El campo es y representa infinidad de cuestiones en este país. Es producción, trabajo, tensiones, disputas. Es fuente de ingresos y también de pérdidas. Ese mundo también produce cultura, una cultura que gracias al modelo extractivo y la “sojización” ha impactado de lleno en cuestiones laborales, cotidianas, en tramas sociales de pequeñas economías. Matías Sarlo es fotógrafo pero antes de dedicarse a las imágenes fue parte de ese campo que hoy se extingue. Ahora recorre aquellos sitios donde trabajó y otros similares buscando los restos, a modo de huellas, y los documenta a través de la fotografía. Diego Fidalgo es realizador audiovisual y lo sigue con su cámara. En el cruce de ambos lenguajes se ubica el documental Fotosíntesis, que también logró apoyo de Espacio Santafesino.
Fidalgo detalla en diálogo con Más cómo es la construcción de su documental y anticipa cómo seguirá la realización de una narración que se instala sobre las ruinas de una actividad abandonada por el nuevo modelo agropecuario.
—¿Qué busca narrar Fotosíntesis?
—Fotosíntesis es un documental de observación que sigue a un fotógrafo (Matías Sarlo), en un proyecto cuya meta es hacer un registro en un período de 10 años sobre las mutaciones y cambios de costumbres y pérdidas culturales del mundo rural a partir de la “sojización” o intensificación del modelo extractivo, con la aplicación de los llamados “paquetes agrotecnológicos”. Sarlo organiza series temáticas de 10 fotografías y las clasifica: remates rurales, chacras abandonadas, prácticas rurales que persisten, historias de vida, todos los actores menos visibilizados del mundo rural pasan y posan por sus lentes. La idea es detenerse a los 10 años y volver sobre el marterial producido para ver todo lo que se perdió, y encontrarle un sentido a todo eso.
—¿Por qué decidiste encarar este proyecto?
—Me pareció que había allí una historia para acompañar, para registrar, para sumar. Comencé a seguir a Matías en marzo de 2012, viajamos a su pueblo natal, Rafael Obligado, en el norte de la provincia de Buenos Aires. Fuimos a los silos del pueblo donde Matías trabajó un tiempo, antes de viajar a Rosario para estudiar fotografía. También en ese viaje inicial fuimos a un campo donde estaban levantando soja. De allí para acá venimos haciendo un acompañamiento, un registro del registro que se encuentra a mitad de proceso. Las escenas o jornadas surgen siempre de propuestas del propio Matías, de sus intereses, de lo que detecta que puede ser interesante para sumar al proyecto.
—¿En qué etapa está la reallización?
—El documental está en una etapa de desarrollo, en una escritura de cámara, sin interactuar con el fotógrafo, registrando, siguiendo su forma de trabajo, su método. Recientemente, Matías se autoeditó su primer libro de fotos (Nuestros pasos) y ahora estamos trabajando en el segundo que se va a llamar Llanuras.
—¿De lo que fuiste registrando, te sorprendió algo en particular?
—Una de las jornadas más conmovedoras fue el acompañamiento que hicimos de la Caravana por la vida, que unió los pueblos fumigados entre Rosario y Ceres. En San Genaro un grupo de madres brindó unos testimonios durísimos: pérdidas de embarazos, hijos, familiares, los agroquímicos arrasan todo a su paso, vidas, culturas, las pérdidas son inconmensurables. Otra cosa que duele es ver esas chacras abandonadas, rodeadas de soja. Matías tiene una serie sobre esas chacras que es conmovedora.
—El campo, la actividad agropecuaria, está presente con particular fuerza en la cotidianidad de este país, ¿qué trama cultural se desintegró, por qué creés que es necesario registrar esa situación?
—Creo que la potencia que tiene la fotografía como documento es inapelable y el diálogo que puede establecer con el cine puede potenciar el mensaje de denuncia, de crítica a este sistema establecido que se desarrolla en esta zona desde mediados de 1950. Lo que ocurre es que en ese proceso se han ido abandonando prácticas saludables y lo que se impuso es la versión más voraz del capitalismo: el extractivismo, que tiene la lógica del dinero y no respeta la naturaleza, sino que la ahoga y la fuerza a límites inéditos.
—¿Cómo está prevista la continuidad del trabajo?
— Matías empezó en 2010 con el proyecto, pero yo calculo que en dos años termino el documental. Probablemente quede con final abierto, o en el camino. En esta etapa de desarrollo del documental se suma al equipo Maximiliano Quintero, con quien trabajamos el guión.