En varios artículos y cartas de lectores a La Capital, se agrega a cuanta nota se refiere a la represión militar (1976-1983) el término de clerical o eclesial que creo inadecuadamente. Sobre el asunto, deseo dar algunos datos de mi experiencia como párroco en la zona próxima universitaria de La Plata, donde se realizaron varias represiones militares, primero en los últimos meses del gobierno “democrático” de Isabel Perón con la matanza de jóvenes dejados sin vida en la calle por parte de la Triple A. El 15/12/1975 después de haber matado a una muchacha frente a mi parroquia, una docena de estos represores apuntaron las armas contra mí y otro sacerdote. En aquellos meses precedentes a marzo de 1976 muchos habríamos deseado que Isabelita renunciara para que siguiera un gobierno auténticamente democrático. Con la represión de Videla tuve como desaparecidos a tres docentes del Colegio Parroquial, dos hijas del entonces presidente del Consejo Pastoral y del anterior, y un muchacho activo parroquial. En la vecina Comisaría 9ª estuvieron presos un buen número de sacerdotes, varios de los cuales eran dejados completamente desnudos sobre el piso mojado. Obispos que los iban a visitar tenían que someterse a largas esperas, para poder verlos. Algo análogo me pasó a mí cuando me presenté al Batallón, centro de la represión, y con el capellán del mismo padre Stolfi, me quejé porque la Iglesia no estaba haciendo todo lo posible; él, enojado, reaccionó diciendo que descuidaba su parroquia para atender a los padres de los desaparecidos. Los diarios presentaban masivamente sin críticas las versiones de los militares, como sucedió en el caso de la “Noche de los Lápices”. Yo también tuve dificultades: impedido de hacer el funeral de una víctima, intervenido mi teléfono y citado en comisaría. Colaboré con Amnesty International en la búsqueda de datos de desaparecidos. A los sacerdotes que teníamos colegios necesitados de los aportes oficiales nos amenazaban de no entregarlos, reteniéndonos como corresponsables de la oposición. Hubo sacerdotes llamados del “Tercer Mundo” o “Por el Socialismo” que fueron perseguidos; varios de los mismos dejaron los hábitos y esto afectaba a los obispos, también preocupados por el avance mundial del comunismo ateo y perseguidor. Obispos que mayormente se declararon críticos de los militares, como Devoto, De Nevares y Novak, tenían pocas estructuras educativas y sociales necesitadas de aporte oficial. No solamente existieron como mártires los curas de La Rioja, el obispo Angelelli, los religiosos Palotinos y las monjas francesas, sino que hubo muchos eclesiásticos que sufrieron la situación represiva. Pienso que la mayoría de los sacerdotes estuvimos mejor durante los gobiernos democráticos de Frondizi e Illia, que durante los regímenes militares. De otro lado no conozco a ninguna institución argentina que haya tenido una colección de documentos críticos de Videla y de los siguientes presidentes militares como los de la Conferencia Episcopal Argentina. Algunos meses atrás se hizo en un diario La Plata un justo reconocimiento a la obra de las Madres y Abuelas de Desaparecidos de Rosario. Pero no hay que olvidar que un grupo de padres de Desaparecidos se reunían en nuestra Misión de los Migrantes de calle Buenos Aires 1563 con el riesgo también para nosotros misioneros scalabrinianos.