Se acerca el 10 de diciembre y el presidente electo comienza a precisar su estrategia económica. Ya avisó que todo empeorará antes de mejorar. Prometió un escenario de caída de la actividad y alta inflación por al menos seis meses, tras lo cual se iniciaría un camino de cierta recuperación hasta que en 18 o 24 meses se domine la dinámica inflacionaria. Al final del camino los “argentinos de bien”, según la definición de Luis Caputo, recuperarán la alegría. El resto, completó Milei, irá a parar al Ministerio de los Caídos, que es el único que tendrá la billetera abierta.
Caputo, ex ministro de Finanzas y presidente del Banco Central del gobierno de Mauricio Macri, fue designado esta semana como futuro titular de Economía. Atrás quedaron las virulentas críticas que le hacía Milei. Juntos viajaron a Estados Unidos esta semana para presentarles su plan de acción al FMI y a la Casa Blanca. Sólo se conocen trascendidos, pero al parecer, el “Messi de las finanzas” ofreció resolver el pasivo del Banco Central a través de una ingeniería financiera que incluye tomar nueva deuda con garantía de activos del Estado.
El resto del programa está dentro de lo predecible. El nuevo gobierno habría prometido un ajuste mucho más profundo que el reclamado por el FMI, lo que fue bien recibido por el organismo que conduce Kristalina Georgieva. Diana Mondino, enviada a la conferencia anual de la Unión Industrial Argentina, expuso algunos puntos con crudeza. Entre dudas sobre la realidad de la sequía e ironías sobre la escasez de energía que prevé par al verano, la futura canciller desafió a los empresarios fabriles. “Si llegaron hasta aquí aguanten seis meses más”, dijo. Milei mismo advirtió que su “ordenamiento fiscal” provocará una estanflación. Concepto que combina caída de la actividad económica con altas tasas de inflación, y que algunos economistas trocan para lo que se viene en “depreflación”, que refiere a una depresión económica más profunda y duradera.
Ni las burlas de Mondino en su propia ni el faltazo de Milei esmeriló el entusiasmo de los dirigentes de la UIA, que prefirieron festejar otros anuncios que hicieron los enviados del presidente electo: liberación total de precios, apertura del cepo, flexibilización laboral, eliminación de las Siras y desregulación económica. El éxtasis llegó cuando Mondino proclamó que “los dólares son de los exportadores y no del Banco Central”.
El auditorio quedó algo dividido pero los máximos referentes de la casta empresarial le tendieron la mano al nuevo gobierno. “Lo importante es la estabilización”, dijo el presidente de la UIA, Daniel Funes de Rioja, quien relativizó las promesas de estanflación al señalar que “ya estamos en recesión”. En rigor, a pesar del impacto de la sequía en los sectores vinculados al agro, la actividad de la mayoría de los rubros industriales se sostuvo en uno de los niveles máximos de los últimos siete años.
Lo mismo que el empleo, uno de los pocos activos que deja el gobierno que se va, ya comienza a tensionarse. Por distintos motivos, algunos vinculados a la macroeconomía, la ofensiva de telegramas ya comenzó. El caso de Mirgor en Tierra del Fuego, que desvinculó a 1.200 operarios metalúrgicos, es simbólico de la nueva etapa. También hay tensión en autopartistas y automotrices, así como fábricas alimenticias. Una mezcla de anticipo a la apertura económica y la flexibilización laboral, matizada con la voluntad de plantar telegramas antes del cambio de gobierno. Una “corrida” de puestos de trabajo.
Como consecuencia de los anuncios del presidente electo de paralizar la obra pública, ya hubo despidos en el sector de la construcción en Vaca Muerta. La construcción aparece en la primera línea de fuego. En Rosario peligran 8 mil puestos de trabajo.
El fantasma del desempleo es una eficiente herramienta de disciplinamiento y baja salarial. En ese contexto, Milei puso en duda el pago del medio aguinaldo y encendió las alarmas. Las miradas, súbitamente, se volvieron hacia el gobierno que entregará el poder en una semana. El ministro de Economía Sergio Massa, candidato derrotado en las elecciones presidenciales de segunda vuelta, recobró inusitado protagonismo, al ser el blanco de reclamos que no serán respondidos en la próxima gestión.
La foto que se sacó esta semana con los gobernadores del oficialismo y la oposición fue un fiel reflejo de ellos. Los mandatarios, algunos de los cuales deslizaron que votaron a Javier Milei, le pidieron plata para garantizar el pago de sueldos y aguinaldos de diciembre, antes de que el nuevo gobierno les corte el chorro. Massa atendió el reclamo con la distribución de ATN y dejó entrever que podría oficializarse una norma para elevar las transferencias por el impuesto al cheque.
Es que los gobernadores, muchos de los cuales militan en espacios políticos que hacen de la baja de impuestos un slogan, salieron con los tapones de punta contra la rebaja del impuesto a las ganancias sobre el salario y la devolución del IVA compras. “Es plata de las provincias”, se quejan. Gremios como bancarios y aceiteros salieron al cruce. “Es plata de los trabajadores”, dijeron, antes de proponerles que suban impuestos a los sectores más ricos de cada provincia.
Escenas de la puja distributiva que se viene, áspera y a la baja, con el objetivo de perder lo menos posible. Otro eco que se escucha de los 90. Como el pleito que acaba de plantar Santa Fe en la Corte en una disputa de recursos con la Ansés. Recordatorio de un viejo clásico de aquellos años de Menem, cuando el sistema previsional se sentó en la mesa de la coparticipación.