La impotencia de la comunidad internacional ante la matanza que comete todos los días la Rusia de Vladimir Putin en Ucrania tiene alternativas, aunque no sean las que pide el presidente ucraniano, Volodimir Zelenzki: una zona de exclusión aérea que la Otán se niega de plano a estudiar, y la provisión de armas pesadas, como tanques y cazas, también rechazada por la Alianza Atlántica. Ian Brzezinski, quien fue subsecretario de Defensa de la Otán, propone un objetivo menos ambicioso: crear una zona “humanitaria” de tregua en la zona occidental de Ucrania, con fuerzas de paz de la Otán. La idea fue publicada en el sitio web de la institución Atlantic Council.
La Otán se ha tambaleado ante las amenazas de escalada de Vladimir Putin. Su ruido de sables nuclear ha llevado a los aliados a retirar sus fuerzas de Ucrania poco antes de que el dictador ruso lanzara su invasión, los ha convencido de que una zona de exclusión aérea debería estar fuera de la mesa, e incluso ha bloqueado efectivamente la transferencia de aviones de combate MiG-29 polacos a Ucrania. Si consigue la victoria en Ucrania, es probable que Putin continúe con sus ambiciones revanchistas y actúe contra otras naciones europeas, posiblemente incluso las de la Otán. Así lo advirtió él mismo en su discurso previo a la invasión.
Cuanto más se aleje la Alianza de ejercer su poder para ayudar a defender a Ucrania ahora, más probable será que Putin se sienta envalentonado, y más se empañará la credibilidad de la OTAN a los ojos de sus Estados miembros de Europa Central y Oriental de primera línea. Por ello, la Otán debe garantizar la derrota de Putin en Ucrania.
Con tanto en juego, la Alianza debería ayudar a Ucrania a establecer una zona humanitaria de no-conflicto en el oeste del país, que actualmente permanece libre de tropas rusas.
Construida en torno a un núcleo terrestre y aéreo de la Fuerza de Respuesta de la Otán, debería desplegarse una presencia de fuerzas para asegurar el territorio de esa región, en gran parte no disputado, dejando claro a Moscú que se trata de una medida puramente defensiva. Para ello se dejaría un espacio considerable entre la zona humanitaria y las tropas rusas que actualmente ocupan el territorio ucraniano a cientos de kilómetros al este.
La zona de no-conflicto lograría varios objetivos a la vez. En primer lugar, permitiría una mayor asistencia internacional in situ para los numerosos desplazados y heridos ucranianos que sufren la brutalidad indiscriminada de Putin, a los que es mejor atender dentro de su propio país y no en el extranjero. En segundo lugar, ayudaría a garantizar la perpetuación territorial del Estado ucraniano. Y en tercer lugar, liberaría a las fuerzas ucranianas que ahora operan en el oeste de Ucrania (que están protegiéndose de posibles incursiones desde Bielorrusia y Moldavia) para concentrarse más eficazmente contra las fuerzas rusas que avanzan sobre las ciudades más al este.
El riesgo de escalada del conflicto sería manejable. Aunque la fuerza protectora tendría que ser capaz de defenderse de posibles ataques rusos, su despliegue no implicaría ninguna acción ofensiva. El equilibrio de poder subyacente y los principios de disuasión que han tenido éxito en el control de la escalada entre Moscú y Occidente durante las últimas siete décadas permanecen fundamentalmente inalterados. Además, Vladimir Putin tendría que decidir si ataca o no la zona de no conflicto, y el pobre rendimiento de sus fuerzas en las últimas semanas sugiere que tal movimiento sería poco probable, para no enfrentarse a la superioridad militar de la Alianza (además de su actual lucha con los ucranianos).
El alegato del presidente Volodimir Zelenskyy es el de una nación europea democrática a la que se le arranca su soberanía por la fuerza militar, algo que no habíamos presenciado en esta magnitud desde la Segunda Guerra Mundial. El resultado de este conflicto definirá no sólo el futuro de la seguridad europea sino también la relevancia de la Otán como institución. Por eso debe afrontar este momento con lo único que Putin entiende y respeta: la acción decisiva.