“La muerte de Carlos «Bocacha» Orellano no fue un accidente; tampoco murió por estar alcoholizado; no fue asesinado brutalmente a golpes para luego ser descartado su cuerpo en las aguas del río Paraná. No toda muerte significa la existencia de homicidio o accidente únicamente, en el medio se pueden dar variantes y situaciones que es la función de los magistrados dirimir mediante la realización de un juicio”. Así comienza una sintética explicación que el tribunal compuesto por los jueces José Luis Suárez, Mariano Aliau y Aldo Bilbao Benítez hizo pública por escrito luego de leer el veredicto unánime por el se condenó a tres de los acusados y el restante fue absuelto por el beneficio de la duda. La clave del fallo está en el cambio de calificación a los cuatro acusados por la muerte del joven de 23 años ahogado en el Paraná frente a un boliche de La Fluvial hace tres años. Es que el tribunal entendió que no estaban dados los parámetros para resolver sobre la acusación fiscal realizada por Patricio Saldutti de homicidio con dolo eventual —la persona se representa el posible resultado de muerte pero no le importa y sigue adelante con su accionar— y sí por homicidio preterintencional, en el que el agresor quiere causar un daño pero, por una circunstancia ajena a su voluntad, produce un daño mayor que es la muerte.
Luego de 28 jornadas de debate y más de 140 horas de juicio oral y público el policía Gabriel Julio Nicolossi fue condenado a 12 años de cárcel. Su esposa Karina Gómez, también policía, fue penada con 9 años de prisión que continuará purgando en su domicilio por tener que cuidar a dos hijos. Asimismo, el patovica Emiliano Oscar López fue sentenciado a 6 años. Todos fueron condenados por homicidio preterintencional y abandono de persona seguido de muerte, pero a los policías se les agregó el delito de falsedad ideológica de instrumento público agravada y una inhabilitación para ejercer cargos públicos durante 24 años.
Por su parte el también patovica Claudio Fabián Maidana fue absuelto por el beneficio de la duda. El fiscal de Homicidios Patricio Saldutti había pedido 17 a 19 años de prisión para los cuatro acusados por homicidio simple con dolo eventual. Y la querella representada por Salvador Vera había requerido penas de 23 años de cárcel para los dos policías y 20 para los empleados de seguridad privada.
Bronca
Sólo seis minutos empleó ayer al mediodía el juez Suárez para la lectura del veredicto. Y al conocerse la sentencia la sala de audiencias 7 del Centro de Justicia Penal (CJP) se transformó en lo más parecido a una cancha de fútbol donde abundaron gritos, insultos y demás agravios.
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Una vez finalizado el debate en el segundo piso del CJP los familiares de Bocacha estallaron de bronca y frustración ante la decisión del tribunal haciendo foco en la prisión domiciliaria de la policía Gómez. Los pasillos se transformaron en un imperio de gran confusión, ruido y griterío. La mamá de la víctima se descompensó y cayó al piso. Otros allegados pateaban los vidrios.
Edgardo Orellano, el padre de Bocacha, enfrentó a las prensa: “Si ustedes tienen familia o hijos, sepan que matar en Rosario es gratis”. En ese contexto varios periodistas le preguntaron si iban a apelar el fallo. “¿Y a ustedes que les parece?”, fue la respuesta antes de bajar por las escaleras al grito de “justicia por Bocacha”.
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Minutos después, ya en la plazoleta lindera al CJP donde se había montado un escenario, tomó un micrófono y ante unas 500 personas comenzó una arenga de 15 minutos al grito de “que se vayan todos los jueces”. Orellano los acusó de ser “gestores de la puerta giratoria” y definió al CJP como “un antro”. También cargó contra la policía y advirtió: “Esto recién empieza. Comienza una nueva lucha”. Y cerró con un “que se vayan todos los jueces”.
Visiones y versiones
Alrededor de la 1.10 del 24 de febrero de 2020 Bocacha entró al boliche Ming River House del complejo La Fluvial. A las 3.30 se registró un video de él bailando y quince minutos después un amigo lo vio en el VIP. A las 4 una empleada de seguridad lo sacó del boliche por la puerta trasera. A partir de esa hora comenzó a dirimirse que fue lo que pasó con Orellano que dos días después, el 26 de febrero, apareció muerto en el Paraná.
El juicio oral comenzó el pasado miércoles 12 de abril. Los acusadores fueron el fiscal Saldutti y el querellante Vera. Los policías fueron defendidos por los abogados Antonela Travesaro y Rodrigo Mazzuchini. Y los patovicas por Jorge Bedouret, Bárbara Reynoso y Pablo Bedouret.
Las escena final en la vida de Bocacha fue planteada por la fiscalía y la querellla como el ataque de los cuatro imputados, en forma conjunta, sobre Orellano. Para los acusadores el joven fue acorralado contra la baranda, forzado a saltar la valla de protección del muelle para finalmente caer en el río y morir ahogado.
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Otra visión presentó la defensa de los policías sobre la secuencia. Los abogados sostuvieron que luego de “algunos intercambios verbales” y “una interacción en la baranda” Orellano quedó en ese lugar y en un descuido aparente cayó al río, sin intervención de terceros en la caída.
La versión de los defensores de los patovicas fue que vieron a un joven, primero acostado detrás del vallado al río. Que se acercaron y entre López y Nicolossi lo pasaron al otro lado de la baranda hacia la pasarela. En eso Bocacha se habría despertado, comenzó un intercambio de insultos y el joven se había pasado otra vez del otro lado de la valla. Ante esta situación los patovicas se fueron ya que estaban actuando los policías. Y al rato escucharon gritar a la policía Gómez que alguien había caído al agua.
Violencia y desidia
“A través de testimoniales, filmaciones y prueba científica, este tribunal ha podido recrear y analizar acabadamente lo que sería el desenlace, es decir lo que ocurrió en el muelle 3 y proximidades, que es donde las teorías defensistas y acusadoras se encuentran en posiciones opuestas”, indicaron los jueces en sus conclusiones sobre la muerte de Orellano. “Sin dilucidar acabadamente el motivo”, expresaron los jueces, entre Bochacha y los tres condenados —López, Nicolossi y Gómez— comenzó “una espiral de violencia ascendente” contra Orellano. Una trifulca en la que hubo “gritos, golpes y tomas de neutralización contra Orellano” de la que Bocacha logró escapar.
Después de ello se generó una segunda secuencia “con tomas de neutralización sobre su cuerpo sin descartar golpes, finalizando en el último escape de Orellano y la toma de decisión propia (de Bocacha) de arrojarse a las aguas del río Paraná (“se zafó, cruzó la baranda y se tiró”), haciendo una valoración de preferencia por encima de la opción de quedarse en tierra afrontando al grupo agresor compuesto por, al menos, López, Nicolossi y Gómez”, explicó el tribunal.
Una vez en el agua, indicaron los jueces, “no muere inmediatamente” sino que existió una “chance de sobrevida no definida pero existente aún por los propios dichos de los encartados, Gómez más específicamente. Finalmente Carlos Orellano fallece por asfixia por sumersión. Se ahogó”.
Luego de la caída al agua de Bochacha los acusados actuaron “con desidia no sólo ante la urgencia para solicitar rescate a las autoridades correspondientes sino para luego afrontar sus consecuencias de forma directa tratando de ocultar lo sucedido”.
En el adelantos de los fundamentos que se conocerán en 20 días, luego de analizar la secuencia que terminó con Bocacha en el agua el tribunal se centró en la autopsia. Las pericias científicas “determinaron la existencia de seis infiltraciones hemáticas producidas en vida, de escasa maduración, ya que su evolución vital fue detenida por el fallecimiento de la víctima”. Es decir, “golpes que no han logrado madurar para su exteriorización dérmica porque para ello se necesita vida y la misma se truncó por el ahogamiento”. Se determinó científicamente que se trató de “golpes que no fueron letales ni produjeron escoriaciones en la dermis (piel)”.
Para el tribunal ese dato científico “es congruente” con las declaraciones de testigos que vieron “tomas de sujeción y forcejeos específicamente lo cual explicaría lo anterior, como golpes en la pierna de Orellano”. Los jueces remarcaron que Bocacha era de “contextura física pequeña y mucho más en comparación con López o Nicolossi. Y a ellos se le sumó como mínimo Gómez, es eso justamente lo que determina al joven a tirarse al río”.
En defintiva, según la visión del tribunal, Orellano “se ahogó” y los condenados “se fueron, lo dejaron a su suerte. No actuaron. Tardaron más de 30 minutos en comunicar la caída al agua de una persona al 911. No llamaron al 106. Ocultaron, pergeñaron y falsificaron ideológicamente documentos públicos” a partir de lo cual edificaron la teoría común de “aquí no ha pasado nada más que un accidente”.