que ver con que siempre me interesa que....a ver...esto es una bestia de dos o tres cabezas para ordenarla, pero en principio me interesa que en estos tiempos más que nunca la gente no tenga que andar gastando plata en pagar una entrada. Porque en general cuando las producciones corren por ese lado, las entradas son caras y más cuando uno tiene que viajar, porque no somos muchos, pero somos un equipo con productor, sonidista, iluminador, y se hace más caro. Entonces buscamos que lo que banquen todo eso sea una producción y no la gente con su entrada, para que pueda acceder más gente además. Y sobre todo porque más allá del disco, yo y mis canciones estamos en el vivo. Sólo una parte nuestra está en el disco y en los demás sitios. El chiste y la magia o lo que sea que suceda ocurre en el vivo. Y quiero que asista todo el mundo que quiera y que nadie se quede con las ganas.
—¿Sabés que tus canciones son tan bellas como atípicas y que sos un tanto inclasificable?
—Yo ya lo sé y ahí es donde se pone el siglo XX a trabajar. Alguien una vez muy importante de la música popular argentina me dijo: "¿Cómo puede ser Gabo que siendo alguien que cantes tan lindo, a veces cantes así?". Y yo entiendo lo que me quiere decir, porque la gente que tiene una voz más o menos afinada o expresiva no quiere pasar por el campo de lo que se considera lo no lindo o no bello. Porque yo considero que hay frases y palabras que no pueden ser cantadas de manera bonita o de manera afinada. La palabra dolor no se puede cantar de manera afinada, entonces yo sé que cuando voy a cantar la palabra dolor, voy a sacar todo el aire y voy a poner a vibrar mis pulmones, mi laringe, todo, y no sé cómo va a salir, si va a salir afinado o desafinado. Pero sí sé que la palabra dolor tiene que salir así. Y ese riesgo es algo que la gente en realidad asocia con lo feo, porque efectivamente hay una tradición de lo bello y de lo bueno y por lo tanto hay una "contratradición" de lo que es feo o no debe hacerse porque es feo y porque está mal. Bueno, a mí todo eso también me interesa, me interesa lo bello, lo bueno y también me interesa para trabajar y para lo que yo quiero decir y significar lo que tradicionalmente se considera feo o lo que no corresponde. Eso me interesa tanto como lo demás.
—Todas tus canciones tienen un mensaje que tiende más a abrir que a cerrar...
—Nosotros somos de la vieja escuela, de los que decimos "si no estamos diciendo algo, no tenemos una canción". Una canción no se sabe toda, y aunque la vistas o la desvistas siempre estás diciendo algo, así creas que no estás diciéndolo. Aunque el músico, cantante o compositor crea que no está diciendo nada, en esa omisión estás diciendo, es imposible no decir. Entonces yo prefiero capitanear el mensaje, yo quiero decir esto; y como sabemos que es imposible no decir, yo quiero elegir qué digo y después ir viendo cómo lo digo.
—¿Qué te interesa decir?
—A a mí lo que me interesa son los lugares más clásicos de la canción, hablar del amor, hablar de la muerte. Entonces, ¿cómo volvemos a hablar de eso sin que suene repitente, sin que suene como un cliché, sin que suene como un lugar común? Bueno, ahí está el reto, empezar a buscar de qué manera uno aborda un tema supertocado y revisitado, pero con cierta originalidad o con cierta pretensión de originalidad. A mí me gusta mucho escribir letras de canciones, también soy de la vieja escuela de los que pensamos que la letra de una canción es pariente de una poesía, y si pudiera, hasta la misma poesía. O sea, no podemos no escribir lo mejor que podemos en una canción.
—Después de una larga carrera como autor independiente lanzás un disco por Sony y lo hacés sin tu foto en la tapa. ¿Eso también es todo un mensaje?
—En realidad, este es mi décimo disco, y puntualmente "El lapsus del jinete ciego" es también un disco producido por mí, porque más de Sony hay que hablar de su gente, que eran quienes venían viendo mis conciertos y se acercaron a mí con mucho respeto y cariño, no era que se acercaron para hacer un negocio con mi música. Es un trabajo en sociedad y ellos acompañan, no es un disco de Sony Music, es un disco mío y yo los asocié, siempre desde el cariño y el respeto que te dije. Por lo demás, por el tema de mi imagen, te digo más, en los afiches de mis recitales tampoco está mi foto. Sería muy triste que me identificaran por ser el tipo de la foto. Porque no importo yo, importa lo que canto.