Jorge Luis O. es un financista reconocido de la City rosarina. El martes 20 de julio de 2021 a las 10.30 de la mañana este hombre, que por aquellos días tenía 74 años, salió a caminar desde su departamento en la torre Aqualina por la ribera del Paraná hacia los Silos Davis. Cuando estaba en inmediaciones de la sede de la Prefectura Naval, dos hombres que circulaban en auto color gris lo interceptaron.
Con el ardid de entregarle un citatorio por una causa penal que tenía en trámite, lo encañonaron y el financista terminó dentro del auto, maniatado y encapuchado. Había sido víctima de un secuestro y estaba en manos de la banda de Claudio Coto, un hampón de 60 años con antecedentes por robo, uso de documentos falsos y secuestros.
El financista permaneció secuestrado en una casa de alquiler temporario en San Nicolás durante más de 12 horas. Lo liberaron tras el pago de 80 mil dólares y 1.200.000 pesos. Nunca denunció el hecho.
El del financista fue el primero de una serie de al menos tres secuestros que llevó adelante la banda que el juez de San Nicolás, Carlos Villafuerte Ruzo, procesó una semana atrás. Para la investigación de los fiscales federales Javier Arzubi Calvo, Matías Di Lello y Santiago Marquevich esta organización es liderada por Coto, un delincuente de 62 años residente en el barrio de Beccar, en el partido bonaerense de San Isidro, y la integran al menos otras seis personas. Dos de ellas están prófugas.
Los otros golpes que se le achacan a la banda ocurrieron el martes 24 de enero de 2023 en la ciudad de Ramallo, donde secuestraron a Alejo D., hijo de un empresario que viajaba en un helicóptero que protagonizó un accidente fatal en el río Paraná el 26 de noviembre. Por este hecho se pagaron 580 mil dólares.
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El otro golpe que se le imputa a la organización sucedió el 10 de octubre de este año, cuando secuestraron a la pareja y uno de los hijos, de 13 años, de un empresario del rubro farmacéutico también domiciliado en un edificio de Libertad al 300 de Rosario.
El secuestro del financista
El momento en el que el financista Jorge O. leyó la palabra “Juzgado” y luego detalles de un expediente penal en su contra fue cuando escuchó de la boca de uno de los dos hombres: “Seguí las instrucciones de mi compañero si no te quemo”.
Así terminó en el asiento trasero de un auto gris cuatro puertas algo desvencijado. Los captores le encintaron las piernas, le colocaron esposas en sus muñecas y una capucha en la cabeza. La orden fue: “La cabeza hacia abajo lo más cerca de las rodillas”.
Le sacaron el celular y se comunicaron con el empleado de una empresa que tiene la víctima. Le dijeron que lo tenían secuestrado. Le pidieron que bajara a la cochera del edificio donde funciona la empresa donde por la mañana había dejado su auto y que retirara una mochila que habían dejado en el lugar. Ahí había cuatro celulares analógicos.
También había una carta en la que lo ponían al tanto de que sabían todo sobre él, con precisiones en torno a su vida personal y su núcleo familiar. El rescate que pedían era de 1.500.000 de dólares.
Al financista lo bajaron en una casa de pasillo y lo dejaron en una habitación donde había una cama, en la que lo hicieron recostar, bajo la custodia de un tercer integrante de la banda que rotó con uno de los que lo secuestraron en el Parque de las Colectividades y Sunchales.
Doce horas cautivo
Durante las más de 12 horas que estuvo cautivo los secuestradores realizaron varios llamados. En uno de esos llamados el empleado de la empresa del financista les hizo saber que no tenía forma de conseguir el dinero que pedían. Entonces el secuestrador le dijo que le pidieran un préstamo a los amigos del secuestrado, en especial a uno que reside en la misma torre Aqualina.
Es más, pidieron que les pasaran el celular del hombre en cuestión, quien no puso reparos y también participó de las negociaciones.
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Así fue que alrededor de las 17.30 el empleado logró juntar 80 mil dólares y 1.200.000 de pesos. Por aquellos días el dólar blue cotizaba a 520 pesos para la compra y 525 pesos para la venta. Los captores se comunicaron y, sin que cortara la comunicación, le pidieron que llevara el dinero a las inmediaciones del “complejo Village” (Cinépolis, de Eva Perón al 5800), donde tras recoger otro celular y seguir varias instrucciones pagó el rescate en cercanías del supermercado Makro de la avenida Circunvalación.
Horas más tarde el financista, tras ser amenazado para que no hiciera la denuncia, fue liberado en inmediaciones de Empalme Villa Constitución. Los captores le sustrajeron un crucifijo con una cadena de oro, un reloj Guess y su celular Samsung Galaxy. El hombre de la City nunca denunció. Fue convocado a prestar declaración testimonial este año.
Hiperprofesionales
La banda trabajaba sobre personas que por alguna razón no querían tener a una fuerza de seguridad que pudiera ponerlos bajo la lupa, aunque fuera bajo el paraguas de víctimas.
Eran profesionales con métodos aceitados y muy buena inteligencia, no sólo sobre sus víctimas sino también sobre las personas con las que se contactaban para entablar las negociaciones para el pago del rescate. Con estos se comunicaban con un parque de celulares de tecnología “vieja” (analógicos), numerados en sus carcasas y cuyas pantallas estaban astilladas, rayadas o arrancadas para que no se pudiera visualizar el número del que se llamaba.
A las personas que negociaban el rescate les dejaban un bolso con entre cuatro y seis aparatos a los que llamaban de manera aleatoria.
Los aparatos tenían chips prepago a nombre de las víctimas, pegados con pegamento de contacto, y tenían sus enchufes multiusos rotos para evitar por un lado su recarga y por otro que se le pudiera conectar un dispositivo que permitiera tener acceso a información del teléfono. Cada vez que la banda cambiaba de jurisdicción cambiaban las patentes de los vehículos que utilizaban.
A las víctimas las retenían en un departamento de alquiler temporario en la localidad de San Nicolás que el mismo Coto contrataba con un DNI trucho a nombre de una persona real ajena a cualquier negocio ilícito. Coto era quien se encargaba de realizar el casting de víctimas y era uno de los que negocia con la “víctima pasiva”, la persona que negociaba a nombre del secuestrado. La banda se movía en las provincias de Buenos Aires, Entre Ríos y Santa Fe.