En un momento en que música, teatro, ópera, poesía y ballet son las variables de ajuste en los presupuestos descarnados de la pobreza intelectual, salir del teatro feliz por haber comulgado intensamente con el arte no es algo ordinario, pero tampoco es un hecho fortuito.
"Turandot", resucitó en Rosario porque la Asociación cultural El Circulo decidió afrontar el riesgo económico del montaje en este momento critico. Este es un acto de resistencia cultural, valentía y sobre todo amor. Por las razones que comentamos y por sus valores artísticos, esta producción de "Turandot" resulta histórica. Producción histórica por todo lo que acabamos de analizar.
Mónica Ferracani encarna una Turandot fría y cruel, un tótem enjoyado con el impresionante vestuario que crea Ramiro Sorrequieta.
La voz de Ferracani tiene todo lo necesario para cantar este rol, una impecable línea de canto, gran proyección y buenos agudos; no en vano la Asociación de Críticos Musicales de la Argentina la galardonó por dos años consecutivos como mejor cantante argentina. La cantante dejó todo sobre el escenario. El gran tenor chileno José Azocar, pese a estar mal de la garganta, afrontó el rol del príncipe Calaf; cuidó su voz hasta el "Nessun Dorma", que lo cantó correctamente pese a su estado de salud, y el publico le retribuyó una ovación, en gran medida por su heroísmo de enfrentar tal papel, con profesionalismo y no suspender la función.
Fue un gusto escuchar a la rosarina Ivana Ledesmam, en el papel de Liu; su voz de hermoso timbre es la adecuada para la esclava que escoge el martirio por amor a la traición de su amado. En "Tu che di gel sei cinta" alcanza su máximo punto, tanto en la actuación como en lo vocal, y logra conmover los sentimientos y como ocurre con todas las buenas cantantes que abordan este rol, se roba las simpatías del público, que invariablemente preguntan: "¿Por que no se llama "Liu" esta opera en vez de "Turandot"?.
Lucas Debevec Mayer es Timur, padre de Calaf; un noble rey, derrotado y en el exilio, y su canto exhibe la autoridad vocal que requiere tal personaje, pero también la calidez del padre que teme por la vida de su hijo. Debevec Mayer estuvo impecable en su canto. Los tres ministros, interpretados por Ismael Barile (Ping), Daniel Gomez (Pang), Germán Polon (Pong), no pudieron hacerlo mejor tanto desde lo actoral como en lo vocal, muy bien marcados, ofreciendo un respiro cómico a tanto dolor y muerte que ejerce la cruel dictadura de Turandot.
La puesta escénica de Marcelo Perusso, imaginativa y muy prolija, estuvo excelente en el uso de proyecciones para anticipar la aparición de Turandot. Vemos a la princesa surgir sobre una luna de sangre, que es un muy buen efecto. En el primer acto juega con la idea de cajas chinas que al abrirse revelan a distintos personajes y logra imponer al coro y figurantes un perfecto movimiento. Peruso es un hombre del teatro y se nota esto en los momentos de más intimidad, como la muerte de Liu o el trabajo con los tres ministros, donde regresa a la idea de la comedia del arte, para los movimientos escénicos.
La dirección del maestro Mario Perusso estuvo impecable, con una orquesta que sonó acorde con la rica partitura de Puccini. Debe resaltarse también el trabajo brillante del coro de la Opera de Rosario, que en esta ópera tiene un protagonismos absoluto y también el coro de niños.
Volviendo a la primera idea, esta "Turandot" en medio de la crisis es un acto de resistencia cultural, y al decir de Michel Houellebecq sobre Schopenhauer: "la existencia es sufrimiento, pero la contemplación estética de las cosas ... nos proporciona un estado de beatitud que aleja los males inherentes al tremendo hecho de vivir". Eso es la "Turandot" rosarina.