Rosario, 1982. Ese agosto, en un café concert del microcentro, se estrenó “Rebelión en la playa de estacionamiento”, con dramaturgia de José Moset. La presentación se dio en el marco de la edición local del ciclo porteño Teatro Abierto, un movimiento artístico de protesta contra la dictadura cívico-militar. Más de cuatro décadas después, la obra volvió a los escenarios de la ciudad, con dirección de Alejandro Pérez Leiva y producción general del grupo Ítaca. Después de un mes a sala llena en la Sala La Escalera (9 de Julio 324), cerrarán el año con dos nuevas funciones los sábados 9 y 16 de noviembre, a las 21.
“Una noche rosarina, el ayer intenta volver pintado con colores de un tiempo al que nos resistimos a regresar. Nuestros vínculos, las cobardías, las crueldades, los amores y la locura toman las riendas de un lugar con historia, con pasado. Añoramos el ayer, pero ¿todo tiempo pasado fue mejor? Nos rebelamos para qué, contra qué”, anticipan en la descripción.
La mítica sala Aureliano, “un largo pasillo” en Sarmiento al 900, fue sede del primer Teatro Abierto rosarino, alojando un hito en la historia de las artes escénicas de la ciudad. En el público de aquel estreno hace 42 años estaba un joven Alejandro Pérez Leiva, en quien la obra dejó una huella indeleble. Ese fue el primero de varios motivos por los que decidió reponerla este año junto al recientemente conformado grupo Ítaca.
“Nunca se fue de mi memoria. Al año siguiente, actué en otra obra de Moset y le preguntaba cuándo íbamos a hacer ‘Rebelión’”, contó Alejandro en diálogo con La Capital. Más adelante, en la década del noventa, el actor y director llevó adelante otra pieza del mismo autor en el por entonces incipiente taller de teatro que coordinó en la Escuela Superior de Comercio hasta 2021 (donde además fue docente durante 35 años).
Tuvieron que pasar otras décadas para que “Rebelión” se volviera a materializar en las tablas de la ciudad. Desde 1982, sólo se presentó brevemente una versión en el año 2000 en lo que hoy es el Centro Cultural Fontanarrosa. Hubo algo (o varias cosas) en el contexto actual que cargó de sentidos la posibilidad de volver a hacerla, aquí y ahora, con todo lo que eso implica.
“Cuando este grupo se constituyó el año pasado, con integrantes que provienen de distintos lugares, propuse el proyecto porque tiene una mirada con una vigencia importante respecto de qué hacemos con el pasado, qué hacemos con los recuerdos, con lo que no está más. También por la territorialidad de la obra, porque es muy rosarina”, detalló Pérez Leiva.
Una obra muy rosarina y con historia
En el texto original de 1982, que fue uno de los catorce seleccionados entre los más de cuarenta presentados a la convocatoria de Teatro Abierto, los hechos suceden a comienzos de los setenta. En esta nueva puesta, “el bucle hacia atrás” en el que la obra insiste la sitúa (aproximadamente) en el 2015. En ese sentido, las modificaciones dramatúrgicas fueron simplemente de adaptación temporal.
“Como al autor lo conozco y hemos trabajado juntos, fui muy prudente porque mis impulsos siempre son de modificar lo escrito. Le conté la mirada que tengo de la dramaturgia y que no encontraba en la obra la necesidad de hacer grandes cambios, porque está justa. Sí acordé con él una cuestión temporal, de modificar giros, palabras que ya no se usan, objetos que ya no están, nombres de algunas cosas y no mucho más. Aparecen los celulares, por ejemplo, que hoy no se pueden obviar en la vida cotidiana en personajes del realismo”, contó Alejandro.
Según recuerda Pérez Leiva, lo que más lo impactó de “Rebelión” en aquel estreno, fueron las actuaciones. Con dirección de David Edery, el elenco estaba integrado por “las ligas mayores”: Antonio Postiglioni, Emilio Lenski, Oscar Fabregat, María del Carmen, Lila Gianelloni, Miguel Franchi (estos últimos dos dando sus primeros pasos en teatro).
La versión actual está interpretada por Jorge Palillo, Juan Bautista Aguilar Ferrero, Valentina Verdura, Nicolás Martín Colombo, Silvia Giovagnoli y Javier Manuel Ojeda. “Para nada intenté replicar cosas que resuenan en mi memoria de las actuaciones, porque eso ya se hizo y se disfrutó, y marcó un antes y un después en Teatro Abierto con esta obra. Lo que funciona es cierta responsabilidad para con mis colegas mayores que la hicieron en ese momento”, apuntó el director sobre el trabajo con el elenco, en relación a aquellas actuaciones inolvidables.
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Otro punto clave de “Rebelión”, y de su enorme vigencia, es la “multiplicidad de metáforas” en torno a las que se estructura. En una época de literalidad brutal, la poética más que nunca abre sentidos y posibilidades. “En este momento, para mí gusto y para mi intención, la cuestión creativa necesita estar planteada desde un lugar de multiplicidad de voces y no desde un monólogo que siempre dice lo mismo. La obra ‘Rebelión’ que yo leí, y que sigo leyendo, sigue teniendo la astucia de preguntarse si todo tiempo pasado fue mejor realmente”, insistió Alejandro.
La obra pone en el centro el interrogante por el paso del tiempo, ese que parece siempre ir hacia adelante: si se toma como progreso, si provoca nostalgia, o si “está diciendo muchas más en función de cómo cada uno construye subjetivamente su historia social”.
“A partir de ahí, en la obra hay de todo. A su vez, es una historia pequeñita, una situación muy rosarina que se desarrolla o que contiene a los personajes en una playa de estacionamiento”, puntualizó el director.
Además, el texto echa luz sobre las continuidades y cambios sobre algunos andamiajes sociales. “Esta obra tiene vínculos que son propios de la época, donde aparece un patriarcado terriblemente claro. Pero eso lo podemos ver, discutir y analizar hoy. Con el grupo lo trabajamos mucho, hablamos de cómo se naturalizaban ese tipo de relaciones. Por otro lado, están las relaciones de poder ante las que el teatro siempre nos espeja, para que nos miremos. Y finalmente, un pasado duro que parece que sigue vigente”, sumó el director.
“Realmente lo que nos toca vivir en estos tiempos, en todo el planeta con características propias en distintos lugares, es que hay un desprestigio o una mirada desestimatoria a todo lo que se precie de artístico. A menos que esos hechos artísticos sean funcionales al sistema, y siempre los hubo. Pero el hecho artístico inevitablemente, desde la sensorialidad o desde la razón, moviliza”, aseguró Pérez Leiva sobre la potencia permanente del teatro.
Finalmente, se refirió a la “contundente” respuesta del público desde el estreno. “Lo que sucede con esta obra es llamativo, porque no está en el marco del teatro fácil, es un registro anclado en la metáfora. No es casual que el grupo se llame Ítaca”, señaló Alejandro. Para llegar a Ítaca, había que sortear los cantos de sirenas, que el director identifica (en otra metáfora) como “un teatro mediocre" que “no plantea la posibilidad de imaginar” un mundo diferente. “En la obra hay situaciones que nos invitan a despegar de la tierra, aunque sea por una hora”, cerró.