Dos años y medio después de su estreno, y con la obra original aún en cartel en un teatro porteño, "Toc toc" salió de gira con un segundo elenco formado por Claudio Da Passano, Patricia Echegoyen, Osqui Guzmán, Malena Figo, Mara Bestelli, Juan Grandinetti y Leticia González de Lellis, bajo la dirección de Lía Jelín . Las presentaciones en Rosario, 17 en total, comenzarán hoy, a las 21, en el teatro Fundación Astengo (Mitre 754) y continuarán hasta el domingo 28.
La directora, también a cargo de otros hitos como "Monólogos de la vagina" y "Confesiones de mujeres de 30", dijo que ese éxito, al principio, los dejó un "poco sorprendidos". Inclusive recordó con humor que se la ofrecieron a varios actores que al principio "leían la obra y decían «¿qué es esta porquería?». Nos la tiraban por la cabeza". Con quinientos mil espectadores y mil funciones después en Buenos Aires, casi 9.500 en el inicio de esta gira nacional en tres provincias y 11.200 entradas vendidas hasta ahora en Rosario, además de otras versiones locales en París, Madrid y Barcelona, el público tuvo la última palabra. Así lo explicó Jelín: "El teatro no deja de ser entretenimiento, sea drama, tragedia, comedia, música, lo que sea. Es entretenimiento. Van para que lo entretengan aunque sea para llorar", bromeó.
—Todos nos quedamos un poco sorprendidos cuando la estrenamos, y cuando yo la estrené, primero en México. Pero me parece que lo más importante de todo es la temática. Es completamente nueva traída al teatro; es el Trastorno Obsesivo Compulsivo del que sufre prácticamente media población mundial. También el hecho de ser una obra francesa, que dentro de sus entrañas ocultaba de alguna forma "A puerta cerrada", de Sartre, y "Esperando a Godot", de Beckett, salvando las distancias. Por supuesto, encontramos una obra que divierte y hace pensar al mismo tiempo. El fenómeno es que la identificación es brutal. Además el autor francés que la escribió, como buen francés, es cartesiano, o sea que está muy estructurado en el sentido de que va preparando el chiste, viene, viene, se pone angustiante y ¡pum! Cae el chiste y la sala explota de risa.
—¿Cuál fue la clave para la adaptación a Argentina?
—Las terapias las cambié porque era todo muy igual en la versión francesa. Ellos se prueban a sí mismos frente a los demás pacientes, y yo lo volví como una pesadilla interna. Todo resultó un gran divertimento, una alegría para el público y para nosotros. Jorge Schussheim, que hizo la adaptación, la adaptó con la terminología y con la impronta argentina. No es lo mismo un taxista en París que un taxista de acá...
—Es notable que el texto haya prevalecido sobre el elenco...
—Y sin embargo se convirtió en algo sumamente popular a pesar de no tener un nombre que, como se dice en Buenos Aires, corte las entradas, como atractivo más en la cartelera. Pero lo jugamos a tener muy, muy buenos actores, y que Talía, la musa del teatro, nos ayude... (risas).
—Los está ayudando mucho. Empezaron la gira en San Juan con entradas agotadas...
—Sí... es una suerte (risas)
—La identificación que menciona, ¿podría estar relacionada con que Argentina tiene uno de los índices más altos de psicoanalistas por cantidad de habitantes?
—No, eso tendría que ver más con "La última conversación de Freud" y algunos trabajos más serios. Acá es posible que al principio hayan venido los psicoanalistas, pero en este caso es gente de todo nivel social y económico y se divierten como nunca. Creo que es posible que el conocimiento sobre el Trastorno Obsesivo Compulsivo es más grande.
—¿Cómo eligió el elenco?
—Entre Sebastián Blutrach, Bruno Pedemonte y yo. Fuimos buscando, y muchos nos dijeron que no eh.. Leían la obra y decían "¿qué es esta porquería?". Nos la tiraban por la cabeza (risas). Este segundo elenco también fue consensuado y llegamos a esta conclusión. Creo que fue maravilloso porque lo que hay bueno en Argentina, son actores.
—"Circo Criollo", "Confesiones de mujeres de 30", "Monólogos de la vagina" fueron hitos en el teatro argentino. Y "Toc Toc" está llegando a los 500 mil espectadores sólo entre Buenos Aires y Mar del Plata. ¿Encuentra algún punto de contacto que unifique la respuesta masiva?
—Básicamente la identificación, el humor corrosivo, el humor que se ríe de uno mismo, que es el humor bueno, en lugar malo que es el que se ríe del otro. Cuando uno se ríe de uno mismo provoca risa porque nadie se burla de nadie sino que se pone al frente de lo que significa dolorosamente un TOC, o una confesión de mujeres de 30 en la que a todas les iba muy mal. De lo que me preocupé especialmente es que la obra fuera con el mismo nivel de excelencia con el que se hizo en Buenos Aires. No quería que las provincias tuvieran menos de lo que hay en la Capital y en eso nos esforzamos muchísimo con las luces, el sonido, la ropa.
—¿Cuál fue la dificultad de encarar con humor lo que es en realidad una patología?
—Ya estaba escrito con humor, y con inteligencia y así decidimos abordarlo. Con dificultad o sin ella, lo cierto es que la gente se divierte. El teatro no deja de ser entretenimiento, sea drama, tragedia, comedia, música, lo que sea. Es entretenimiento. Van para que lo entretengan aunque sea para llorar (risas).
—Sin embargo el drama suele tener más prestigio que la comedia...
—Yo creo que lo ilustra el chiste del viejo cómico que se está muriendo. La hija lo tiene de la mano y le dice, "padre, padre querido, yo sé que este el momento más difícil de tu vida". Y el cómico abre un ojo, la mira y le dice "no hija mía, hacer reír es mucho más difícil". Hacer reír es muy difícil, es mucho más difícil que hacer llorar. Yo tengo en cartel "Dios mío", con Juan Leyrado y Thelma Biral, y hay momentos de profunda emoción para el espectador, y sin embargo la gente aplaude a rabiar, pero emocionada. Y eso también es un valor enorme. El teatro es tracción a sangre. Es como arrastrar un carro. No hay caballos; no hay un vidrio, como en la televisión; el cine es una industria. El teatro es sangre, sudor y lágrimas. Es carne contra carne, en vivo, no hay nada que interfiera entre el espectador y el actor y las emociones que el actor transmite. El teatro es infinitamente antiguo y va a estar permanentemente en vigencia. Pueden ser obras más trágicas, menos trágicas, pero desde los griegos, que hacían tres funciones al hilo en un solo día, dos comedias y una tragedia, se pasaban el día haciendo pic nic en los anfiteatros, es así.
—¿Hace alguna diferenciación entre teatro comercial e independiente?
—Creo que hay teatro bueno y teatro malo, sea independiente o comercial. Tener prejuicios elitistas contra el teatro comercial porque cobra entradas, no. Hay que tener prejuicio contra el teatro mal hecho, el teatro bastardo. Y esto se da tanto en el independiente, el off, como en el comercial. Como en la política, bah.
—¿Qué caracterzaría a un teatro bastardo o mal hecho?
—No profundizar, no entregarse con todo, tener un objetivo elitista, que eso se da mucho en el teatro independiente, que a veces es tan elitista, tan elitista, que nadie lo entiende. Y también es bastardo aquel teatro que trata de aprovecharse de la calle Corrientes haciendo basura.
Un teatro hecho “a pulmón” y un trabajo sin pausa
“La mayoría de los premios que gané, me los gané a pulmón, haciendo «Paradero desconocido», o «El rey se muere», de Ionesco, o «Los caballeros», de Aristófanes. Yo voy hacia lo que me gusta, a lo que me mueve, no a un estilo determinado”. Así explicó Lía Jelín sus preferencias a la hora de encarar un trabajo. La directora tiene actualmente en cartel dos obras: “Dios mío”, con Juan Leyrado y Thelma Biral, en la que vuelve a aparecer la terapia, y “El cabaret de los hombres perdidos”, que definió como “una comedia musical feroz y negra”. También está ensayando “El placard”, una versión de una comedia francesa a cargo de Diego Peretti, Alejandro Aguada y Osvaldo Santoro en una historia sobre un hombre que finge ser homosexual para que no lo discriminen y así conservar su trabajo.