A Esteban Brian Fernández lo mataron por una bicicleta. No una bici importada o de marca y de alto costo sino por una armada con un cuadro viejo y pesado. Fue la noche del viernes pasado mientras la ciudad se hundía debajo de la tormenta. Esteban había terminado su día de trabajo en la sección verdulería del supermercado “La Reina” de San Martín y Ayolas y cerca de las 21.30 pedaleaba en su vieja bici hacia la casa de su hermana, en el barrio Godoy. Pero no pudo llegar, no lo dejaron. Cuando circulaba por 27 de Febrero e Iriondo un hombre robusto de unos 30 años lo interceptó y cuchillo en mano le pidió la bicicleta. Esteban se resistió como pudo porque un mes antes le habían robado la moto que tanto le costó comprar para ir a laburar. Entonces el ladrón le asestó dos puntazos certeros que tiraron a Esteban al piso. Los vecinos de la zona que escucharon sus pedidos de auxilio llamaron al Sies, pero cuando llegó la ambulancia el muchacho ya estaba muerto. Al lado de su cuerpo había quedado la vieja bicicleta que el homicida no se llevó.
Para los números fríos de la estadística fue el muerto 18 de 2023. Para la familia de Esteban fue el comienzo de un dolor impensado. Joel, hermano de la víctima, recibió este lunes a La Capital en su casa de la zona oeste. Allí recordó los momentos más amargos de su vida. “Nos avisaron el viernes a las 22.30, nos llamó la policía. Yo me fui en la moto y cuando llegué vi a toda la policía ahí, pero ya lo habían matado a mi hermano, estaba con la cara muy golpeada y la bici ahí, una bici rodado 26, muy pesada. No se la pudieron robar”.
Un mes atrás Esteban se había comprado una moto para ir a trabajar, sobre todo porque se mudaba a la casa de su hermana Berenice, en el barrio Godoy, para “darle una mano”, contó Joel. Es que Berenice tiene cuatro hijos y está sin trabajo, entonces Esteban decidió mudarse para acompañarla y ayudarla. En esa moto sufrió primero un intento de robo y en el segundo incidente se la robaron. El primer hecho ocurrió hace dos meses. Joel contó que su hermano “venía por 27 de Febrero y una moto se le puso a la par, él se detuvo en una estación de servicios y se refugió ahí. Zafó”.
La segunda vez fue más sencillo: “Se la robaron de la puerta de su casa de la zona sur, antes de que se mudara a lo de la hermana”. Luego vino el cambio de casa y con los pesos que obtuvo del seguro pensaba comprarse otra moto un poco mejor, para llevar al nene de paseo. Estaba contento igual con la bici, «estoy gordo, me va a venir bien pedalear», me decía”, contó Joel.
El hijo de Esteban se llama Joaquín y tiene 10 años. “Tenía adoración por su hijo. Eran una fiesta juntos. Le hacía chistes siempre, lo besaba mucho. Es más, cambió de trabajo cuando su hijo nació. Trabajó en distintas verdulerías y cuando nació Joaquín junto a Claribel, la mamá del nene, decidieron mudarse y Esteban empezó a mandar currículums a todos lados para lograr un sueldo mejor hasta que hace nueve años quedó en el súper. Eso le cambió la vida.”
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Estaban estaba separado de hecho pero quince días al mes Joaquín estaba con él, o bien cuando el niño lo decidía. “A veces lo llamaba y le decía «papá voy a tu casa» y se quedaba ahí. Iban a la plaza, al parque, al cine.. cuando le dijimos a Joaquín que mi hermano estaba con papá Dios en el cielo y que nos iba a esperar ahí cuando nosotros seamos viejitos se conformó un poco, pero dijo que mi hermano le había enseñado que había que trabajar y estudiar y ser buena persona. Joaquín quería ir al súper y a la iglesia cristiana a la que lo llevaba mi hermano. Hoy le dijo a Claribel que lo extrañaba mucho.”
“Se acercó a la iglesia porque se sentía muy solo, como vacío. Hace unos meses una prima nuestra, con la que éramos muy unidos, se suicidó en Europa y a él eso le hizo muy mal. No le veía mucho sentido a la vida y llegó a esa iglesia, estaba contento. No era de hablar mucho Esteban pero contaba chistes a cada rato y hacía burlas y te reías mucho con él”, contó su hermano. La familia Fernández estaba conformada por los padres y seis hermanos. “Ahora quedamos cuatro, uno murió hace un tiempo por una enfermedad.”
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Joel, el hermano de Esteban, y la bicicleta que no le pudieron robar.
El plan que Esteban tenía en la cabeza era trasladarse al Principado de Andorra un tiempo. “Tenemos familia ahí y él me decía que quería irse un tiempo, trabajar y después volver y comprar una casa o invertir. Arrancó con el trabajo a los 13 años, empezó en una panadería y llegó hasta tercer año de la secundaría. Ahora, con su muerte, Claribel medio que decidió irse con Joaquín y su otro hijo, de otro padre, para Andorra. Creo que de una manera u otra, más tarde o mas temprano todos nos vamos a ir. No se puede vivir así”.
Por esas cosas, por que el destino lo quiso, Esteban le dijo hace un par de semanas atrás a su hermano que si moría no quería que lo recordaran dentro de un cajón. “El hijo de Claribel se crío con mi hermano. Cundo lo velamos el chico recordó que Esteban le decía «Narigón» y se acercó al cajón, le tocó la nariz y salió de la sala. Ese será el recuerdo, los chistes”.
La fiscal Georgina Pairola, quien está a cargo del caso, le comunicó a la familia que revisarán todas las cámaras de seguridad de la zona y que por ahora saben que el “atacante es un hombre robusto y de entre 25 y 30 años”, según contó Joel.
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“El tema de los seguros es delicado. Claribel va a cobrar un seguro que estaba a su nombre y con esa plata tal vez se vaya del país con los chicos, pero un par de seguros que están a nombre de Joaquín nos dijeron que sólo los puede cobrar él cuando sea mayor de edad, vamos a averiguar bien”, dijo Joel. Y adelantó que “el viernes a las 9 vamos a ir los amigos y compañeros de Esteban al Centro de Justicia Penal para pedir por mayor seguridad, para que no haya más casos así en los que te roban y te matan. Nunca pensamos que nos iba a tocar a nosotros, pero nos tocó.”
El lunes los compañeros de Esteban se reunieron en la puerta del supermercado de San Martín y Ayolas y hablaron con los medios: “No podemos acostumbrarnos a esto, ni naturalizarlo, ni ser parte de una estadística. Mañana le puede tocar a cualquiera porque se mata a cada momento en cada lugar de la ciudad. Les pedimos a las autoridades que se muevan y hagan algo con respecto a las personas que ingresan muy temprano a trabajar o que llegan muy tarde a sus hogares. Tenemos miedo porque son horas peligrosas”.
Joel, por su parte, sólo pide “que la policía esté en la calle, que se haga algo. No podemos ni siquiera trabajar, y cuando salís no sabes si volvés a tu casa”.
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