Tras el asesinato con dos tiros en la cabeza al joven Lucas González por policías vestidos de civil que jamás se identificaron, no cabe dudas que la retórica policial y los cómplices que se hacen eco de ella, gozan de buena salud.
Por Laura Vilche
Tras el asesinato con dos tiros en la cabeza al joven Lucas González por policías vestidos de civil que jamás se identificaron, no cabe dudas que la retórica policial y los cómplices que se hacen eco de ella, gozan de buena salud.
Los argumentos de la policía sobre el uso de armas, en general, sigue siendo un instrumento poderoso que enlaza al Estado, la violencia institucional, la política y los discursos punitivistas. Todo documentado por la historia, la literatura, el cine y la prensa.
Basta hojear los diarios durante la última dictadura cívico militar y eclesial, incluso ejemplares de La Capital de aquella época, para encontrar cientos de titulares e informaciones como esta: "Cae subversivo en confuso enfrentamiento contra las fuerzas de seguridad".
Y si bien la Justicia comprobó, juzgó y condenó a quienes supuestamente defendían a la patria por entonces, quedó en claro que esas informaciones eran tan falsas como las fake news actuales y las adhesiones aún palpitan en funcionarios y varios sectores de la sociedad.
Las primeras noticias que se publicaron a horas del asesinato de Lucas, también hablaron a coro de "confuso enfrentamiento" y hasta se trató al muchacho de "ladrón" ya los amigos que lo acompañaban como "delincuentes".
En los años de plomo la información llegaba de primera mano del Ejército y de la policía, y de manera cómplice se la replicaba sin chistar.
De ese modo actuaban los principales diarios del país; así presentaban las noticias, relataban, ocultaban, mentían, seleccionaban las fotos, redactaban editoriales. Mientras, hay que decirlo, unas aisladas, pocas, valientes y críticas imágenes y relatos, tomaban distancia de ese estilo perdiéndose en un mar de delitos y cretinadas.
Cuesta pensar que ahora, cuando la prensa nacional y opositora al oficialismo publica datos tan falaces y corporativos como los del episodio donde asesinaron a Lucas, las fuentes y complicidades sean muy disímiles a las de años atrás.
Pasaron 45 años en democracia, pero el lenguaje policial, tanto el de las fuerzas federales como provinciales o metropolitana, sigue fiel a su estilo y, para peor, se reproduce en boca de personajes, cargadas de discriminación y hasta de odio .
Odio que no es categoría caprichosa. Es una variable que tomó un grupo de investigadores para analizar los discursos que se expresan así, en distintos rincones del país y, vaya sorpresa, la región centro que engloba a Santa Fe, Córdoba, Entre Ríos y La Pampa ocupa el primer lugar en el podio al momento de usarlos . La nota de ese trabajo de científicos del Conicet fue publicada justamente este sábado en este diario.
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Lamentablemente los de la región odiadora no estamos solos al hablar. Nos acompañan unos cuantos personajes ligados al poder político, cuando de armas y violencia va el debate.
Hace tres años, en noviembre de 2018, en plena Semana Mundial del Desarme, Patricia Bullrich en defensa de la política de mano dura dijo muy suelta de cuerpo: "El que quiera andar armado, que ande armado, el que no quiere que no ande armado. La Argentina es un país libre ", dijo la misma Bullrich que había defendido al policía Luis Chocobar , símbolo de seguridad del macrismo, condenado por la Justicia por homicidio agravado en cumplimiento de su deber al matar a un asaltante por la espalda.
Ese mismo año, el ex ministro de Seguridad santafesino, Maximiliano Pullaro declaró ante la prensa: "La policía que yo conduzco tiene armas y las va a usar". Lo declaró mientras recorría el Instituto de Seguridad Pública (Isep) horas después de que un vecino de la zona oeste había denunciado violencia policial. Pullaro aseguró que los agentes actuaron "correctamente" porque había habido "resistencia a la autoridad".
Más cerca en el tiempo, el año pasado, un cruce entre la ex ministra de Seguridad Sabina Frederic y el actual ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, Sergio Berni, se dio en torno al uso de armas Taser. La funcionaria rechazaba el uso de esas armas no letales y Berni la chicaneó al decirle que ella "nunca", había estado "con un arma por el 9 de julio con 200 personas esperando cruzar el semáforo".
Antes de las últimas elecciones otro discurso repudiable, entre tantos. Nada menos que el del ahora elegido diputado nacional bonaerense por Avanza Libertad, José Luis Espert.
Tras conocerse el espantoso asesinato de un kiosquero en La Matanza, Espert pidió "cárcel o bala" como toda salida a la inseguridad y se explayó: "Transformemos en queso gruyere a un par de delincuentes como los de ayer".
Y después de que hablaron las urnas y que un custodio del diputado nacional electo de la ciudad de Buenos Aires por La Libertad Avanza, Javier Milei , amenazó desde el escenario de su búnker con un arma se escuchó de boca del propio legislador: "Si los honestos portasen armas, habría menos delincuencia ".
Pocos días después de esa expresión de odio, mataron a Lucas. Le decían "Cachi", era un jugador de Barracas Central, la misma camiseta del presidente de AFA, lo que posiblemente explica no solo el duelo de su club sino también el dispuesto por AFA.
Un adolescente más que peligroso, en peligro. Aunque aún nadie organizó una marcha masiva por él en el país ni se levantó como bandera un "Todos somos Lucas", tampoco "Todos somos Pocho Lepratti", "Todos somos Bocacha" o "Todos somos Facundo Astudillo Castro". Todos jóvenes que no eran delincuentes pero fueron descarnadamente asesinados por la policía.
Nos inunda una sensación colectiva luctuosa. Incluso con el paso de los años, los días y las horas: duelen las balas tanto como las mentiras, sus adhesiones y complicidades.