Son los barrios mas coquetos de la zona oeste cercanos a Fisherton: Aldea, San Eduardo, Hostal del Sol. Allí viven profesionales, industriales, políticos y empresarios de todos los rubros imaginados. Todos los días el sol y el verde lo invaden todo. Pero en la zona de Juan B. Justo al 9000 y en cinco cuadras a la redonda la inseguridad es la misma que se vive en cualquier otro barrio rosarino. Hubo al menos ocho robos a viviendas en los últimos tres meses y los vecinos sospechan que los ladrones, que usan la modalidad llamada “escruche”, saben perfectamente los movimientos del vecindario. “Además por acá nunca pasa un patrullero, y por más que tengamos seguridad privada no hay ni una cámara pública de vigilancia en ninguna esquina”, contó Lucila, a quien le dieron vuelta su casa el pasado 9 de julio. En una de las viviendas un pequeño grupo de vecinos se reunió con La Capital par relatar distintos hechos que los tienen más que preocupados.
En el caso de la familia de Lucila el robo significó la pérdida de una importante suma de dinero, anillos, joyas y una cámara de fotos. Martín, su marido, contó que “según pudimos reconstruir, antes del robo a mi casa un auto estuvo merodeando por las calles del barrio y se detuvo unos minutos en la puerta de nuestra vivienda”.
La familia de Lucila y Martín había salido unas horas y al volver se encontraron con la casa revuelta y el faltante de sus pertenencias. El hombre aseguró que su hija “estuvo a punto de volver a casa y por suerte no lo hizo. Estamos muy preocupados porque desconfiamos inclusive de quienes nos deberían dar seguridad y es probable que por un problema interno de la agencia contratada no nos den el servicio que pagamos”, dijo.
Por su parte Lucila agregó que pagan “impuestos muy caros y pareciera que estamos olvidados. Hay arrebatos y no se ve presencia policial ni cámaras de vigilancia”; y abundó en que “la policía vino, tomó rastros y se fue. Y desde Fiscalía nada nos dijeron sobre si avanzó o no la investigación”.
A Quique, otro vecino, también le robaron con la misma modalidad. “El 26 de abril a la noche fuimos a un club a cenar con mi esposa. Estábamos con los dos autos familiares y mi mujer llegó antes que yo a casa. Cuando ella iba a entrar vio luz y pensó que estaba yo adentro, así que directamente ingresó y los ladrones escaparon por el jardín”, contó.
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El robo a Quique fue similar al de Martín y Lucila. “Se llevaron dinero, joyas, relojes y lo que pudieron meter en una mochila. Vino la policía y tomó huellas. Yo vi unos granulados como de plástico y un par de huellas de borceguíes. Encima hay parte de lo que se llevaron que no les va a servir, por ejemplo me robaron dos zapatos de distintos pares”, contó Quique como anécdota.
En el caso de Sebastián el hecho no pasó de un intento de robo. “Vivo en el barrio desde 1997, fui uno de los primeros en instalarse en la zona. Antes no había tantos robos, pero éste último tiempo fue brutal. A mi hace unos meses me quisieron entrar por el jardín, pero cuando el ladrón intentó ir para la casa sonó la alarma perimetral y eso impidió que siguiera, se asustó y se fue”.
Pero no todos los vecinos denuncian los robos. “Sabemos que hay intentos o robos que se concretaron y que no se denuncian, no sabemos por qué lo hacen”, cuestionó Lucila. En este sentido, la tarde del jueves un grupo de unos veinte vecinos se encontraron en un restó para comenzar a debatir qué hacer ante la inseguridad que acecha a la barriada.
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Como antecedente de otros hechos que alteraron la tranquilidad de ese sector de la zona oeste de la ciudad, puede anotarse que en 2014 propusieron poner vallas en algunas calles para tener más control sobre los ingresos y egresos de la zona, pese a que la característica que presentan es la de los barrios abiertos.
Hubo otros momentos de robos que alertaron a los vecinos. El 6 de abril de 2009 un grupo de delincuentes ingresó poco antes del mediodía al barrio privado Country Aldea, cercano al aeropuerto de Fisherton, redujo y robó a una familia y luego se fugó del lugar en el auto de las víctimas además de alzarse con un botín de 5 mil pesos y varios objetos de valor.
Fue en Jorge Newbery y Alvarez Condarco y en aquel momento se precisó que los delincuentes irrumpieron en la casa familiar alrededor de las 7 de la mañana, que redujeron a los habitantes de la casa sigilosamente y de a uno, a medida que se despertaban.