Las muertes de Betina Mariño, de 22 años, y su pequeña hija Aiza Natasha, de 3, serán investigadas por un fiscal de homicidios dolosos. La mujer y su pequeña fallecieron al ser consumidas por el fuego el pasado 12 de noviembre cuando ardió la casilla en la que vivían en Ciudad Oculta. La niña murió en el acto y su mamá dos semanas más tarde, mientras estaba internada en el hospital Provincial con el 80 por ciento de su cuerpo quemado. Una pericia de bomberos zapadores, que llegó a manos de la fiscal Mariana Prunotto, indicó que el incendio no se motivó por defectos o fallas en los artefactos eléctricos que había en la humilde vivienda. Es decir que la hipótesis de que el incendio que en principio se estimó era accidental, en realidad pudo ser provocado y con la venganza como móvil. Por eso el caso será investigado por la fiscal Marisol Fabbro.
Betina Mariño y su hija Aiza Natasha eran cuñada y sobrina, respectivamente, de Carlos Daniel “Tino” Flores, un muchacho de 28 años asesinado a escopetazos calibre 12.70 la madrugada del martes 13 de octubre en las entrañas de Ciudad Oculta, el asentamiento que tiene como frontera los edificios de la Zona Cero, el barrio Rucci y Nuevo Alberdi, en la zona noroeste rosarina.
La historia comenzó con el robo de tres cubiertas de un Fiat 147 estacionado. Ese mismo día fue detenido Gastón Néstor C., apodado “Frutillita”, quien fue imputado por el fiscal Rafael Coria por el homicidio de Tino Flores y la tentativa de homicidio en perjuicio de dos jóvenes que acompañaban a la víctima y resultaron baleados.
Y cuando ocurrió el incendio del rancho de Betina, una vecina de la zona le dijo a La Capital bajo estricta reserva de identidad: “Detrás de ésto está Frutillita. Después de que le quemaron la casa a él por matar a Tino, dijo que a los que salieron de testigos (en la investigación del crimen) y a los que le incendiaron el rancho él mismo les iba a quemar la casa”. Y parece que así lo hizo con el fatal final conocido.
Sospechosos. Frutillita es parte de una familia residente en el barrio La Cerámica y que para la policía “integra una gavilla denominada La banda de los 90”. Bien por lo bajo, los vecinos de la cercana villa Ciudad Oculta indicaron que ese grupo conduce varios puntos de venta de estupefacientes. La Cerámica es un barrio que supo crecer a la sombra de una fábrica y que, con el correr de los años, se fue pauperizando hasta en los códigos callejeros. Está a un par de minutos en moto de Ciudad Oculta, al otro lado de la avenida Circunvalación.
Una semana después del crimen de Tino Flores y la detención del principal sospechoso, manos anónimas incendiaron la casa de un allegado a la víctima. El hombre se movió rápido y pudo salvar una parte de sus pertenencias. Una semana antes de cumplirse un mes de la muerte, la vivienda en la que Frutillita vivía con su esposa y dos hijos fue incendiada. “El nos echó la culpa a nosotros (los Flores), pero la verdad es que le quemaron la casa porque la escopeta Itaka con la que mató a Tino era prestada. Y como no la devolvió le quemaron el rancho”, explicó un allegado a los Flores. “Entonces fue que empezó a circular el rumor de que nos iban a quemar la casa a todos”, agregó.
Triste final. En ese contexto Betiana Mariño, quien estaba en pareja con un hermano de Tino Flores, agarró a sus hijas y se fue a vivir cien metros vía adentro del cruce de las calles Cullen, Ugarte y la vía, bien al costado de los rieles. Una zona muy pobre dentro del contexto de un barrio que sobrevive en la miseria. Las conexiones de agua potable y luz eléctrica son ilegales, las cloacas parte de la ciencia ficción y la urbanización con luces en las calles un sueño. “Esta gente vino hace una semana. Instaló su ranchito y a la semana se les prendió fuego. ¿Si pudo ser Frutillita? Ese pibe es de La Cerámica, de una familia que le dicen «Los 90» y da miedo”, explicó un vecino la jornada posterior al siniestro que se cobró dos vidas. “Nadie quiere salir de testigo. Le tienen mucho miedo a esa gente porque son una banda muy peligrosa”, agregó una doña.
El jueves 12 de noviembre a la medianoche, mientras el padre de la nenas estaba en la casa de una de sus hermanas, el rancho empezó a quemarse. Los vecinos se acercaron al escuchar los gritos. La consecuencia directa fue la muerte de Aiza Natasha mientras que su hermana de 5 años sufrió quemaduras múltiples con compromiso de las vías respiratorias. Betina Mariño, en tanto, fue derivada al hospital Provincial con quemaduras en el 80 por ciento de su cuerpo y murió dos semanas más tarde.
En Ciudad Oculta todos sospecharon desde ese momento que las amenazas de Frutillita se habían concretado. Ahora será la Justicia la que tendrá que buscar la manera de judicializar esos corrillos del barrio sobre la muerte de Betiana y Aiza y encontrar las pruebas que permitan llevar a juicio por el doble homicidio al joven detenido.