En septiembre de 2017, Lady Gaga se derrumbó. Por primera vez en su carrera, la cantante que se había convertido en la reina del pop de este siglo, que había vendido 35 millones de discos, que había ganado once premios Grammy y que había batido récords de recaudación con sus shows, debió cancelar una gira que estaba por comenzar en Europa. La neoyorquina estaba en plena presentación de su último disco, “Joanne”, un álbum intimista más cercano a las melodías que a los ritmos bailables, pero un escueto comunicado terminó con aquella gira: “Lady Gaga ya no puede seguir debido a un intenso dolor”, decía.
Ese mismo día empezaron a circular todo tipo de rumores en la prensa sobre qué tipo de “intenso dolor” podría sufrir la artista. Se sabía que Stefani Joanne Germanotta (tal es su verdadero nombre) no había tenido una vida nada fácil: sufrió bullying cuando iba a la escuela y a los 19 años fue víctima de una violación de parte de un productor musical (cuyo nombre nunca se reveló).
Lo que no se sabía es que esa violación desencadenó un stress postraumático que nunca fue debidamente tratado, y con el paso de los años, sumado a las presiones de la fama y la exposición, este cóctel fatal terminó por quebrar físicamente a la cantante. El 12 de septiembre de 2017, para acabar con las especulaciones, Gaga reveló en su cuenta de Twitter que padecía de fibromialgia.
La fibromialgia es una enfermedad crónica que causa dolor muscular generalizado, jaquecas, cansancio persistente y problemas de concentración y memoria, entre otros síntomas. El dolor no remite con los analgésicos comunes y su tratamiento es complejo.
Si bien en el pasado otras figuras públicas (el genial pianista Keith Jarrett, Cher, Paula Abdul o Morgan Freeman) habían declarado que padecían fibromialgia, la revelación de Lady Gaga tuvo mucho más impacto por su cualidad de hablar abiertamente y sin eufemismos sobre la enfermedad. En el documental de Netflix “Gaga: Five Foot Two”, las cámaras muestran a la estrella pop extravagante que todos conocemos, deslumbrante en el escenario, pero también a una mujer que se derrumba en un sofá a llorar por sus fuertes dolores musculares.
La paradoja es que, sufriendo una enfermedad crónica cuyos dolores son constantes, Lady Gaga posea semejante capacidad de superación y empuje. Después de un 2017 atravesado por múltiples dificultades, la neoyorquina se reinventó en 2018 como actriz en “Nace una estrella”, la película que protagonizó con Bradley Cooper y que fue un golazo tanto para la crítica como para la taquilla.
Gaga sorprendió como actriz y hasta estuvo nominada al Oscar en esa categoría (aunque ganó en la terna de mejor canción original). Sólo un año después de sentirse abatida y cancelar una gira, ahí estaba la rubia de nuevo en las alfombras rojas de los festivales de cine más importantes del mundo, y ganando premios en los Critics’ Choice y los Bafta.
Su olfato para el gran espectáculo también estaba intacto. En la ceremonia de los Oscar cantó con tanta intensidad y sentimiento junto a Bradley Cooper que los televidentes y la prensa fantasearon con un romance entre los dos que no existía (al menos formalmente). Y el año pasado se llevó todas las miradas en la famosa gala del Museo Metropolitano de Nueva York, con un despliegue de vestuario, maquillaje y actuación que parecía un videoclip en sí mismo. Aunque algunos opinan que estos “numeritos” de Gaga están gastados, al menos para la industria del entretenimiento siguen dando resultado.
Sin embargo, detrás del éxito, el dolor sigue estando ahí, agazapado. En enero de este año, la cantante habló con gran franqueza en una entrevista imperdible que le hizo la célebre conductora de televisión Oprah Winfrey. Habló de la violación que sufrió a los 19 años y de no haber podido procesar completamente ese trauma. La fama repentina no la ayudó para nada a superar ese suceso: “De repente me convertí en una estrella viajando por el mundo, yendo de la habitación del hotel hasta el garaje, de la limusina al escenario, y nunca me enfrenté a ello. Entonces de repente comencé a experimentar este increíble dolor intenso en todo mi cuerpo, que imitaba la enfermedad que sentí después de ser violada”, confesó. “Incluso hoy, estando sentada aquí en esta entrevista, me siento dolorida de los pies a la cabeza”, le dijo a Winfrey.
Ahora, cuatro (agitados) años después de su último disco de estudio, Gaga regresó con un nuevo álbum, “Chromatica”, en el cual vuelve a sus raíces dance y con maquillaje recargado, como una forma de exorcisar el sufrimiento y la angustia. El proceso de grabación del disco no fue fácil, según ella misma contó, porque había días en que no tenía la energía suficiente como para componer y cantar los temas. Tal vez por eso en este trabajo está rodeada de invitados y productores que la ayudaron y la animaron para completar las canciones (ver aparte).
En una entrevista con la emisora Apple Music, la autora de hits como “Bad Romance” y “Born This Way” reconoció que durante la grabación de “Chromatica” a veces se sintió “triste y deprimida”, pero fue capaz de convertirlo en algo positivo y liberador a través de la música. Además reveló que en el proceso de este nuevo álbum también se planteó dejar el alcohol. “He estado coqueteando con la idea de abrazar un estilo de vida sobrio. Todavía no estoy en ese punto, pero lo pensé en varios momentos. Es una opción que surgió mientras intentaba encontrar la forma de seguir trabajando a pesar del dolor físico que experimento constantemente”, explicó.
Lo que sí logró sacarse de encima fue su adicción al tabaco. “Dejé de fumar. Fumaba todo el día mientras trabajaba en el disco. Cuando acabamos, simplemente lo dejé. Fue lo más extraño y bonito que pudo haber pasado”, aseguró.
Sobre estos últimos años, y desde una nueva madurez, Gaga reflexionó: “Creo que me llevó un tiempo llorar por las cosas que me sucedieron. Pero no podía estar enojada conmigo misma por siempre, y no importa cuánto tardé en darme cuenta”, concluyó.
Lady Gaga, Elton John - Sine From Above (Audio)
Una fiesta dance para exorcizar demonios
Los que extrañaban a la Lady Gaga de sus primeros discos, de “The Fame Monster” o “Born This Way”, bien, aquí tienen su premio: “Chromatica” marca su regreso al pop más bailable, al exceso y la extravagancia. Después de “Joanne” (2016) y la banda de sonido de “Nace una estrella” (2018) —dos trabajos en donde probó aguas más tranquilas como el country, el jazz y el soft rock—, Gaga volvió con un álbum totalmente pensado para las pistas de baile, donde la introspección queda atrás y es reemplazada por una fiesta dance para exorcizar viejos demonios. La solidez de “Chromatica” no es casual. La neoyorquina se rodeó de un equipo con mucha experiencia. Entre los compositores y productores del disco (además de la propia Gaga) está el legendario Max Martin, el sueco que lanzó a la fama a Britney Spears y los Backstreet Boys. También está Tchami, el DJ francés creador del “future house”. Y comandando la nave se ubica BloodPop, el productor que ya colaboró con Lady Gaga en “Joanne” y que firmó trabajos con Beyoncé y Kendrick Lamar. Todos suman sintetizadores y melodías con aire épico y empoderado. Por momentos hay interludios de cuerdas como para descansar, pero casi en su totalidad el disco viene para rave (de entrecasa, ahora en la cuarentena).Los invitados también están estratégicamente pensados. El dúo con Ariana Grande en “Rain On Me” es una bomba. Tampoco falla la extraña combinación de Gaga con la banda de k-pop Blackpink. Y uno de los puntos más altos del álbum está en “Sine From Above”, donde la cantante se da el gusto de hacer dupla con Elton John, una de sus mayores influencias. En el estribillo cantan juntos: “Cuando era joven me sentía inmortal / Y no pasó un día sin que tuviese que pelearla”.