Si la piñata que dispuso el gobierno para la provincia de Buenos Aires y otros distritos logra cambiar los resultados para su bien, habrá nacido un nuevo y definitivo eje de poder adentro del Frente de Todos: el del jefe de Gabinete, Juan Manzur, y los gobernadores. Si hay una nueva derrota, Cristina Kirchner emergerá nuevamente como la única capaz de centralizar el poder.
No es tan fácil analizar la actualidad del oficialismo. Se equivocan por furibundos anti kirchneristas los que dicen que los cambios en el gabinete fueron a gusto y piacere de la vicepresidenta. Cristina se pone pragmática todas las veces que sea necesario, pero Manzur tiene tanto de kirchnerista como Miles Davis de acordeonista.
No es poco lo que buscó Sopita Manzur, además de lograr que los funcionarios se levanten más temprano. Ha convocado a los gobernadores más de una vez, los ha hecho poner la cara al lado del ministro de Seguridad, Aníbal Fernández, algo que nadie quiere, y se puso al hombro la administración del país. Alberto Fernández parece esos familiares de los reyes que pasan los días dedicados al ocio o a llevar adelante tareas protocolares. Nunca visto en la democracia argentina.
Los resultados de las elecciones sorprendieron hasta a los ganadores. Lo dice el intelectual Alejandro Horowicz en una entrevista, ayer, con Perfil. María Eugenia Vidal traicionó a todos los bonaerenses que la votaron en 201 porque estaba convencida de una derrota. Y se hizo, de nuevo, “orgullosamente porteña”. La sociedad ha tomado como una costumbre tomarle el pelo a los encuestadores. No les atiende el teléfono o les contesta cualquier cosa.
La horizontalidad democrática que se vive en estos momentos a la hora de la comunicación también existe en la política. En Rosario les fue bien a todos los periodistas que se presentaron. Y, a nivel provincial, la más votada también fue una periodista. No es un buen síntoma, porque, evidentemente, la mayoría cree que los políticos representan una casta alejada de los intereses cotidianos. Este país sólo mejorará con más y mejor política.
La lección que le dieron al Frente de Todos hace que ahora en ese reservorio anden todos con pies de plomo. “O no saben un carajo o son tontos”, le dijo Manzur a un gobernador cuando habló del gabinete nacional. Cristina lo dice con su carita fruncida a la hora de tener que escuchar al presidente designado por ella, Un oxímoron.
Ahora bien, tampoco hay que cambiar el significado cuando se trata de analizar a la oposición, un ramillete de muchachos y muchachas sin la menor idea de cómo sacar el país adelante. A Rodríguez Larreta solo se le ocurre pagar un montón de dólares para sacarse una foto con Bill Clinton en un almuerzo camuflado. “Y, a veces Horacio se cree que va a ser presidente por dos encuestas de Poliarquía”, fue la explicación desapasionada que dio un funcionario porteño.
Juntos por el Cambio, si quiere ganar en 2023, deberá dejar de lado el mismo tic que tiene el Frente de Todos: su porteñismo acérrimo y anti federal. Por eso, en el radicalismo creen que ha regresado la hora del fulgor. La muy buena performance de Facundo Manes (casi un millón y medio de votos en el debut electoral) será un pasaporte hacia la candidatura presidencial, con eje en el interior del país. Una interna Larreta-Manes tendría mucho rating.
Pero no hay que merendar antes del almuerzo: ahora lo urgente es el 14 de noviembre. En Santa Fe, entre balaceras, huidas de presos y procedimientos de las fuerzas federales hay necesidades diferentes según cuál sea el frente. Si el Frente de Todos da vuelta la elección, el gobernador y candidato a senador suplente, Perotti, quedará posicionado para escalar los últimos dos años con una candidatura nacional, y Marcelo Lewandowski tendrá destino de postulante a gobernador o intendente de Rosario.
Si la derrota que sufrieron en las primarias por diez puntos ante Juntos por el Cambio se consolida será muy difícil para Perotti gobernar los dos últimos dos años, sobre todo con el peronismo roto. A propósito, no solo no hubo foto de la unidad en el Frente de Todos sino que ni el gobernador ni la vicegobernadora Rodenas se mostraron juntos.
“Lo que me hicieron es indignante. Si yo gano no le voy a complicar la gobernabilidad a Perotti, pero si pierdo me las van a pagar”, se le escuchó decir a Agustín Rossi antes de las elecciones. Por algo le dicen Chivo. Perotti necesita de todos, fundamentalmente del kirchnerismo, porque de nada valen a esta altura los mohínes hacia el campo: en los sectores más productivos fue donde la lista de Perotti perdió con más holgura. Incluso en su departamento, Castellanos, donde Juntos por el Cambio le sacó casi 30 puntos.
Lo que el gobierno santafesino debe hacer es mejorar y apostar a la seguridad. No mostrar cara de aceptación cuando Aníbal Fernández anuncia 575 gendarmes desde Teodelina hasta Gato Colorado. Eso es lo mismo que nada. Rosario se acerca a los 180 asesinatos, una cifra que provoca escalofríos. Y han aumentado todos los índices delictivos. Es ahí donde toda la clase política tiene que poner el ojo avizor.
Más allá o más acá de la piñata que el gobierno quiere romper para mejorar algo el bolsillo, en Santa Fe el rostro a mejorar es el de la inseguridad.