Le trajeron la pastilla blanca en un cáliz de barro. Antes se había tomado de las manos con sus
dos terapeutas y expresado confianza en el efecto de la píldora.
Se la tragó, se acostó en un sillón con los ojos cubiertos, y esperó. De
repente, se produjo una sensación súbita, única. “El mundo estaba hecho de joyas y yo me
encontraba en una cúpula”, recordó. Rodeada de colores brillantes, que parecían un
caleidoscopio, vio que la cúpula se abría y dejaba entrar “una luminosidad increíble, que
hacía que todo se viese más hermoso”.
Así relató Nicky Edlich, de 67 años, su primera experiencia con una
droga psicodélica el año pasado.
Asegura que la ayudó mucho en su tratamiento para combatir la ansiedad
derivada de un cáncer de ovario avanzado.
Para los investigadores, fue otra prueba de que las drogas alucinógenas
podrían ayudar a los médicos a combatir condiciones como la ansiedad asociada con el cáncer y
problemas de estrés postraumático.
El estudio de la Universidad de Nueva York (NYU) en que participó Edlich
es uno de varios que se llevan a cabo en Estados Unidos y otros países empleando drogas como LSD,
MDMA (éxtasis) y psilocibinos, el principal ingrediente de los “hongos psicodélicos”.
Las investigaciones están en sus etapas preliminares.
“Hoy hay más investigaciones psicodélicas que nunca antes en los
últimos 40 años”, afirmó Rick Doblin, director ejecutivo de la Asociación Multidisciplinaria
de Estudios Psicodélicos, que paga por algunos de esos estudios.
Agregó que más de 1.200 personas asistieron a una conferencia en
California sobre ciencia psicodélica en abril.
Las investigaciones no son sencillas, señaló, porque el gobierno no
aporta demasiado y a las empresas farmacéuticas no les interese invertir en un producto que no
podrán patentar.
“Sigue habiendo mucha resistencia”, dijo David Nichols,
profesor de química medicinal de la Purdue University y presidente del Instituto Heffter, que apoya
el estudio de la NYU. “Los hippies de los 60” y la cobertura que le dio la prensa a
estas drogas “dejó un sabor amargo en el paladar del público”.
“Cuando le dices a alguien que estás tratando a una persona con
psicodélicos, lo primero que piensa es en los hippies”, manifestó.
La sala de la NYU donde tomó por primera vez la droga no tiene nada
especial. En las paredes hay fotos de paisajes y de arte abstracto, una mesa con flores y una
vasija con frutas junto a una ventana. Junto al sofá hay una alfombra oriental.
“La idea es crear un ambiente similar al de una sala de
estar”, que lo relaje a uno, expresó el líder del estudio, Stephen Ross.
Edlich, quien tuvo que dejar de enseñar francés en una escuela privada a
raíz del cáncer, apostó a las drogas psicodélicas porque le preocupaban varias reincidencias de su
cáncer de ovarios y le tenía miedo a la muerte y al sufrimiento que su condición podría causarle a
su familia. “Sentía una profunda tristeza porque se me acababa la vida”, comentó. Y
surgieron algunas preguntas existenciales: ¿Para qué seguir viviendo? ¿Cuál es el sentido de todo?
¿Cómo seguir adelante?
Cuando oyó hablar del estudio de la NYU, se interesó de inmediato.
Es bien sabido que la psilocibina provoca intensas experiencias
espirituales que duran entre cuatro y seis horas. Un estudio del 2008 indicó que 14 meses después
de haber ingerido una sola dosis de la droga, la mayoría de los voluntarios sin enfermedades que
participaron en el proyecto dijeron que todavía sentían el efecto y se comportaban mejor debido a
la experiencia. Afirmaron asimismo que la droga había producido una de las cinco experiencias
espirituales más fuertes de sus vidas.
Los expertos subrayan que uno no puede tomar psilocibina por su cuenta
porque puede ser nociva y causar ansiedad y paranoia.
El estudio de la NYU trata de determinar si la droga puede complementar
los nueve meses de psicoterapia que recibe cada participante. El objetivo de la terapia es que los
pacientes lleven una vida mejor en el tiempo que les queda.
Durante el estudio el paciente consume drogas dos veces (psilocibina una
sola vez), en el mismo salón donde recibe terapia psicológica. Edlich llevó fotos de su hijo, sus
nietos y su compañero. La acompañaron dos terapeutas en los que confiaba, que estarían con ella
mientras durase la experiencia.
La ceremonia se hizo siguiendo un viejo ritual, incluido el uso del
cáliz y tomarse de las manos.
Después de ingerir la pastilla, Edlich se puso a hojear un libro de arte
durante una media hora, a la espera que la droga hiciese efecto. Luego se recostó en el sofá y
escuchó música con audífonos, con los ojos cubiertos.
Al margen de la cúpula y los colores, Edlich tuvo otras dos experiencias
relacionadas con partes de su vida, de las que no quiso hablar. “Me produjeron mucha tristeza
y dolor”, expresó, pero también la ayudaron a comprender lo que realmente importa en las
relaciones humanas, según cuenta.
Se sentó y habló con sus terapeutas sobre lo que experimentaba. Luego de
nueve horas en el salón, se fue a su casa y escribió 30 páginas en su diario acerca de lo sucedido.
Edlich dice que la droga la ayudó a ver ciertas cosas importantes desde
distintas perspectivas.
“Me ayudó a ver lo que realmente importa y lo que me afecta y me
deprime. Fue una revelación”, manifestó.
Ross dijo que las tres personas que participaron hasta ahora en el
estudio dicen sentirse mejor, con menos ansiedad y menos miedo a la muerte. No se han percibido
reacciones negativas de ningún tipo. La idea es estudiar en total a 32 personas.
Edlich aseguró que una sola dosis de psilocibina “me hizo ver
cosas que jamás habría visto”.
“Sospecho que una segunda sesión me hubiese hecho ver más cosas
todavía. La haría sin pensarlo dos veces”, expresó.




























