Si analizamos bien, son más los anhelos comunes que tenemos los argentinos que los disensos. Incluido los políticos. Por ello nosotros, el pueblo, necesitamos que cumplan sus promesas. Elevaremos la voz a través del voto lo cual será una decisión difícil, porque no nos sentimos seguros. No nos ayudará improvisar al momento de elegir, ni tampoco apostar a cara o cruz. Como siempre, el presente de todos y el futuro de los más pequeños, estará en nuestra decisión. Y no es poco. Los políticos opositores hablan lindo, se presentan como los únicos capacitados para solucionar los problemas que nos agobian y señalan a los gobernantes de turno como sus únicos responsables. Y los gobernantes de turno hablan de logros geniales. Una vez más, nos dejan afuera. Como si fuéramos un pueblo de ovejas a las que les señalan dónde está el pasto más tierno y cuáles son los exclusivos pastorcitos que nos conducirán hacia él. Y los que sumamos experiencia venimos comprobando que nunca encontramos el pasto tierno y que los pastorcitos a la hora de conducirnos, improvisan, arreglando a su antojo aquellos senderos prometidos. ¿Entonces qué hacemos? Si votamos en blanco, dejamos el lugar para el que quizás no nos gusta y si no votamos, también. No queda más opción que escuchar entre líneas los discursos, recordar a los mentirosos, exigirles a todos que no solo digan que tienen proyectos o modelos, sino que muestren claramente cuáles son y expliquen con qué herramientas piensan lograrlos. Para que posteriormente no nos cuenten que no pudieron hacer nada. En salud, en educación, con el campo, la justicia, la inseguridad, la corrupción, etc. Si lo único que hacen es hablar mal de sus opositores, no nos sirve. Si nos quieren convencer de la maravilla de Argentina que logramos, cuando una gran mayoría sufrimos como nunca, tampoco. Si promocionan sus obras como si no las viéramos, nos subestiman. Porque hemos crecido en democracia. La gente habla como nunca de política. De políticos. Eso es bueno, es participación. El cotidiano rezongo callejero, significa que hemos abierto los ojos. Sería bueno que no nos quedáramos solo en eso. Resta abrir nuestras mentes, sacudirnos la modorra y pensar, pensar y decidir. Y cuidar que no nos hagan trampa. Durante las elecciones y después, en pleno ejercicio del poder. Caminaremos entonces de la mano de los pastorcitos elegidos, exigiéndoles con firmeza, que transiten el camino prometido. ¿Quién no les dice que lleguemos ¡por fin! a encontrar los postergados pastos tiernos?
Niños pobres en Nación rica
La semana pasada, a raíz de las vacaciones de invierno de mi pequeño hijo, decidimos con mi familia visitar las Cataratas del Iguazú. El día sábado 14/07/13 nos dirigimos hacia las Minas de Wanda, que están a solo 30 kilómetros de Puerto Iguazú. Al llegar sobre la ruta que nos llevaba a las Minas, había un enorme cartel pintado con los colores de nuestra bandera que decía “Aquí la Nación también crece”, seguimos avanzando para ingresar al camino que nos llevaba a Wanda y fue enorme la sorpresa que vivimos al ver una enorme cantidad de nenes chiquitos entre los 4 y 10 años, descalzos, vendiendo piedritas que les regalan de las Minas a sus padres para que puedan vender y tener para comer. Lo que nos dejó, a mi esposo y a mí, muy consternados y con un dolor enorme en el pecho, a punto de llorar, fue una nenita de la edad de mi hijo (9 años) que corría incansablemente a la par del auto, como dije antes descalza y pisando un suelo lleno de piedras, y diciéndole a mi esposo: “Señor ayúdeme! ¡por favor, ayúdeme...!”; a lo cual respondimos deteniendo el auto y le dimos dinero y le dijimos que no queríamos las piedritas, que se las quedara para poder venderlas y ella nos miraba extrañada con sus ojitos puros e intentaba darnos todas las piedras que llevaba en sus manitas. Realmente esto nos hizo sentir muy mal, a tal punto que nuestros ojos se llenaron de lágrimas. No podemos creer cuánta pobreza hay en este hermoso y rico país, donde el gobierno nacional dice que “una Nación está creciendo” y vemos tantos niños pobres por doquier, totalmente desamparados. Roguemos a Dios para que en nuestra Argentina alguien piense en el bien común y por sobre todo en los derechos de los niños.
Andrea Virgilio
Odisea con los reales
Este fin de semana comienza en Brasil la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), el acontecimiento más grande de la juventud católica de todo el mundo, presidido por nuestro querido Papa Francisco. Más de dos millones de jóvenes de todos los países del mundo participarán en este encuentro de fe y esperanza para decirle sí a Cristo y comprometerse a ser portadores de una nueva humanidad. En nuestro país, cerca de setenta mil jóvenes estuvieron durante meses preparando su mente, espíritu y corazón con desbordada alegría para participar en este extraordinario encuentro.Y llegó el momento de los pasajes y, por supuesto, el cambio de moneda, es decir la compra de reales. Pero ya sea por desconocimiento, ya sea por ingenuidad, no contaban con que el enemigo estaba al acecho y ahí, el gobierno, a través de la Afip, les dijo que no, volcando todo su odio y maldad contra la juventud católica argentina en represalia contra el Papa por haber dicho que los gobiernos no deben aprovechar la función pública para enriquecerse. El gobierno se dio por aludido y, más aun, no le perdonan al Papa haber recibido al jefe de los pueblos originarios qom, que fueron tan sólo a pedir la intercesión de Francisco para que el gobierno no los siga exterminando. Esta actitud muestra con claridad hasta qué nivel de perversidad, odio y maldad ha llegado este gobierno, que ya no tiene límites. El límite sólo lo puede poner el ciudadano de bien en las próximas elecciones. No permitamos la frustración de nuestros jóvenes y pensemos en el futuro de nuestro país.
DNI 6.347.664
Añoran el Edén perdido
Hay pueblos del interior cuyas autoridades, para incrementar el pobre contenido de las arcas municipales o comunales, sin tener que apelar al viejo truco de aumentar los valores de impuestos y servicios, deciden explotar alguna de sus características destacadas: un aspecto paisajístico, un factor climático (microclima), una condición termal o algún matiz que los distingue en la región, como la elaboración de ciertos productos o la creación de artesanías. De esa manera van ganando el rango de turísticos, que comienza a generar algunos dividendos para las exiguas “cajas” de esos pueblos. Crece o comienza la actividad hotelera, y en general hay un mayor beneficio económico que puede traducirse en obras. Ahora bien, cada lugar que ingresa a esa categoría, donde revistan las famosas “fábricas sin chimeneas”, deja de ser un bucólico sitio de días tranquilos y noches apacibles, para tener más tránsito y mayor ruido. Entonces surge la gran pregunta: ¿qué es preferible, la tranquilidad provinciana de siestas y calles dormidas, o el crecimiento de un pueblo que en aras del progreso cambiará su tradicional fisonomía? Hay rincones serranos (como San Marcos Sierra por ejemplo) donde la gente dejó de vivir en su paraíso de pájaros, amaneceres y miel, para convivir con las dificultades derivadas de la nueva condición de atracción turística. Personalmente prefiero que esos lugares, últimos reductos naturales, conserven la identidad virginal que les da el campo, las alamedas, el arroyo y el monte, pero disponiendo de las comodidades que hacen a una vida digna, para lo cual habrá que implementar políticas que no basen su estrategia en el recurso “salvador” del desarrollo turístico. Pero claro, yo no vivo allí, ni tengo la responsabilidad que pesa sobre sus autoridades. Apenas me hago eco del lamento de muchos vecinos que añoran su Edén perdido.
Edgardo Urraco
¿Cómo puede ser?
Soy apolítico, pero ello no me impide escuchar la radio, ver televisión y leer los diarios. De todo ello y de acuerdo a mi pobre entendimiento comprendo que el pueblo argentino está dirigido por una sola persona, ya que nadie de su entorno puede discutirle ninguna decisión. Todo ello me lleva a preguntar: ¿cómo puede ser que todo su gobierno (incluso ella) esté cuestionado? Ella jamás pudo demostrar las acusaciones por enriquecimiento ilícito. Su vicepresidente, acusado de asociaciones ilícitas. Su secretario de Comercio, además de hacer declaraciones absurdas sobre que una familia puede alimentarse con seis pesos diarios, sale al cruce de algo que no le cae bien usando términos reñidos con la cultura. Que mediante un papel (el sedin), que no se sabe aún qué futuro tendrá, despoje de dólares auténticos a sus tenedores abusando de su buena fe. Que su ex secretario de transporte tenga pedido internacional de captura por negarse a presentarse ante la Justicia, extorsionándola a esta última que únicamente si no lo meten preso él se presenta. Ello ha originado una situación tal que, de ser escuchado este reclamo, todo aquel delincuente que esté a punto de quedar preso pueda invocar el proceso de Jaime para evitar así su detención. Y como ultimo comentario, haber nombrado como jefe del Ejercito al general Milani, de quien se tienen pruebas de haber pertenecido a la banda de genocidas compuesta por Massera, Videla y compañía.
Rogelio Carreño
Valorar la historia
No se valora a la historia como se merece, una ciencia evolutiva que forma instando al entendimiento y a la reflexión. Hecha por el hombre y para el hombre, no exenta de subjetividad pero imprescindible en el proceso de transmisión cultural. En esta corriente del menosprecio, las políticas educativas prefirieron promover “tecnologías sin respaldo”. ¿Para qué recordar? ¿para qué investigar?¿Para qué sirve la historia? Nada más y nada menos que para dar testimonio de nuestra existencia y aquí radica la cuestión. Por temor a la verdad se acepta la ignorancia. Si no tuviera sentido su enseñanza no habría revisionismos, ni interés por plagiar. Los oradores no podrían emular figuras del pasado al punto de sentirse en vidas paralelas. Se insiste en mostrar que se puede vivir sin ella y al mismo tiempo se hurga en su interior buscando tablas de salvamento. Se advierte un empeño desmedido por manchar, borronear, tergiversar datos acumulados por milenios afectando de manera directa la continuidad de un proceso que empieza a hacer agua. Sin costumbres, sin normas, sin leyes, imposible ordenar la vida social y política. ¿Cómo reconocer los valores? ¿Qué será de las instituciones? Esta crítica situación se generaliza en el mundo pero se advierte con más intensidad en el país donde vivimos.
Ada Pesenti Buccella
DNI 5.988.185