La convocatoria a una fiesta barrial en Chubut al 7500, en el barrio Supercemento de la zona oeste, circuló la semana pasada por redes sociales. Como en otros años, el festejo por el aniversario de un quiosco congregó a una multitud. Más de trescientas personas se acercaron en la calurosa noche del sábado a ver un show de música tropical sobre un modesto escenario montado en la calle, bajo los viejos árboles de la cuadra y con guirnaldas de luces como decorado. Había muchos jóvenes pero también familias con chicos que estaban “en lo mejor de la noche” cuando, alrededor de las 2.30, entre la marea de gente empezaron a retumbar uno tras otro los tiros que mataron a Ramón Exequiel Acuña, un chico de 20 años que vivía a ocho cuadras.
Acuña cayó herido con múltiples balazos junto a un utilitario que cortaba la calle, mientras la gente se desbandaba para protegerse de un ataque que pudo tener consecuencias aún peores. “Me levanté con los tiros y vi que la gente corría para todos lados. Esto estaba lleno de motos, bebidas, latitas. Después vinieron tres autos de la policía”, contó una vecina de los monoblocks que se levantan al oeste de la avenida de Circunvalación, en cercanías de Mendoza y Donado. Un vecindario que para algunos es continuación de barrio Belgrano y que otros conocen como Supercemento, el nombre del Fonavi.
Entre las torres de tres pisos de viviendas, con algunas construcciones en los jardines del frente, a la altura de Venezuela se destacan los bancos de madera y banderines de colores del maxikiosco “El de Chubut”. El dueño del local fue quien convocó al festejo del sábado. “Mi hijo se gastó un montón de plata en hacer esta fiesta como agradecimiento a la gente del barrio. En lugar de irse de vacaciones contrató una banda. Pero lamentablemente terminó mal y lo pagó caro”, dijo Rufino, padre del comerciante, quien atendió a este diario con pocas horas de sueño, detrás de un portón del negocio donde se apilaban cajones de bebidas, sillas de plástico y algunos restos de basura de la malograda noche.
“Estaba tan lindo anoche. Habían venido todos los vecinos. Ahora sabemos que esto ya no se puede hacer más”, lamentó el hombre, mientras señalaba a escasos metros la gran mancha de sangre que quedó sobre el asfalto en el lugar donde cayó a Acuña. El chico vivía ocho cuadras hacia el oeste, pero en el lugar donde fue asesinado no lo conocían. Como tantos vecinos, había ido a la fiesta en la que se promocionaba la actuación del músico tropical Chanchi. Más de trescientas personas se agolparon a lo largo de dos cuadras, entre la colectora de Circunvalación y Venezuela, donde cortaba el tránsito una Trafic estacionada en diagonal.
“Los tiros se escucharon a eso de las tres y cuarto, en lo mejor de la fiesta”, dijo Rufino, aunque según el reporte oficial el crimen fue las 2.30. “En ese momento se destacaba el comentario que estaba haciendo el cantante de la banda. Justo estaba hablando de lo que es este barrio, de que barrios como éste ya no se ven”, contó el hombre. Estaba dentro del negocio cuando escuchó tres estruendos y pensó que eran petardos. Hubo más explosiones y al asomarse a la calle vio que “se desparramaba toda la gente, parecía una ola”. Entonces escuchó que algunos gritaban “es Ramoncito, es Ramoncito”, pero no llegó a ver de quién se trataba. Sus hijos le dijeron que entrara a resguardarse y, con la noticia de que habían asesinado a un muchacho, apenas pudo dormir.
Según consta en un parte policial por el crimen, fue el propio dueño del quiosco quien asistió a Acuña. Subió al joven a su auto particular acompañado por su esposa y lo trasladaron hasta el Hospital Clemente Alvarez (Heca). “Se escucharon detonaciones y vi un desorden total, la gente corriendo por todos lados y vi al chico tendido en el piso”, contó a la policía el comerciante, Gonzalo F., de 36 años, quien añadió que siempre suele hacer fiestas en el aniversario de su local pero nunca antes había tenido problemas.
Al ingreso del joven al Heca se constató que tenía 14 orificios de arma de fuego en las piernas, la espalda y el maxilar, además de una fractura del fémur izquierdo. Minutos más tarde falleció. El cuerpo fue luego trasladado al Instituto Médico Legal para la realización de la autopsia, que precisará cuántas de esas heridas fueron por ingreso de proyectiles.
Cuando al lugar llegaron efectivos policiales repartidos en tres patrulleros la gente ya se había desbandado. Los policías marcaron dos círculos de tiza en el asfalto y constataron que las únicas cámaras de vigilancia eran las de quiosco, que no funcionaban. Por la cantidad de disparos que tuvieron al muchacho como único destinatario, todo indica que fue un ataque dirigido a él por broncas personales. La investigación del caso quedó a cargo de la fiscal de Homicidios Dolosos Gisela Paolicelli.
De acuerdo con vecinos, Acuña estaba parado cerca de la Trafic estacionada a la altura de Venezuela y los atacantes llegaron desde el otro extremo, desde la esquina de Chubut y Levene. En ese lugar se había montado el escenario sobre unos pallets de colores, en una ochava que da a un gran terreno sin edificación y desde donde se ve el puente de Circunvalación sobre Pellegrini. “A los que tiraron nadie los vio llegar. No sé si vinieron en moto, en auto o caminando. Le dieron a este chico solo”, contó una señora de la cuadra mientras consultaba las noticias del caso en su celular.
Acuña vivía a ocho cuadras de allí. En ese lugar, un sector de viviendas bajas, sus familiares reunidos en la vereda dijeron que el muchacho “era muy querido en el barrio”, pero optaron por mantener reserva sobre los motivos por los que fue atacado y las circunstancias del crimen. “Era un buen chico, sólo que a veces se metía con quien no debía”, dijo por la tarde una persona del barrio que lo conocía. A esa hora, una decena de jóvenes sentados en silencio esperaban la llegada del cuerpo de Acuña a la sombra de un árbol, frente a la que fue su casa.