Desde que era un niño, Federico Coria soñaba con ser tenista o jugador de fútbol. La primera opción era casi una tradición familiar. Su papá, Oscar, un reconocido entrenador. Su hermano mayor, Guillermo, “El mago”, llegó a estar número 3 del mundo.
Desde que era un niño, Federico Coria soñaba con ser tenista o jugador de fútbol. La primera opción era casi una tradición familiar. Su papá, Oscar, un reconocido entrenador. Su hermano mayor, Guillermo, “El mago”, llegó a estar número 3 del mundo.
Y aunque admite que no recibió presiones, y eligió lo que le gustaba, no duda de que existió una enorme influencia a partir de lo que absorbió desde muy chiquito.
“Crecí admirando a mi hermano. El me lleva diez años así que cuando estuvo en lo más alto de su carrera yo era un pibe. Me resultaba tremendamente difícil tener ídolos deportivos por fuera de Guillermo. Muchos años después pude sentir que también admiraba a (Lionel) Messi y a (Marcelo) Gallardo, son los que de alguna manera derrumbaron esa muralla”, se sincera.
Federico acepta la entrevista mientras está en Ecuador (luego irá a Perú y a Uruguay), en el tramo final de los torneos de 2023. El mes que viene comenzarán las ansiadas vacaciones.
Se muestra locuaz, atento, sensible. También es posible advertir que tiene una gran determinación y que la disciplina y el orden son fundamentales en su vida, tanto profesional como personal.
El tenista obtuvo cinco títulos en la categoría ATP Challenger Tour (cuatro en singles y uno en la modalidad de dobles). También ganó varios Futures, en individuales y dobles.
Desde sus inicios como profesional se enfrentó a jugadores de primer nivel, entre ellos, (Renzo) Olivo, (Marco) Cecchinato, (Hugo) Dellien, (Bemoit) Paire, (Christián) Garín, (Jaume) Munar, (Pablo) Carreño Busta (en una de las más vibrantes victorias de su trayectoria), (Francisco) Cerúndolo y Albert Ramos Viñolas.
En febrero de 2023 llegó a estar entre los primeros 50 del ranking.
El tenista, que nació en Rosario, se crió en Venado Tuerto (donde viven sus padres) y hace base en Buenos Aires el poco tiempo en el que no está viajando por el mundo, tiene una larga trayectoria como tenista. Si bien se siente un agradecido por la vida que lleva -y ha tenido muchos reconocimientos y logros- dice que la autoexigencia y algunos errores, que lo complicaron a la hora de encarar el trabajo a lo largo de los años, le dejaron unos cuántos sabores amargos.
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De esos momentos duros, Federico rescata el aprendizaje. La fuerza que sacó a partir de un profundo análisis interior y el apoyo incondicional de sus seres queridos, entre los que pone en un lugar especial a Florencia, su novia, y la mujer con la que planea casarse en 2024.
Capítulo aparte para sus entrenadores, Alejandro Fabri actualmente, y su equipo, ya que sin ellos, afirma, no sería posible seguir vigente en el archi competitivo mundo del tenis internacional.
-Estamos en una etapa del año donde imagino que sentirás mucho el cansancio...
-Estimo que apenas regrese a la Argentina iremos unos días a Pinamar con mi novia Florencia y como trato de hacer siempre, visitar a mis padres en Venado Tuerto, a mis hermanos Guillermo y Román y a todos mis sobrinos. Estar con ellos es algo que valoro un montón. Una de las cosas que menos me gustan de esta carrera es estar a la distancia, perderme muchas cosas familiares, ver cómo crecen los hijos de mis hermanos. ¡A una velocidad enorme! y no estar todo lo que quisiera...Soy muy familiero.
-Estás en pareja. ¿Puede acompañarte tu novia en esta profesión tan particular?
-Flor es administradora de empresas y me acompaña todo lo posible. Su presencia es muy importante para mí. De hecho, ella fue artífice de mi gran cambio hace unos años. En ese entonces, creo, yo que estaba “coqueteando” con mi profesión y, literalmente, el tenis me estaba dejando a mí. En realidad digamos que son muy pocos los que pueden darse el lujo de dejar el tenis, casi siempre es al revés. Pero volviendo a lo personal, estaba en un momento muy complejo. Y aparecieron mi nuevo entrenador, Andrés Schneiter, y conocí a mi novia, se dio todo junto. Ellos me inculcaron esa mentalidad de mucha disciplina y también, por qué no, un perfil ganador. Flor fue y es un gran sostén.
-En tus redes sociales mostrás ese vínculo y en las últimas fotos quedó claro que se van a casar...
-(se ríe) Es que soy medio chapado a la antigua y le pedí que se casara conmigo en un día especial, al lado del mar, mientras estábamos de viaje. Con la mamá de ella que me ayudó pude hacer el anillo de compromiso. Es más, hablé primero con los padres de Flor para ver si estaban de acuerdo con lo del matrimonio, así que cuando me dieron el aval, fui para adelante. Lo que se ve en esas fotos es así, un recuerdo hermoso. El año que viene hay casamiento...
-Mencionaste aquel momento complicado en tu carrera (a los 19, siendo profesional). ¿Cómo lo viviste y qué sacaste de todo eso?
-Es que había perdido la fe en mí. No lograba involucrarme para ser 100% profesional. Habían pasado ya muchos años de jugar pero, no sé bien como explicarlo, no lograba darlo todo. Yo no faltaba a los entrenamientos, era prolijo en eso, pero algo no estaba funcionando. Pero en mi vida aparecieron Flor, y mi entrenador, que me dieron ese gran impulso. Cambié muchas cosas, no solo mi mirada competitiva sino mi alimentación, el tiempo dedicado al descanso, todo. Igual fue un proceso, no es que se dio de un día para el otro.
-Y te afectaba la mirada o la opinión de tu hermano Guillermo...
-Mirá, él fue siempre mi ídolo. Pensá que a los 13 se fue a vivir a los Estados Unidos. Le tocó muy duro. Yo lo veía algunas veces por año y hasta me costaba verlo como lo que era, mi hermano. Nunca tuve presiones. El peso en todo caso estaba por el hecho de ser Coria. En cualquier cancha del mundo que pisaba era el hermano de Guillermo Coria. Y me pasaba de estar jugando y escuchar: ¡este no tiene ni medio talento al lado del hermano! Lo padecía. Yo no quería ser mirado diferente, pero eso pasaba. De hecho, te cuento algo, a los 15 yo no quise jugar más. Paré como nueve meses, me alejé. Había dejado el colegio para convertirme en tenista pero no lo estaba disfrutando, no lo pasaba bien. Y debo decir que nadie de mi familia me impuso nada, ni me obligó a nada, incluso mi viejo que como entrenador sabía lo que yo podía dar. Pero bueno, volví. Fueron pasando etapas distintas, momentos diferentes. En el tenis te acostumbrás a perder más que a ganar y para una mentalidad como la mía eso no era fácil. Pero te aseguro que hoy me cuesta más perder a la Play o a las cartas que al tenis. Ahí me pongo loco, es algo que no puedo terminar de manejar (se sonríe).
-¿Cuál es el momento que más disfrutase de tu carrera?
-El momento que más disfruté fue cuando jugué la Copa Davis en Buenos Aires con mi hermano de capitán. Con la compañía de mi familia, mis amigos y mi novia cerca, en un estadio tan importante como el Guillermo Vilas en el Buenos Aires Lawn Tennis. Fue muy movilizante a nivel carrera y familiar. Después tengo un montón de torneos muy lindos que no olvidaré, pero ese sin dudas fue un momento destacado en mi vida.
-¿El momento más duro?
-Cuando sentí que había hecho un cambio grande y a pesar de eso no se me daban los resultados. Eso fue a principio de 2019. Era una época en la que estaba muy mal porque sentía que estaba muy cerca ¡y de verdad lo sentía! Estaba a un paso de que pudiera pasar algo bueno pero me iba quedando sin opciones, y se me había acabado el tiempo. Fue en una gira que pude revertir esa situación y gané mi primer Challenger que es la antesala a los torneos que habitualmente vemos en la televisión y mi carrera cambió. Pero fue muy duro. Estaba haciendo todo para que se me den las cosas pero no llegaba.
-¿Te reprochás algo? ¿Qué le dirías a alguien que comienza una carrera profesional en el tenis u otro deporte?
-Primero, los errores que cometí tienen que ver con que si bien siempre fui muy responsable y nunca falté a un entrenamiento, yo no preguntaba, no me interiorizaba con el tenis, no pedía algo en especial al profesor. En una parte mía me daba igual si no entrenaba del todo bien. Iba a cumplir más que a prestar atención, a disfrutar. Cuando pude cambiar eso cambió todo. Desde mi humilde lugar a alguien que comienza en esto o a mi yo más chico le diría que no se excuse detrás de nada, como hice yo, que ponía excusas para no intentarlo al 100% por miedo a no llegar. Ese era mi gran temor: poner todo y no cumplir mis objetivos. Me fui mintiendo muchos años y perdí mucho tiempo. A los que están arrancando les diría que lo den todo, que intenten el 100% aunque no se de, porque así van a estar mucho más tranquilos, pase lo que pase.
-¿Cómo definís al mundo del tenis?
-Súper competitivo. Un ambiente raro en un punto, porque por ejemplo, si bien yo tengo una buena relación con casi todos, lo real es que a la vez esas son las personas que están luchando por los mismos sueños que vos. Es como un Gran Hermano anual. Acá desayunamos, almorzamos, cenamos en los mismos lugares. Cuando vamos a los torneos nos vemos más que lo que vemos a nuestras familias, sin embargo estamos luchando por lo mismo. Somos competencia. El tenista es medio extraño, es muy competitivo, pasamos mucho tiempo solos, nos perdemos un montón de cosas pero que quede claro que soy un agradecido, estoy muy contento de poder tener la vida que tengo.
-¿Cómo te ves en los próximos diez años?
-Me veo casado, con dos hijos. Ojalá podamos. Me gustarían un varón y una nena (sonríe). Y seguir ligado al tenis en la formación o en el profesionalismo. Me tira mucho la parte formativa, el poder trabajar con nenes y nenas, pero bueno, se verá para que estoy.