"Es un desafío mejorar el sistema penitenciario, es un desafío que en la Argentina se discrimine menos, es un desafío que emerja de la sociedad otro tipo de gobiernos, y es un gran desafío desenredar un poco la telaraña de los monopolios informativos". El que dice esto no es un político que busca votos, ni tampoco un dirigente gremial en ascenso, sino Piti Fernández, de un barrio de Capital, hincha de Huracán, más conocido como el líder de Las Pastillas del Abuelo, la banda que hoy, a las 21.30, llenará Metropolitano (Alto Rosario Shopping). Allí interpretará —después del show del grupo invitado De La Gran Piñata— lo mejor de sus diez años de carrera y, claro, ofrecerá una suerte de cierre de su último disco "Desafíos".
Las Pastillas del Abuelo está en una etapa de efervescencia creativa. A punto de cumplir diez años de carrera, el grupo está despidiendo el disco que cierra el camino que abrió "Crisis" y siguió con "Versiones". Mientras, tienen en mente volver a los shows íntimos en un homenaje, que por ahora es secreto, hacia un "depoartista" y se realizará en un teatro ciego. Paralelamente armarán un show en el Club Hípico de Buenos Aires en formato de kermesse, para que la gente juegue al sapo y al tiro al blanco, vea bandas de rock y, de postre, disfrute de Las Pastillas.
Este presente se caracteriza por sus letras críticas, más elaboración en las melodías, una mirada dura hacia las políticas de centroderecha ("Gobiernos procaces"), hacia la mala prensa ("Viles medios") y una apuesta a crecer internamente desde la lectura y escritura ("Leer y escribir"). Esto último fue el disparador de la charla con Piti que mantuvo Escenario en la redacción de este diario, en un diálogo en el que también participó el guitarrista de la banda, Fernando Vecchio.
—Resulta elogiable que una letra de un músico de rock invite a leer y escribir. ¿Por qué escribiste ese tema?
—Es que la lectura y la escritura tienen un poder transformador zarpado, casi terapéutico. Vos escribís y a los diez minutos te sentís bien, pero nadie le hace mucha prensa a eso y nadie termina de creerlo, la gente dirá «mirá si vos por escribir 15 o 20 minutos te vas a sentir mejor».
—En ese mismo tema también decís "qué alcohol, qué paco y falopa" en abierta crítica a los pibes que buscan ese tipo de escapes.
—Sí, y sobre todo se enfoca a la gente de barrios muy carenciados. El paco no está tocando la clase media, aunque también, porque hay de todo, pero si tuviste una escuela y una familia con poder adquisitivo es distinto. En los barrios es muy necesario no escapar desde otro lado, que sea un escape leer y escribir, que sea fantasioso, una estación de catarsis.
—Qué contradicción, porque ustedes se hicieron conocidos por "El sensei", un tema que describe una ronda de amigos fumando marihuana.
—Bueno, sí, en realidad dentro del lunfardo drogadictil (sic), falopa es la cocaína, e incluso todas las formas de llamar a la cocaína es despectiva, falopa era algo trucho, en mal estado o gilada, son formas peyorativas. Yo trato de hablar de diferentes efectos entre la falopa y la marihuana, pero en los tiempos de "El sensei" estábamos todo el día así, era muy habitual y cotidiano ese ritual, eran otras épocas.
—Pero ahora se nota otra maduración en las letras y en las músicas, incluso desde "Crisis" en adelante se perciben más planteos existenciales.
—Sí, totalmente, sobre todo desde "Crisis", que fue muy jugado, y la música muy elaborada y tranquila, sin estribillos. La estructura de los temas era muy asimétrica y con letras muy introspectivas, ya dejamos de contar historias. Ahí marcamos un quiebre, es una obra conceptual, los otros discos eran doce temas adentro de una obra, pero "Crisis" planteó otra cosa, desde el arte de tapa, hasta hacerse preguntas y que cada canción fuera una respuesta.
—¿"Desafíos" está vinculado a un momento de la banda o que cada tema es un desafío en sí mismo?
—Sí, se puede interpretar de las dos maneras, pero es un desafío mejorar el sistema penitenciario, es un desafío que en la Argentina se discrimine menos, es un desafío que emerja de la sociedad otro tipo de gobiernos, y es un gran desafío desenredar un poco la telaraña de los monopolios informativos.
—¿Y cuál es el desafío de Las Pastillas del Abuelo?
—Resistir (risas), o persistir, mantenernos en el tiempo.
—(Vecchio) O trascender. A medida que se plantean objetivos más chicos y los cumplís te vas planteando objetivos más grandes, más lejanos y más difíciles. ¿Y qué pasa si los alcanzás?
—Es sorprendente ver en los shows de Las Pastillas, cada vez más masivos, que los pibes cantan los temas de punta a punta, y eso que habitualmente no tienen estribillo.
—(Piti) La adolescencia arrasa todo a flor de piel. Es un momento en el que necesitás héroes, es una edad muy eufórica, los chicos que escuchan Pastillas están eufóricos y es propio de la edad.
De Redondos a Las Pastillas
Los espacios vacíos que deja el rock siempre se cubren. Y este presente de Las Pastillas también se explica en el mal de ausencias. El último disco de los Redondos, “Momo Sampler” fue en 2000. Ese público fue ganado por el aluvión de Los Piojos que seguía disfrutando su alto momento de “Ritual” (1999). El bajón de popularidad piojosa ensambló con el boom de Callejeros que tuvo su pico alto con “Presión” y “Rocanroles sin destino”, hasta que llegó Cromañón, en 2004. Un año después se editó “Por colectora” y Las Pastillas no pararon más.