Cuerpos vivos. Cuerpos presentes en un encuentro. El movimiento como motor, y también algo de fe. Un acontecimiento que por propia definición es único, irrepetible, imprevisible. De esto se trata “Es Bailar”, el ciclo que desde 2020 busca reivindicar a la improvisación como forma de construcción escénica, a través de distintos lenguajes, en los que predomina la danza y la música. Este viernes 23, a las 21, tendrá una nueva edición en el Gran Salón de Plataforma Lavardén (Sarmiento y Mendoza).
La propuesta es llevada adelante por las “bailarinas y amigas” Cecilia Colombero, Julieta Almirón, Luciana De Pauli y Helena Vittar, que en cada presentación invitan a cuatro bailarines y artistas de otras disciplinas, para cuestionar las formas tradicionales de representación escénica. En Lavardén, se sumarán Lucia Quiroga, Mauro Cappadoro, Vanesa Moreira, y Miguel Bosco en danza, y las intervenciones de Agus Reyna (de la banda Bifes con ensalada) y la poeta Rocío Muñoz Vergara. Hay entradas con descuento para jubilados, estudiantes y miembros de COBAI (asociación civil dedicada a las artes escénicas).
“Veníamos investigando y desarrollándonos como bailarinas en el lenguaje de la improvisación, pero de la improvisación para la escena. Veíamos que en la ciudad hasta entonces lo que prevalecía eran espacios de Jam, que tiene una dinámica distinta en lo que respecta a la danza. Son espacios donde podés ir, estar varias horas, bailar con otres, compartir con otres y practicar ahí, pero no algo con el foco puesto en algo para ser visto”, contó en diálogo con La Capital Cecilia Colombero.
Con esta premisa, decidieron “sistematizar un ciclo” que les permitiera por un lado practicar a ellas, a la vez que conformar una “plataforma para artistas” interesados en explorar la creación viva y colectiva. “Hay una militancia de nuestra parte de reivindicar a la improvisación como lenguaje. Porque está un poco desmerecida, con esta idea de que improvisar es hacer cualquier cosa, o que improvisar es de vagos. Nos interesaba trabajar sobre eso y poner de manifiesto todo el entrenamiento que hay detrás”, detalló la bailarina y docente.
De esta forma, “Es Bailar” pone en escena, construye escena, a partir de la potencia de la improvisación: crear con el cuerpo a partir de la posibilidad casi infinita, ante la mirada de otros. En un mundo cada vez más mediado, y organizado por algoritmos que buscan anticipar cada paso, el ciclo propone una disrupción (que rompe y a la vez construye): ser parte de un hecho artístico vivo y presente. “Ir al encuentro” para “poner en discusión los límites de los géneros y las ideas tradicionales de obra”.
La improvisación como lenguaje
Para quienes están acostumbrados a formatos más típicos de representaciones escénicas, o nunca incursionaron en el mundo de la danza, la invitación es contundente: “Propondría que vengan a ver cuerpos en presencia, cuerpos vivos, laburando de manera colectiva para crear algo, y con toda la fe puesta en eso. Realmente es un grupo de gente que está en la búsqueda de algo que a veces va a encontrar, que de ratos se le va a perder. Gente comprometida con lo que hace, que abre más preguntas que certezas. Ver gente tocándose, transpirando, preocupándose por ir a la par de alguien, intentando que nadie quede afuera”, afirmó Colombero.
En este sentido, queda claro que improvisar desde la danza en escena no es equivalente a entregarse al movimiento en una rave. No es un transe individual, sino más bien lo contrario (u otra cosa): es una manifestación necesariamente colectiva. Por esto, el rol de los invitados es central en “Es Bailar”, y en esa búsqueda las bailarinas afinan los criterios para habilitar la mayor novedad posible en el acontecimiento. La apuesta siempre es a abrir, y evitar cualquier forma de cristalización o acostumbramiento.
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“Convocamos siempre a cuatro bailarines más de la ciudad, buscando que sean personas de diferentes grupalidades, que quizás no estén acostumbradas a trabajar juntas. Y también invitamos a alguien de la música, que puede ser con instrumentos o un DJ. Es una búsqueda amplia pero específica para la improvisación. No solo tienen que conocer el lenguaje sino tener interés en trabajar desde ahí”, detalló Ceci.
Además, desde el grupo apuestan a jerarquizar el rol de las personas invitadas. “Es una plataforma que busca ser profesionalizante. A diferencia de otras experiencias que tenemos los artistas locales, y diría incluso latinoamericanos, donde no sólo estás en escena, sino que haces la producción, el montaje técnico, y te encargas un poco de todo, acá la idea es que ese día los invitados solo tienen que bailar o tocar”, compartió Colombero.
A la música y la danza, se incorporan otras expresiones, otros lenguajes. “Creemos realmente en la práctica viva de la improvisación entonces nos interesa agregarle estímulos. El año pasado trabajamos con la gente de Crotovisión que intervenía desde las visuales. Este año empezamos a ver por dónde darle otra vuelta de tuerca porque no queremos que nada se termine de instalar, y que podamos seguir laburando desde esa composición instantánea”, apuntó la bailarina.
“Nosotras a su vez como performers también nos corremos de esa idea más tradicional de que las bailarinas no hablan, son calladas, no tienen para decir. Trabajamos con una visión performática donde hay un cuerpo presente que respira, habla, hace sonidos. Nos interesó sumar una capa más y pensar en alguien que se anime a venir a jugar con la sonoridad”, agregó. Por eso, esta vez estará la poeta Rocío Muñoz Vergara, con una fuerte impronta performática.
Para esto, es clave el trabajo del músico y sonidista Santiago Lagar, que hace una lectura de cada espacio para evaluar las mejores posibilidades de experimentar con ese elemento. A su vez, en el equipo hay personas especializadas en técnica y diseño de luces (Helena Vittar e Ignacio Campos), que componen un planteo escénico a partir de lo que la sede “despierta poética y estéticamente”.
En sus cuatro años de existencia, “Es Bailar” también se fue moviendo. El espacio físico es “la primera gran información” para el hecho escénico: la forma, el material, la idiosincrasia, el barrio de cada sede permea en la performance. “Empezamos instaladas en Micelio, donde lo under, ese galpón, toda la información de ese lugar, el estar más alejadas del centro, era toda una data que ya entraba, y nos gusta que así sea, a la hora de componer y de pensar las propuestas estéticas”, relató Colombero sobre la primera casa del ciclo, el espacio cultural independiente ubicado
Durante 2023, se instalaron en el CEC. “Fue una hermosa experiencia poder tener todos los meses un lugar físico, y más un lugar como el CEC, que es un lugar tan importante para la danza. Ahí sentimos que la escena cobró un tenor que estuvo re bueno, pero había algo que empezaba a cerrarse así que volvimos a abrir y la hicimos itinerante para estar refrescándola todo el tiempo, para que realmente cada edición sea algo nuevo”, cerró Ceci.