Gaby Sellanes toca con una Yamaha Silent, más conocida como "la guitarra sin cuerpo". Pero el cuerpo es su música. El violero rosarino, residente en Barcelona desde 2005, presenta hoy, a las 21, en el Centro Cultural Gurruchaga (Catamarca 3450), su disco "Corazón eléctrico", cuyas melodías instrumentales invitan a viajar. "Lo mío no es una revolución en contra de la música comercial, es simplemente lo que me sale", le dijo Sellanes a Escenario.
Detrás de todo artista hay una historia, o varias, y Sellanes tiene la suya. Después de su paso por La Cabeza Descalza, en compañía de Marcelo Lastra, y tras 14 años como docente de Armonía Funcional en la Escuela Nacional de Músicos, un buen día Gaby (su nombre es Sergio Gabriel pero es imposible que se dé vuelta si se lo llama así) hizo las valijas y se fue a Barcelona.
"Llevaba encima el disco «Río de arena» de mi dúo con Rodolfo Rubio y otro disco mío más. Pensé que llegaba allá y me iba a comer el mundo, pero es mentira que afuera se mueren por los músicos argentinos", recordó y agregó que trabajó mucho tiempo "de cualquier cosa" para sobrevivir hasta que se decidió "a vivir en música y de la música".
De repente, su lugar en el mundo fue el Monte Montjuic, de cara al Museo Nacional de Arte Contemporáneo y de fondo a una de las mejores vistas de la ciudad de Barcelona. "Mi música se hizo parte del paisaje", dijo casi con timidez. "Lo que nunca imaginé fue que tocando un repertorio con los temas de rock que yo escuchaba desde mi adolescencia iba a grabar un disco que se escucharía por gente de los cinco continentes", apuntó.
Ese disco es "The Music of Montjuic", en donde con su guitarra sin cuerpo toca desde "Let it be" de los Beatles y "Love of my life", de Queen hasta "La cumparsita", "Merceditas" y "Garota de Ipanema", en un abanico estético que atraviesa a "Killing me softly", de Roberta Flack y el interminable "Concierto de Aranjuez".
Y claro, también está "MAAT (La Diosa), único tema propio de ese material y una de las perlitas de "Corazón eléctrico", el disco que presenta hoy en Rosario, en plan solista, en "un show "eléctrico, electrónico y acústico", como a él le gusta definir.
"Con ese material de versiones llegué a vender 3.500 discos por año, una cantidad que jamás imaginé", en referencia al CD que muchos de los turistas hacen cola para comprar y hasta fotografiarse con él o pedirle un autógrafo de recuerdo, después de escuchar al aire libre esas cuidadas interpretaciones de guitarra.
Esa exploración sonora lo llevó a construir las armonías intimistas y rockeras de "Corazón eléctrico", un álbum dedicado a su padre. "Mi viejo era un gran electricista y tenía un problema con su corazón porque era demasiado grande. Muchos dicen que es un privilegio tener un gran corazón y mi viejo perdió la vida por ese privilegio", contó en el único momento de la entrevista que se puso algo melancólico.
"32 de enero" y "Prueba XXX" son otros puntos altos del nuevo material, entre paisajes sonoros de películas de western, música electrónica, guitarras de cuerdas de nylon y eléctricas. Incluso hay un aire de zamba con un guiño a Pat Metheny en "Géminis". "Es que de pibe escuchaba un casete que tenía de un lado al Dúo Salteño y del otro a Jimi Hendrix, y ese fue el chip de la música que todavía hago", destacó. Y cerró: "La música puede ser de acá o de allá, pero si está bien hecha no tiene banderas".