No es una carrera más la del Gran Premio de México para Franco Colapinto. Será la primera de su vida en un país latino de América y la segunda vez que un argentino pise ahí, después del Poppy Larrauri. Y como está en modo homenaje a sus antecesores argentinos en la F1, usará un casco símil al del Lole Reutemann.
México será la carrera en la que seguramente más argentinos habrá, antes del GP de Brasil, por supuesto. Pero también la primera en que más arreciaron los rumores en cuanto a su futuro en la Fórmula 1 para la temporada 2025. Sin tener que hacerse cargo de los mismos, se habla de que la continuidad puede depender de la salida del ídolo local y con quien más felling tiene: el azteca Sergio Checo Pérez.
Vaya paradoja. No es más que una versión, pero de un periodista con años en la F-1 (el inglés Joe Saward, un habitué de los paddocks). El río está sonando y los movimientos de los últimos tiempos parecen que tienen fundamento.
¿Argentino por mexicano, al revés de 1980?
Y si así fuera, si la continuidad de Colapinto depende de la salida de Checo, podría ser hasta una cierta revancha histórica a la de la temporada 1980, cuando fue el mexicano Héctor Rebaque y los dólares de la petrolera estatal Pemex los que lo dejaron sin asiento en Brabham a mitad de temporada al sanjuanino Ricardo Zunino.
Leer más: El homenaje a Carlos Reutemann
Rebaque fue el mexicano que continuó el legado trunco de los hermanos Ricardo y Pedro Rodríguez de la Vega, los pioneros de ese país en la Fórmula 1 y por el cual el autódromo lleva su nombre.
Por entonces también acompañaba Moisés Solana en la F-1. Y después de todos ellos llegó Sergio Pérez, acompañado algunas temporadas por Esteban Gutiérrez. Fueron los únicos mexicanos en toda la historia de la F-1, y Checo sin dudas su más importante representante, más allá de lo que despertaron los Rodríguez.
El primer héroe de México en la F-1
Es que Ricardo Rodríguez empezaba a asomar como una estrella, Ferrari le dio el lugar pero todo terminaría en desastre en el primer GP mexicano de 1962. Como el país recién se sumaba al circo de la F-1, era tradicional por aquellas épocas que la primera edición fuera sin puntos. Entonces los autos de Maranello no se presentarían y dejarían al mexicano en una incómoda posición, sin butaca para mostrarse en su territorio.
Finalmente le prestaron un Lotus-Climax, pero todo venía torcido y se mató en uno de los entrenamientos libres. Ya había marcado el mejor tiempo pero volvió a pista y ocurrió la tragedia. Siguió de largo en la curva peraltada, la más característica (y de tantos otros autódromos por entonces) de ese circuito construido por su papá y el auto se partió en dos con el piloto adentro.
Recién en 1963 se correría por los puntos, ya con Pedro Rodríguez como asiduo participante junto a Solana y muy buenas actuaciones. Pese a esa tragedia inicial, el GP se fue realizando con éxito. Pero en 1971 todo cambió.
Es que antes de su disputa, que siempre era para final de temporada, esta vez fue Pedro Rodríguez el que se mataría en una carrera de resistencia en Alemania. El GP se canceló y desde entonces el autódromo se rebautizó como los Hermanos Rodríguez. Pero no sin muchos vaivenes, estados de abandono y reconstrucción.
Leer más: Autos a escala, el efecto Franco Colapinto
Por eso volvió por unos años a finales de los 80 y principios de los 90, y luego recién cuando Checo empezó a ser una figura muy importante. Ahí se disputaron 23 GP (desde 2021 se lo renombró GP Ciudad de México). El del domingo será el 24.
El Poppy, el único antes de Franco Colapinto
Y será además el segundo en que largará un piloto argentino, ya que curiosamente se corrió en periodos de ausencia nacional en las pistas de F-1. En los 70 y principios de los 80, cuando Reutemann dominó la escena, con esporádicas participaciones de Zunino y menos de Miguel Ángel Guerra; y en los finales de los 90 y principios de siglo, cuando fueron los tiempos de Norberto Fontana, Esteban Tuero y Gastón Mazzacane, nunca hubo carrera en los Estados Unidos Mexicanos. Dicho honor lo tuvo solo Oscar Larrauri y fue su carrera más especial.
Es que el Poppy venía de brillar en la clasificación del GP de Mónaco de 1988, con un inédito 18º lugar, pero no llegaría al final pese a una magnífica actuación que lo tendría 14º al momento en que se le bloquearon las gomas delanteras y terminó contra el guard rail en el giro 14. Pero en la carrera siguiente del Hermanos Rodríguez tendría revancha. Al menos no quedó de a pie como le pasó casi siempre.
Siempre con el modesto EuroBrun, que se rompía por cualquier cosa, largó 26º y último ese 29 de mayo de 1988 (otros cuatro pilotos quedaron afuera en la clasificación), para finalizar 13º. Eso sí, a cuatro vueltas de Alain Prost, tal la diferencia con los autos de punta.
Larrauri solo terminaría ese GP, y el de Alemania, en el 16º lugar, así que en el trazado mexicano (hoy está completamente modificado respecto a aquél) redondeó su mejor actuación en las 8 presentaciones en Fórmula 1.
Ahora será el tiempo de Colapinto, en su primer GP en un país latinoamericano, la segunda carrera en América considerando cualquier categoría internacional. Homenajeando a Reutemann con su casco, en México prolongará la huella del Poppy.