El GP de Azerbaiyán se largará muy temprano. A las 8 se dará el vía libre a la vuelta previa y luego las luces rojas se apagarán para darle vuelo al sueño del pibe Franco Colapinto y de un país tuerca, que por primera vez en 42 años, intuye que al fin un argentino puede trascender en la Fórmula Uno.
Seguramente serán muchos más a los habituales los que pondrán el despertador en domingo. Hasta uno puede imaginar que las panaderías serán visitadas temprano para tener las facturas a mano y el mate que pasará de mano en mano. Y todo eso se intuye por lo que viene haciendo Franco Colapinto, el pibe de 21 años, desenfadado afuera de la pista, pero sobre todo dentro de ella.
Que tiene la ambición necesaria, que sabe que está cumpliendo el sueño de su vida pero aspira a que sea su vida misma en los próximos años. Y que le demuestra a sus jefes de equipo en Williams, sobre todo, que la decisión que tomaron de confiar en él fue más que acertada.
Que Colapinto en su segunda carrera en el team inglés haya clasificado a la Q3 es un hecho por demás de significativo. Que haya superado a su compañero de equipo Alex Albon, también. Y no solo en la clasificación, sino hasta en los ensayos del viernes, donde terminó adelante pese a no poder hacer gran parte del primer ensayo por el choque que hizo romper el auto.
Una aprendizaje también a los golpes en la Fórmula Uno
Precisamente, ese golpe contras las protecciones en un circuito callejero traicionero, bellísimo, que transitó por primera vez, le dio la posibilidad de seguir creciendo. Cualquiera se hubiera amilanado, hubiera recordado que, entre otras razones, Franco Colapinto reemplazó a Logan Sargeant porque el estadounidense se pegaba seguido. Pero él no.
Aunque pueda volver a pasarle, aunque en Monza también se fue de largo en la Parabólica y pisó afuera de la curva de Lembo en clasificación, Colapinto fue al frente, aceleró siempre. De hecho sacó sus tiempos con leves roces sobre las protecciones con su rueda trasera izquierda en la curva del Castillo, la que dijo que “se te para el corazón”. Fue siempre al límite, como deben hacer los que quieren traspasar los umbrales.
Y si a eso se le suma que no come vidrio, que no se la cree, que ante las expresiones triunfalistas de los periodistas argentinos que lo consultaron los frena en seco, entonces se está en presencia de alguien que sabe hasta donde arriesgar, pero que arriesga.
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La última vez que se vio algo así en un piloto argentino fue quizás cuando Gastón Mazzacane contuvo varias vueltas bajo la lluvia a Mika Hakkinen en Indianápolis 2000, o al Poppy Larrauri en Mónaco 88 con el incontrolable EuroBrun. Pero poco o casi nada pudo hacer el baigorriense y menos el platense, ni en Minardi en ese 2000 ni en las pocas carreras en Prost al año siguiente. Tampoco Esteban Tuero se lució con el Minardi en todo el 98 y Norberto Fontana hizo lo que pudo en las cuatro carreras del 97 con el Sauber.
Retroceder en el tiempo hasta Reutemann
Pero para remontarse a una actuación así hay que ir hasta la última carrera de Carlos Reutemann, el 21 de marzo de 1982 en el desaparecido Jacarepaguá, donde clasificó 6°, a más de 1,3 de Alain Prost. Colapinto quedó a 1,165s de Leclerc en un circuito mucho más largo, más allá de que ocupó el noveno lugar final.
Por eso. Lo dicho. Pese a la piña del viernes, ya el sábado en la última práctica había sido 9° y en clasificación la rompió. Pasó sin problemas la Q1. Aceleró todo en el segundo intento de la Q2 para pasar de 11° a 6° y el mismo equipo le hizo saber la hazaña por radio, agregando que había terminado delante de su compañero de equipo. Todo un detalle. Y en la Q3 mejoró su segundo registro para sacarle la posición a Albon.
Ahí nomas de los campeones
Que en esta, su apenas segunda experiencia y en un dibujo que no perdona errores, largue 9°, a solo medio segundo del tricampeón Verstappen, a menos de 3 décimas del heptacampeón Hamilton y a menos de dos del bicampeón Alonso en un circuito largo de 1m 42s la vuelta, hablan a las claras de que Colapinto tiene potencial en serio.
Se dijo en estas líneas que ahora correspondía subir la vara. Que la F-1 no perdona vacilaciones. Y Franco Colapinto lo hizo. Más allá de lo que ocurra en la carrera, dio que hablar y cómo. El argentino tiene ocho GP por delante. Avisó que llegó para quedarse.