Cada vez más se escucha hablar aquí, allá y en todas partes sobre los millennials, que hacen esto, que prefieren aquello, que no se van de la casa de los padres ni que los echen a escobazos, que saben vivir la vida y disfrutarla mejor que sus mayores, pero para la gran mayoría el grupete resulta totalmente inasible, con la etiqueta no basta para definirlo, hay que ir más allá, sino hay que ver la desesperación que tiene los expertos de marketing y los consultores políticos que sueñan con poder venderles sus productos.
Son, y eso esto está claro como el agua clara, el blanco deseado de las campañas publicitarias de las grandes marcas, que buscan la bendición de estos jovenzuelos que no se casan nadie, solo con su deseo que, en general, no está en línea con el de sus padres y no busca ni la estabilidad económica ni emocional, aman las emociones fuertes, la naturaleza y la libertad y no están dispuesta a negociarla por nada ni con nadie, por eso son un gran dolor de cabeza los que quieren llevarlos de las narices.
Por eso, aunque no solo por eso, son criticados, a nadie le gusta lo que hacen o como piensan, más que nada porque hacen y piensan como le gustaría hacerlo al resto pero no se animan. Los baby boomers, la generación que estalló con las libertades de los primeros años 60, el hippismo, los Beatles y el amor libre, sufrieron tantas carencias, les costó tanto hacer su casa o comprar su primer auto, que pusieron en un pedestal altísimo a los bienes materiales y los veneraron como semidioses, como van a soportar su desapego.
Sus padres, la famosa Generación X, que inmortalizaron en el cine Winona Ryder, Ethan Hawke y Ben Stiller en el filme "Reality Bites", no los entienden, y es lógico que sea así, no son nativos digitales como ellos, gritaron como un gol en un clásico cuando cambiaron el viejo Walkman por un reproductor de MP3 y de chicos a las computadoras las veían en "Viaje a las Estrellas" por televisión y no tenían ni idea para qué servían. Peor, la primera vez que se subieron a un avión ya estaban creciditos.
Enfrentarse a la primera generación global no es nada fácil, y hay que entenderlo, la primera vez que viajaron a Europa la familia les hizo una fiesta de despedida, con los tíos, los abuelos y hasta los primos del pueblo, que viajaron especialmente para el gran acontecimiento. Los pibes llevan el pasaporte en le bolsillo, como ellos llevaban el DNI durante la dictadura, si no quería pasar la noche en un calabozo. Para ellos, amanecer en Rosario, dormir la siesta en Río y salir de caravana en Barcelona, todo en un mismo día, es lo más natural del mundo.
En su vida desplegaron un mapa, aunque tiene la vaga idea de haber visto un planisferio colgado en el pizarrón en la primaria, pero no se pierden nunca. No se pierden una, y lo hacen así nomás, casi sin quererlo, les basta mirar la pantalla de esa cajita mágica que llevan todo el tiempo en la manos y listo el pollo, saben si su banda favorita estrenó un tema nuevo o si se suspendió el parcial de Audioperceptiva o cuánto tiempo lleva preparar un rico cus cus, porque, amantes de los animales, prefieren los vegetales al estofado.
No son revolucionarios, aunque sí militantes, nunca oyeron hablar de la tercera posición y si lo hicieron les pareció una pavada, saben que tomar partido es inevitable y cuando abrazan una causa lo hacen con fuerza y convicción, si tienen que poner al sistema de cabeza lo van a hacer, si es posible amablemente, aunque no es condición sine qua non. Le huyen a la manada, son individualistas y pueden resolverlo todo con el celular, desde pedir un turno al médico como comprar un repuesto para el calefón.
Si no saben algo escriben la palabra mágica -Google- y un tutorial los ilumina. Su máxima es "siempre hay un mexicano o un gallego que sabe cómo se hacen las cosas y cómo explicarlo". Lo tienen totalmente incorporado, y es que en casa siempre hubo una computadora, que nadie sabía bien cómo usarla, pero ahí estaba y ellos se las ingeniaron para sacarle el jugo. Hoy la usan solamente para matar el tiempo de la cuarentena jugando al Fortnite en línea y, cuando no los ven, para espiar Pornhub.
Pronto van a tener que vérselas con su versión 2.0, los centennials, que llevan la tecnología en su ADN y amenazan, con sus extraordinario talento para hacer mil cosas a la vez, destronar a sus hermanos mayores. Pero todavía habrá que esperar un tiempo para verlo, todavía los reyes de la casa son los millennials. Los llamaron despectivamente la generación "nini", ni estudian, ni trabajan, y que lo hicieran les importó nada, ellos saben lo que quieren y cómo lo quieren, con eso les basta y sobra.