La fiesta colectiva que desató el triunfo de la selección argentina en Qatar, la Scaloneta, escenificó el divorcio entre la sociedad y la política, mientras la dirigencia se embarra en un conflicto institucional de final incierto.
Por Mariano D'Arrigo
La fiesta colectiva que desató el triunfo de la selección argentina en Qatar, la Scaloneta, escenificó el divorcio entre la sociedad y la política, mientras la dirigencia se embarra en un conflicto institucional de final incierto.
Millones de personas pusieron las grietas sociales y partidarias en suspenso y salieron a celebrar tras un largo ciclo de penurias económicas, agravadas por la pandemia y la guerra entre Rusia y Ucrania. Esas almas que desbordaron las calles y plazas de todo el país se sienten representadas por un equipo deportivo y no por quienes ocupan posiciones de poder. Otra señal de alerta (y van) que la política debería registrar.
La disputa a los codazos por quién se sacaba la foto con los campeones del mundo, los cortocircuitos con la AFA por el operativo de seguridad y la imposibilidad de contener la marea humana que se lanzó a la calle sólo le ratificaron a Messi, Scaloni y los suyos que había que zafar lo más rápido posible de la marca pegajosa de la política.
La gente que inundó las calles y autopistas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y el conurbano bonaerense se movilizó con la única consigna de agradecer a los jugadores y el cuerpo técnico por el éxito deportivo y ni siquiera se enojó con los gobiernos cuando los jugadores se subieron a los helicópteros que los devolvieron a Ezeiza.
La política tiene enfrente un estado de ánimo que puede ser todavía más inquietante que la bronca: la resignación. La sociedad ya no espera que las soluciones vengan del Estado y las busca en otros ámbitos y con otras herramientas, tanto lícitas como al filo o más allá de la ley.
Es un dato que abre distintos interrogantes sobre cuál será el comportamiento electoral el año que viene. Más, cuando en 2021 se registró el mayor nivel de ausentismo desde 1983 a esta parte.
Las avalanchas sobre el colectivo que transportaba a los ganadores de la tercera copa del mundo, y que sólo por obra de la suerte o la deidad que se prefiera no provocaron una catástrofe, confirmaron a Omar Perotti y a Pablo Javkin que resultaría imposible organizar un acto con las figuras santafesinas de la gesta en Qatar.
Desde el domingo, el gobernador y el intendente estuvieron comunicados con el círculo íntimo de Messi y Angel Di María -de hecho, se empezó a montar un escenario en el Monumento para hacer un evento con un recital- pero tuvieron que archivar cualquier tipo de festejo masivo. “Incluso si evacuábamos a los jugadores por Prefectura no teníamos forma de llegar ahí por la cantidad de gente que iba a haber”, dice un funcionario clave de la provincia.
El que sí tomó contacto directo con los goleadores de la final fue Perotti. En el entorno más próximo al gobernador aseguran que el encuentro en el aeropuerto de Rosario fue casual. Relatan que el vuelo para la asunción del obispo de Rafaela se demoró por la llegada del avión privado que traía a los jugadores, hubo un breve intercambio en la pista y se puso a disposición el helicóptero de la provincia para trasladarlos a Funes.
“Omar no puso ninguna foto en ninguna cuenta oficial. Nadie pensó en especular, si hubiésemos querido podríamos haberlos invitado a la casa de gobierno, declararlos ciudadanos ilustres, y preferimos que disfruten con su familia”, dice un funcionario del núcleo político del gobernador.
Lo que resultó llamativo es que, salvo escasas excepciones, ningún referente político salió con los tapones de punta ante un hecho que generó ruidos en las redes.
“Tenemos detectado que todo aquel que quiere politizar a la Scaloneta es rechazado de forma casi unánime. Hay cero tolerancia a politizar el mundial”, explica un dirigente opositor de primera línea.
Javkin y Perotti hicieron gestiones para armar un acto con los jugadores en Rosario, pero la movilización en Buenos Aires los hizo archivar la idea
En el PJ admiten que la autoridad de Alberto Fernández está completamente licuada y recuerdan cuando Cristina Kirchner recibió en 2014 a la selección de Alejandro Sabella. “Había jugadores incómodos, pero ella ejercía poder. Vos como gobierno ponés sponsors como YPF y Aerolíneas y tenés formas de generar el evento”, señala un dirigente que va y viene entre Buenos Aires y Santa Fe.
Oficialistas y opositores siguen los festejos con una mezcla de perplejidad, envidia y un esbozo de autocrítica por la floja performance de la política.
“Ojalá que la Scaloneta sirva de ejemplo. Es un mensaje de esperanza y de alegría, a contramano de lo que estamos generando nosotros desde la política”, reconoce un referente peronista.
“La gente toma al equipo como lo que se debería hacer en el país: humildad, trabajo en equipo, planificación, y compara con la improvisación de la política. Lamentablemente, el sistema político sólo cambia cuando se siente amenazado o hay un gran cimbronazo, tipo la híper o el 2001”, remarca un dirigente del arco no justicialista.
Lo que sí generó un tembladeral político es la cautelar de la Corte Suprema de Justicia de la Nación sobre la coparticipación que recibe la ciudad de Buenos Aires. Un conflicto lejano para la ciudadanía de a pie, todavía eufórica por el mundial y en modo fin de año, pero de derivaciones imprevisibles.
Más que los 180 mil millones de pesos extra que recibirá el distrito más rico del país fue la resolución exprés de unos cortesanos que gustan ir fuerte en el juego del poder y la reacción de Alberto Fernández lo que generó una escalada armamentista que incluye nuevos movimientos en la Justicia y la carta del juicio político.
Aunque no prosperen ni la recusación de los jueces de la Corte Suprema ni el impeachment contra el presidente, el conflicto agrieta todavía más la escena pública y anticipa el tono de la campaña.
Rodeado de los gobernadores que sólo lo visitan para obtener recursos para sus provincias, el profesor de Derecho de la UBA se terminó de subordinar conceptual y políticamente a Cristina, se embarcó en una cruzada en la que el viejo amigo Horacio tiene las de ganar y que hace tambalear el precario esquema económico que armó Massa con los dólares del FMI y del agro.
En este marco, Perotti acelera la diferenciación con un gobierno nacional altamente impopular en la provincia. Esta semana lo hizo tres veces. Primero, no adhirió al feriado del martes, una medida que, dicen desde la Casa Gris, fue “sentido común”. “El empresario viene muy castigado, y lo obligás a pagar doble para que vean los festejos por televisión”, argumentan.
Después, su mano derecha, Roberto Mirabella, aprovechó que la sesión de Diputados de este miércoles se caía por falta de quórum para no bajar al recinto y cuestionar el “centralismo porteño” de la agenda parlamentaria.
Finalmente, Perotti faltó a la reunión de Fernández en Casa Rosada con los mandatarios provinciales. En la Casa Gris leen que la Corte -que tiene dos santafesinos- le allanó el comienzo de la campaña a Rodríguez Larreta y todavía lamentan la salida política a la revuelta policial de septiembre de 2020. En ese momento, deslizan en la Gobernación, Fernández desaprovechó la oportunidad de abrir el juego y redireccionar recursos a provincias que atraviesan situaciones críticas en seguridad y narcotráfico, como Salta o la propia Santa Fe.