El gatillo caprichoso que tienen las imágenes me recordó a Mindhunter, una serie de Netflix que trata de una unidad que en los años 70 crea el FBI para el estudio de asesinos seriales. No es ese el punto que enlaza con el caso de Rosario. Tal vez la conexión sea algo que está muy presente en los primeros episodios, que trata del homicidio sin razón inicial o aparente, gratuito e indiscriminado, en apariencia azaroso, sin explicación, de agresor desconocido. Sin agresión sexual, sin robo.
Aceptemos que en el caso de Bruno Bussanich sí surge un planteo oficial de motivación enunciado con mucha fuerza. En esta conjetura el chico agresor ejecuta una orden para, a partir del terror de una acción aleatoria y brutal, forzar una negociación o un beneficio para sus mandantes. Estos en la hipótesis más esgrimida son presos de alto perfil que inciden probadamente en la violencia en Rosario y exigen la restitución de beneficios perdidos.
Si fuera así, igual quedan plantados enormes enigmas acerca de por qué el chico lo hizo. No se trata de discutir si efectivamente lo hizo. Lo central aquí es analizar si, en él, hay un por qué y si ese por qué es suficiente para explicar su conducta. Y ese es el tema que conecta con Midhunter. Para esta serie del talentoso director David Fincher la incógnita mayúscula es por qué se repiten las acciones de asesinos seriales. La traspolación arbitraria a distintos casos en Rosario es por qué chicos muy chicos aparecen ligados continuamente a acciones de una violencia inconcebible.
El móvil esquivo
En el primer capítulo de Mindhunter un profesor de Criminalística le dice a su auditorio en el FBI. “Robert Violante y Stacey Moskowitz se besaban en el auto. David Berkowitz se acercó al auto y les disparó a quemarropa. En dos veranos Berkowitz mató a seis e hirió a otros siete ¿Por qué? Porque un perro le dijo que lo hiciera. Podemos decir que está loco, o que se hace pasar por loco. Pero si buscamos un móvil comprensible, resulta que no existe. Es un vacío, un agujero negro".
Eso que dice el profesor Rathman es el enigma que lleva la serie a la pregunta de si lo que pasa en los actos de estos criminales prototípicos de los 70 como Charles Manson, Wayne Williams o El hijo de Sam (el aludido David Berkowitz) pasa exclusivamente en el interior de los criminales o si la sociedad tiene algo que ver con ello. La pregunta la dispara, precisamente, la enormidad de la incógnita. "En los años '30 el FBI se fundaba persiguiendo a John Dillinger, Baby Face Nelson, Machine Gun Kelly, criminales que se burlaban de la sociedad, pero para obtener algo", dice el profesor. "Ahora tenemos una violencia extrema entre desconocidos. ¿Qué hacemos cuando el móvil es esquivo? Parece que ya no sabemos qué mueve a la gente a matar. Antes, si la víctima tenía 50 puñaladas buscabas al amante despechado, al ex socio. Ahora puede ser un tropiezo con un cartero contrariado. El crimen cambió".
Mindhunter.jpg
Bill Tench y Holden Ford, personajes principales de la serie Mindhunter, que se ve en Netflix
Esos primeros diálogos entre el profesor Rathman y Holden Ford, el joven investigador que es el protagonista de la serie, son el corazón de la trama. Que es intentar comprender lo incomprensible en los actos criminales, las acciones que no parecen tener lógica alguna. El encuentro de Holden Ford con una estudiante de sociología propicia dar un salto para ampliar, justamente, el campo de comprensión. Ella le dice que si está estudiando sobre criminales de rasgos psicópatas sería bueno que lea al sociólogo francés Emile Durkheim, quien ya en el siglo XIX empezó a trazar interacciones entre conducta individual y entorno social.
>>Leer más: El asesinato anunciado de un chico de 14 años ligado a delitos violentos
Los últimos 18 meses
En Rosario los casos donde hay menores de 16 años implicados en delitos gravísimos es estadísticamente poco relevante en contraste con mayores de edad. Pero en los últimos 18 meses, lapso breve, aparecieron chicos involucrados en actos de una enormidad ardua de asimilar tanto analítica como emocionalmente.
► A Derián Varela lo mataron de un tiro en la cocina de una casa en Villa Gobernador Gálvez mientras tomaba una Coca Cola en septiembre de 2022. Tenía 14 años. Contaba con referencias de delitos con armas desde los 8 años y familiares detenidos por usurpaciones. Derian tenía dos disparos, uno en la mandíbula y otro en la columna vertebral. Uno de los diversos funcionarios que conocía la trayectoria vital del chico, notoriamente afectado ante la noticia, fue escueto al enterarse: “Lamentablemente es un final esperado”.
A un juzgado de Menores había llegado un caso ocurrido cinco meses antes donde las cosas se invertían. Allí Derian había sido indicado por un testigo como el autor del crimen de Milton Gordillo, de 17 años, en Ovidio Lagos al 7500, el 25 de abril a las cuatro de la tarde. Por ese hecho Derian fue detenido. La evidencia de autoría contra Derian era clara pero fue derivado a la Dirección provincial de Protección de Niñez y el servicio municipal de niñez por ser no punible por su edad. La actitud de Derian, según el testigo, fue semejante a una conducta de criminalidad adulta. Lo citó a Milton en cercanías del Arroyo Saladillo, lo hizo arrodillar, le disparó y se fue. Volvió y gatilló un tiro de gracia. Luego se marchó caminando.
► Un mes después de la muerte de Derian, un chico fue asesinado en Tiro Suizo: era Zacarías Sharif Azum. Este adolescente en abril de 2022, cuando tenía 14, fue sindicado como el asesino de Ayelén González en el barrio Bella Vista, pero por ser no punible fue restituido a su familia. Zacarías era hijo de Jesica “Fea” González y Alejandro Sharif Azum, detenidos por diversos delitos muy ligados al narcomenudeo. Su cuerpo fue hallado en Del Campo y Olegario Víctor Andrade. Había siete vainas calibre 40 a su alrededor y en un bolsillo de su pantalón se encontraron dos notas manuscritas. Una decía: “Tira tiro menor”. En un primer momento se calculó su edad entre 20 y 25 años. Tenía 15.
2022-10-31 zacarias azum.jpg
Zacarías Azum, asesinado en octubre de 2022 a los 15 años, y autor meses antes del homicidio de Ayelén González, en barrio Bella Vista.
Foto de Facebook
Leer más: El chico masacrado a balazos el pasado viernes integraba una familia de delincuentes
► Uno de los crímenes más impactantes de 2023, ocurrido el 14 de noviembre, fue el del policía Leoncio Bermúdez, ejecutado a tiros en el Hospital Provincial por delincuentes que fueron a rescatar a un preso en internación condenado por homicidio. Un mes después se presentaron dos personas que habían actuado como campanas en la puerta del hospital. Tenían 14 y 15 años. La fiscal Gisela Paolicelli señaló que eran indudablemente quienes habían participado en el hecho, en el que quedaron filmados, como apoyo de los que irrumpieron en la guardia que los captaron para ese fin. Por sus edades no pudieron formularles imputación.
► Tres personas tiraron una bomba molotov contra un colectivo de la línea 143 en Rondeau y Nansen, barrio Alberdi, el 6 de enero pasado. Dejaron una nota amenazante dirigida al ministro de Seguridad. Dos de los que protagonizaron el ataque tienen 13 y 15 años.
asesinato policía.jpg
Conmoción en la zona de guardia del Hospital Provincial por calle Zeballos tras el asesinato del policía Leoncio Benítez, en noviembre de 2023.
Foto: La Capital / Marcelo Bustamente.
>> Leer más: Imputado por ordenar un ataque con una molotov contra un colectivo y amenazar a un ministro
► El 18 de enero pasado encontraron asesinado en un garaje de Isola y Alice, al sur de Tablada, a Marcos Maldonado. Todo el barrio lo conocía como Chaparrito. Tenía 17 años y había transitado una vida de soledad, complicada y violenta, advertida hasta por sus docentes desde que tenía 4 años, aspirando nafta en un contexto de venta de drogas y pobreza extrema. Los trastornos de su personalidad, el hecho de que lo supieran vinculado al delito desde que tenían memoria hizo que no pocos de sus vecinos se sintieran complacidos de su cruento final. Chaparrito nunca conoció a su padre, su madre era discapacitada física y ciega, pese a la presencia de su abuela él creció en la calle. Los testimonios del barrio indican, con nombre, apellido y apodo, al autor de los dos tiros que lo mataron. Es un chico de 15 años al que la Policía de Investigaciones y los juzgados de menores conocen.
>>Leer más: Chaparrito, un pibe de vida arrasada y asesinado con un balazo en la cabeza
Estos episodios ocurridos en 20 meses en Rosario implican todos a chicos de menos de 15 años involucrados en un tapiz de una mayoría de brutales hechos de sangre. Una trabajadora social de un juzgado de menores afirma que muchos en su condición, si fueran bebés, estarían en situación de adopción, pero como tienen 11 años están solos en la calle. La cuestión del móvil que los lleva a actuar es poco útil para explicar la matriz de construcción de esas complejas personalidades que sigue sin ser desmontada. Las ideas de confinar todo a un puro descalabro subjetivo y personal son poco útiles para explicar cómo se llega a actos monstruosos. Debatir una nueva pauta de edad de imputabilidad y de responsabilidad penal juvenil es importante. Pero pensar que bajar dos o tres años la edad inicial de encierro en un instituto penitenciario mejora en algo a la comunidad es, más que una ilusión, una negación con seguros efectos graves. Cuando la ley rebaje la edad de imputabilidad todos estos estragos seguirán pasando.
Un agujero negro
Y seguirán pasando en una ciudad fracturada, donde casi la mitad de la gente no tiene ninguna chance de inserción en el mundo legal, en la economía en blanco, en el terreno del empleo distinto de las economías delictivas. Hace cuatro días atraparon a dos chicos de 15 y 17 años en Centeno al 200 con dos mil dosis de cocaína. Estaban trabajando. En el tipo de trabajo más disponible para chicos de esa edad en ese barrio.
>>Leer más: Dos adolescentes fueron demorados con paquetes de cocaína en la zona de "La U" de Ayacucho
En Mindhunter, los dos profesores del FBI asumen que encontrar el motivo personal de un crimen les sirve de poco para entender hechos completamente desmesurados. Y pese a ser hijos de una cultura que propone al delito como desviación personal empiezan, con dificultad, a sospechar que el entorno de donde vienen los que hacen estas cosas tengan relación con sus actos atroces. En una década mataron a Kennedy, la policía acribilló a cuatro alumnos en una protesta antibélica en la Universidad de Kent, 58 mil soldados murieron en Vietnam y estalló el escándalo de Watergate que tumbó al presidente Richard Nixon. Los detectives del FBI hablan sobre eso. ¿Será que estos actos desaforados que producen individuos tienen que ver con una sociedad quebrada?
“Estamos en medio de sucesos impresionantes”, dice el profesor Rathmon. “Un presidente asesinado, una guerra impopular que perdimos, la guardia nacional mata a cuatro estudiantes, Watergate. ¿En qué se convierte nuestra democracia? ¿De eso se trata? ¿Una reacción al caos? Simbólicamente un gobierno solía ser como un padre. Ahora es la ley de la selva. El mundo es irracional, cómo no va a serlo el crimen”.