Réquiem para “Negro Bravo”. Ese era el apodo con el que se conocía en el barrio 7 de Septiembre a Ricardo Emilio Bravo, de 50 años, quien fue ejecutado a balazos desde un auto al filo de la medianoche del lunes. Estaba tomando una cerveza junto a su hermano y otros parroquianos en la vereda de Colombres al 1300 bis. “Era para él, olvidate de eso. Vinieron en un auto blanco. Detuvieron la marcha frente a donde estaba el Negro sentado tomando y comenzaron a disparar. El hermano zafó porque tiene un dios aparte”, aseguró una vecina.
Pero si no fuera suficiente con el asesinato a sangre fría del Negro Bravo, en el vecindario el martes al mediodía contaban que todo empeoró desde hace dos años cuando Gendarmería dejó la barriada. “Los balazos son de todos los días. El sábado pasado, a eso de la 1 de la mañana, pasó una moto y dispararon contra toda la cuadra. Empezaron a tirar en Ayala Gauna y siguieron disparando hasta Schweitzer. A un pibe de la otra torre le dieron dos balazos en una pierna. La mayoría de los impactos fueron en la torre 50 y en un Renault Megane de un vecino que está estacionado. No hubo muerto porque Dios es grande”, explicó otra vecina. El crimen de Bravo es investigado por la fiscal de Homicidios Georgina Pairola.
Inhabitable
Como buena parte de los barrios periféricos de la ciudad, el 7 de Septiembre no escapa a la reglas del juego. Los vecinos aseguran que desde diciembre de 2019, cuando Gendarmería fue retirada del barrio, el barrio se transformó progresivamente en inhabitable.
“Con Gendarmería estábamos mil puntos. A las 12 de la noche no andaba nadie en la calle. Y si alguno asomaba la cabeza, se lo llevaban adentro”, explicó un vecino. Cada vecino tiene su anécdota y todos afirman haber sido asaltados o presenciado hechos de violencia.
El lunes, mientras en las entrañas del edificio el ministro Jorge Lagna de Seguridad trataba de encontrarle el punto a la reestructuración de su cartera, una vecina del 7 se encadenó a las puertas sobre calle Santa Fe. ¿Por qué? Una decena de comerciantes de ese barrio, así como de Fisherton y Fisherton Industrial, recibieron una serie de amenazas extorsivas.
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El meollo de esa situación pasa por una gavilla que opera en esas zonas y que determinó que los negocios deben tributarles como si ellos representaran una especie de Afip callejera. Y si no pagan, cierran las puertas o reciben balas. Ayer los comerciantes fueron al Centro de Justicia Penal (CJP) de Mitre y Virasoro y denunciaron la situación ante el fiscal Federico Rébola, de la unidad que investiga balaceras.
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Bravo y respetuoso
Bravo tenía una reputación en la calle. Ninguno de los vecinos que dialogaron con este medio se animaron a navegar en aguas muy profundas a la hora de describirlo, pero dejaron en claro que era un referente que mantenía el equilibrio entre la fauna que suele deambular por Colombres al 1300 bis, zona neurálgica ya que es una artería por donde circulan la mayoría de los colectivos que ingresan o atraviesan los monoblocks.
“Era un tipo de la vieja escuela. Tenía códigos y no se le escapaba nada. Si hacía algo, no jodía a los vecinos”, lo definió un hombre. “Era un tipo respetuoso. Estaba sentado ahí con su cerveza y mientras él estaba nadie se animaba al desmadre. Se las hacía corta: «Amigo, qué pasa». Esta es una cuadra tranquila dentro de lo que es el barrio”, contó una mujer que en su brazo llevaba un tatuaje de su hijo: Jonatan Pérez Santana, de 29 años y asesinado por un tal “Chumbita” el 31 de octubre de 2020 frente a su casa del pasaje Caicobé al 7700.
“El Negro era choro, adicto y también vendía. Pero nunca le debió a nadie. Lo que pasa es que cuando tenía y tomaba, era amigo de todos. Y todos se le pegaban”, lo recordó una persona muy allegada.
Según se pudo reconstruir, el lunes por la noche, y despreocupados de todo, Bravo y su hermano se sentaron a tomar una cerveza y un vino en la vereda de un kiosco de Colombres entre Ayala Gauna y la cortada Caicobé, a 150 metros de la casa donde vivía Ricardo. Como parte del paisaje, un enorme cráter en el pavimento de la calle que al parecer ocasiona accidentes de todo tipo. En la misma vereda, frente a la parroquia Nuestra Señora del Trabajo, estaban sentadas al menos otras dos personas.
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En el 7 nadie desconocía acerca de los ataques a balazos ocurridos horas antes, la madrugada del sábado, en la misma cuadra. Sin embargo al Negro y a su hermano al menos eso no les importó. Alrededor de las 23 un auto blanco pasó por el lugar, detuvo su marcha mínimamente, y el acompañante comenzó a disparar tratando de hacer blanco en Ricardo. Su hermano tuvo mejor fortuna y como estaba adentro del local comprando no sufrió ni un rasguño, aunque había quedado en la línea de los disparos.
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Huellas del ataque a balazos que soportó Colombres al 1300 bis el sábado pasado.
Foto: Celina Mutti Lovera.
El Negro recibió impactos en su abdomen, piernas y en la ingle. Lo llevaron inconsciente en una ambulancia del Sies hasta el Hospital de Emergencias Clemente Alvarez (Heca) donde murió. En la escena del crimen los peritos de Criminalística levantaron al menos ocho vainas servidas. A 50 metros de allí, en Ayala Gauna y Colombres, hay una cámara de videovigilancia pública.
Disputas y conjeturas
“Mirá, acá hace desde principios de año que vienen y tiran. Sabemos que pasan las balaceras pero no sabemos quiénes son. Lo seguro es que quieren la zona. Que es una pelea territorial. Esta zona es de alguien, que no sabemos y es mejor así, y hay otros que se quieren meter. Con la muerte del Negro ya no tienen oposición porque él era un tipo que se plantaba”, contó un residente.
“Estos son los de Emaús, que están tirando porque tienen la bronca con el barrio y con los de Hostal del Sol. Fueron ellos. Jugátela”, agregó otro vecino que conoce la dinámica de los negocios ilegales en el 7 de Septiembre. Donde antes el silencio ante la consulta sobre un homicidio era atronador, hoy los vecinos terminan hablando por hartazgo.
Se terminó la esquina
Amenazas extorsivas a comerciantes, robos y arrebatos a transeúntes, tal como pasa en tantos barrios de la ciudad. Pero ahí no termina el calvario para los vecinos del 7. En lo que va del año, en un radio de tres cuadras por cuatro, se produjeron media docena de asesinatos, uno de ellos por partida doble.
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La lista está conformada por Ramón Esteban Velázquez, de 37 años, asesinado en un lavadero de Martínez de Estrada al 7600 el 17 de febrero; Jorge Morel, de 28 años, ejecutado a balazos en la puerta de su casa de Schweitzer al 7700 el 27 de marzo; Juan José López, de 43 años, muerto a tiros en Fresno al 7700 el 2 de abril; y el doble asesinato de Lautaro “Lauchi” Gómez, de 22 años, y a Mauricio Ezequiel “Carni” Cantero, de 37, en la placita de Martínez de Estrada al 7800 el domingo 30 de mayo.
“Se terminó la esquina. Ven a tres tipos en la vereda, se piensan que son soldaditos y los liquidan”, le dijo un vecino por aquellos días a un cronista de este diario. A esta lista ahora se le sumó el Negro Ricardo Bravo.