Noche de sábado a orillas del Paraná, y todo parece servido para un convite de buena música. El lugar elegido es el anfiteatro del Parque España y la previa corre por cuenta de Crema Midi, una banda local que combina el trap del estilo Wos con una base rockera que se las trae. Las butacas están casi llenas y los que no pagaron entrada miran atentos desde afuera. Adentro (pero al aire libre) sale un humito a choripán que sale con birra o vino en lata, una oferta gastronómica que parece ideal para el plato principal: Ike y Los Picantes.
Ike Parodi, de él se trata, presentó su segundo disco “Sin gravedad” en un esperado reencuentro con su público. Delante de una banda sólida, en la que se destacaron los solos punzantes de Palmo Addario, el bajo potente de Tutu Rufus y la base machacante de la bata de Mario Laurino, la voz eterna de Vudú volvió a demostrar por qué es uno de los mejores cantantes de rock de la ciudad, y más allá también.
En un abanico que se mueve entre el rock y el blues, Ike le canta al amor perdido en el tema que da título al disco (“Despierto en mi cama en mi habitación/ No tiene ventanas tampoco estás vos/ No hay muebles, no hay ropas tiradas de ayer/ Parece que el tiempo dejó de correr”); a la incertidumbre que dejó la pandemia en “Camino lento” (“Camino lento para pensar/ Extraño el aire de la ciudad/ Comprar un disco de Bonnie Rait/ Y en un bar sentarme a esperar”); y hasta a la batalla por ser uno mismo en medio de una sociedad cada vez más materialista en “Cambiar el mundo” (“No voy a perder mi identidad!/ Huesos como flores destrozadas/ Sueños rotos contra una pared/ Gente desfilando hacia la nada/ Pienso que así no puede ser”).
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Ike y Nico Pombo, de Chicosvaca, uno de los invitados en el show del sábado.
Gentileza Federico Barbona.
Con la voz de Parodi al frente, el show es una sucesión de buenos momentos. “¡Qué lindo es Rosario!”, grita Ike, como para reivindicar que la ciudad, aún en crisis, es mucho más que la pantalla narco que disfrutan los medios porteños. Y el rock llama a la puerta una vez más, a veces es con la cadenciosa “Mamma”, acompañado de la viola eléctrica del “Ninja” Julián Miretto; o cuando hace corear a todos en “Solitario”, del primer disco “Al amanecer”, junto a un siempre eficiente Nico Pombo, de Chicosvaca, en voz y guitarra; o cuando llama a que se acerquen al escenario para bailar, como en un ritual de fogón, en el cierre de “En los bares”.
Y cuando el sábado se iba y el humo del chori también, entre los abrazos de amigos y amigas que abandonaban de a poco el anfi del Parque España, había algo más que quedaba en el aire. Era la misma voz picante que convocó a una noche de rock al lado del río.