Entonces, el robot que se quiere parecer a las personas, intenta copiar su forma de pensar de razonar, de expresarse, de crear y va perfeccionando sus herramientas para acortar las chances de error.
José Romero, investigador de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), explica un poco más sobre este bot que hace tareas repetitivas previamente definidas y que trabaja con algoritmos muy sofisticados, aunque también alerta sobre el consumo de energía de este tipo de tecnología. Cita que según estudios de dos universidades estadounidenses, la empresa Microsoft ha consumido más de 700 mil litros de agua limpia en el entrenamiento de los servidores de ChatGPT.
“Podemos decir de manera muy simple que es un buscador —como Google— más personalizado, que logra mantener una conversación o diálogo con los humanos dando la impresión de estar totalmente a nuestro servicio en cuanto a cualquier demanda de información y conocimiento”, dice Romero, que es director de la Cátedra de Estudios y Análisis Prospectivo del Paradigma para una Nueva Educación, del Centro de Estudios Interdisciplinarios (CEI) de la UNR y presidente de la Fundación para los Estudios Internacionales (Funpei).
El lazo emocional
Por si hiciera falta, y antes de continuar con las virtudes y defectos del ChatGPT, es preciso recordar la infinidad de cualidades humanas que las máquinas no pueden suplantar. Si nos centramos en el aula, existe una conexión entre las y los docentes y sus alumnas y alumnos que tienen que ver con lo sentimental, con la contención, tanto emocional como desde lo educativo. La relación a través de la cual se construye el aprendizaje en las escuelas se potencia cuando se puede argumentar desde la historia de cada uno, cuando los saberes se entrecruzan, cuando la creatividad surge de las manos o en los trazos de un papel, cuando hay pasión y amor en cada tarea. En general, la invención humana se reconfigura ante los avances tecnológicos y está ocasión no será la excepción.
Pero que siga el foco en el ChatGPT. Hay ciudades como Nueva York o países como Italia que decidieron prohibir el uso de esta inteligencia artificial en las escuelas porque —según argumentan— no desarrolla habilidades de pensamiento crítico y resolución de problemas, que son esenciales para el éxito académico y para la vida, además de facilitar “las trampas” en las evaluaciones.
Marcela Czarny, directora y fundadora de Chicos.net, una asociación que trabaja desde hace 25 años en temas de derechos de la niñez y entornos digitales, expresa su desacuerdo con las restricciones. “Creo que este tipo de prohibiciones no sirven, es tapar el sol con un dedo, lo que sí se puede hacer es tratar de regular, que toda la sociedad —el Estado, las empresas, el sector privado, las organizaciones sociales— se sienten en la misma mesa para definir qué hacer con este tipo de irrupciones, suprimir no porque siempre aparece alguna forma de evadir esa prohibición o surgen nuevos lenguajes, y lo que hay que modificar es el modo de preguntar, es ver cómo aprovechamos a nuestro favor este contenido”.
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Czarny, sí pone el eje de la preocupación en averiguar adónde van los datos del ChatGPT cada vez que se pregunta algo. “Nadie sabe cómo el ChatGPT decide qué contestarte, es como una caja negra, es muy loco, y los mismos programadores están asustados con esto”, alerta para recomendar el uso de la inteligencia artificial “con mucho cuidado, con análisis crítico, con pensamiento lateral, estar atentos a ver si hay sesgo en sus respuestas, si toma partido. Propongo generar preguntas sobre este nuevo lenguaje y tratar de aprovecharlo usando lo que vemos y también teniendo en cuenta lo que no sabemos”, sugiere.
Y la pregunta es si con la progresión veloz de la inteligencia artificial, ¿se abre al fin una nueva cultura de aprendizaje? Es que el cambio en las escuelas tiene que llegar más pronto que tarde y en los análisis se avizora que la enseñanza debería ser “más útil”, repensar qué tipo de personas se quiere preparar, cómo enseñar para el futuro, cuáles son los contenidos que hay que modificar, cuáles sacar, cuáles no, cómo entrenar a los chicos, chicas, jóvenes para ser análíticos, críticos, creativos, adaptables a lo nuevo. Y sobre todo, cómo hacer para que todo esto ocurra en las aulas, cómo pueden los docentes guiar esta transformación aprovechando estas nuevas herramientas.
La fundadora de Chicos.net asegura que a pesar de todas las falencias existentes, la cultura educativa va a cambiar. “El problema de los sistemas educativos es que siempre van atrás de los avances de la sociedad, hay un dicho que dice que si un cirujano que trabajó hace 200 años se levanta de la tumba y va a un quirófano no va a entender nada, pero si un docente de hace 200 años va a un aula va entender perfectamente cómo enseñar porque mucho no cambió. Más allá que este mito no es tan así, sí es ilustrativo. Entonces, con todo lo que internet nos da, sumado a la IA, la idea es pensar qué queremos que aprendan los chicos, qué significa aprender, y de ahí avanzar”.
Romero cuenta que en su primer acercamiento con el ChatGPT se sintió sorprendido, pero también se percibió teniendo una conducta reactiva, cuasi automática y hasta a veces algo compulsiva. “Una actitud ansiosa, apresurada y sobre estimulada hacia una curiosidad voraz”, describe.
En ese sentido, el investigador manifiesta que “esta herramienta nos muestra todo ‘lo que hay en referencia al conocimiento’, pero no te lo da”. Y lo compara con el sistema educativo dónde las formas son tan importantes cómo el contenido. “Quién lo da, cómo lo da, y qué es lo que da es clave en todo proceso de enseñanza. No basta con mostrar lo que se puede dar, sino darlo y cómo darlo”.
“La educación —y por consiguiente el aprendizaje— existió desde la misma aparición del hombre. El hombre desarrolló siempre una ‘tensión interior’ que le permitió adquirir los conocimientos, habilidades o competencias que le garanticen la apropiación de su yo y la relación con su entorno. Como suele repetir (Humberto) Maturana, el hombre si no aprende no vive”, reflexionó.
Por último, Romero se refiere a la labor de los docentes como fundamental, como guías que puedan dar instrucciones a estos nuevos programas. “La inteligencia artificial necesita para que sea una experiencia educativa de algoritmos como verbos: decirle hacé esto o lo otro; almacená esto o recuperá algo que seleccionó. La inteligencia artificial para ser educativa necesita instrucciones. Esa tarea de forma insoslayable es responsabilidad de los docentes. Sin docentes la IA no puede dispensar una experiencia educativa. Y el docente también puede identificar en la IA un aliado que le permita liberarse de la sobrecarga y los trabajos repetitivos. La IA puede ser una gran aliada para la docencia y el soporte para un trabajo más confortable y de calidad”, agrega.
Será tiempo de caminar hacia el encuentro con la IA, con recaudos y mirada crítica, para tratar de incorporar estos nuevos lenguajes a la enseñanza, como sucedió con internet. Cómo llevarlo a cabo será una ardua tarea, una más para los docentes, para la humanidad toda, que se esfuerza por crear esta tecnología sofisticada y después se enfrenta a la enorme aventura de sobrevivirla.
Ejemplos de tareas con el ChatGPT
Manuel Z. tiene 10 años, va a 5º grado en la Escuela Bialik y con asombro cuenta una actividad de tecnología en la que utilizaron la inteligencia artificial para diseñar imágenes. “Usamos un programa que se llama Scribble Diffusion, la actividad consistía en hacer un dibujo en la computadora, que podía ser un garabato, después escribías lo que querías, por ejemplo casa, sol y árbol, entonces la inteligencia artificial creaba una imagen muy buena que se parecía a un cuadro, y tenía la posibilidad de crear miles de imágenes por segundo”.
Bautista G. (21 años) cursa tercer año del traductorado de inglés en el Instituto Belgrano y con los ojos que se salen de su propio cauce muestra cómo fue el trabajo que hizo en conjunto con la inteligencia artificial para el espacio curricular traducción literaria. “La actividad consistió en hacer la traducción y adaptación de un cuento infantil de español a inglés para chicos de 1 a 6 años. El cuento era protagonizado por gatos, entonces necesitábamos agregar ilustraciones. Fue ahí cuando le pedimos a la inteligencia artificial —al programa Gencraft— que nos cree imágenes infantiles con gatos, en colores, en blanco y negro, con manchas, haciendo algunas actividades, y el resultado fue hermoso, perfecto. Y esas son las imágenes que van a acompañar a los cuentos”.
Conversa, una plataforma piloto previa a la IA
Hace tres años, José Romero encabezó un proyecto junto a un equipo interdisciplinario de la Funpei para diseñar una plataforma de aprendizaje denominada Conversa (conversa.site) que permitía mejorar el aprendizaje y ser aliado de los docentes, humanizar su rol profesional y liberarlos de la sobrecarga, agotamiento y desgaste que produce la acumulación de trabajos repetitivos y rutinarios, como por ejemplo, las correcciones.
Funcionaba a través de WhatsApp o Telegram y podría haber significado una prueba previa a la irrupción del ChatGPT que ya ingresó sin pedir permiso a los ámbitos educativos. Pero no fue bienvenida.
Romero cuenta las razones por las que no prosperó esta herramienta: “En cada uno de los ámbitos educativos la propuesta no recibió la acogida que permitiera el desarrollo de una experiencia piloto. El prejuicio de base consistía en que había un bot (robot) en el corazón del proyecto de Conversa y eso desalentó la mirada de los diferentes responsables educativos. Miedos, incomprensiones y carencias de perspectivas no permitieron que el debate en referencia a la IA pudiéramos darlo hace tres años atrás en nuestra jurisdicción, o al menos estar en mejores condiciones para lo que sería la llegada del ChatGPT en estos últimos meses y de manera inconsulta en todas los ámbitos educativos. Conversa constituía una herramienta que requería experimentación y mayor desarrollo; pero resultaba una interesante anticipación a uno de los debates mas serios que acosa en estos días el ámbito educativo y laboral”.
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El libro tiene como protagonista a un sábalo que recorre distintos paisajes.