Su acción es múltiple: reduce el apetito, mejora el control de la alimentación, disminuye los antojos y cambia la preferencia hacia alimentos de menor densidad energética. En palabras sencillas, logra que las personas coman menos sin sentir tanta hambre.
La evidencia detrás del boom de la semaglutida
El programa internacional de estudios clínicos STEP (Semaglutide Treatment Effect in People with Obesity) evaluó a más de 4.500 personas con obesidad o sobrepeso y al menos una comorbilidad asociada. Los resultados fueron consistentes:
- Pérdida promedio del 17% del peso corporal, frente al 2,4% con placebo.
- 1 de cada 3 pacientes alcanzó una reducción igual o superior al 20% de su peso inicial.
- Reducción de 13,5 centímetros del perímetro de cintura, frente a 4,1 cm en el grupo placebo.
- Mejoras en lípidos, presión arterial y glucemia, además de una mayor calidad de vida física y mental.
El estudio STEP 3 mostró que incluso cuando el tratamiento se combina con terapia conductual intensiva —cambios en la dieta, apoyo psicológico y actividad física— los resultados son aún más pronunciados: una pérdida de peso del 17,6% frente al 5% con placebo.
Otro de los ensayos, el STEP 4, demostró un punto clave: la obesidad es una enfermedad crónica y, sin tratamiento continuo, el peso tiende a recuperarse. Quienes interrumpieron la medicación volvieron a subir alrededor del 7%, mientras que quienes continuaron con la dosis de mantenimiento siguieron bajando.
La llegada de Wegovy la Argentina
Esta semana, Wegovy llegó finalmente a la Argentina, dos años después de haber sido aprobada por la Anmat. Es la versión de alta dosis de semaglutida (2.4 mg) y está indicada para adultos con obesidad (IMC ≥ 30) o sobrepeso (IMC ≥ 27) con al menos una enfermedad relacionada con el peso —como hipertensión, colesterol elevado o diabetes tipo 2—.
También fue autorizada para adolescentes desde los 12 años con obesidad y un peso superior a 60 kilos.
Se administra una vez por semana por vía subcutánea, mediante una lapicera prellenada de dosis progresivas, que permite la adaptación gradual del organismo.
En el país, los precios informados en el manual farmacéutico Kairos, una plataforma web de consulta de precios del vademécum local, en octubre 2025, oscilan entre $296.000 y $696.000, según la presentación. Por su parte, Ozempic de 1 mg cuesta $355.571, tras una baja del 50% por la aparición de competidores locales.
El tratamiento requiere receta médica y seguimiento profesional, y puede extenderse por meses o años. Los efectos adversos más comunes son náuseas o molestias gastrointestinales leves, que afectan a cerca del 10% de los pacientes.
“Una bisagra, pero no reemplaza los hábitos”
La médica nutricionista Mónica Katz, expresidenta de la Sociedad Argentina de Nutrición, advierte que el entusiasmo que rodea a las semaglutidas debe ir acompañado de prudencia. “Este tipo de medicamentos representan una bisagra en el abordaje de la obesidad, pero no reemplazan los pilares clásicos del tratamiento”, explicó.
“Un plan integral siempre incluye educación alimentaria, movimiento, descanso adecuado y manejo del estrés. La medicación puede ayudar a sostener esos cambios, no a evitarlos.”
Katz aclara además que la semaglutida no “acelera el metabolismo” ni “derrite la grasa”, sino que actúa sobre el apetito y los mecanismos cerebrales que regulan la saciedad. “Es un stop al estómago y al cerebro”, sintetiza.
Además, los expertos confiaron que la droga está probándose en protocolos para combatir el Alzheimer y también para cesación tabáquica.
Beneficios más allá de la balanza
Para el cardiólogo Ernesto Duronto, de la Fundación Favaloro, los beneficios van más allá del descenso de peso. “El exceso de peso es un factor de riesgo para múltiples enfermedades crónicas. Reducirlo mejora la presión arterial, el perfil lipídico y la función hepática y renal. Por eso, el impacto es integral”, explicó.
El especialista indicó que 40 pacientes argentinos obesos mórbidos participaron del estudio multicéntrico “Efectos de Semaglutida sobre los Resultados Cardiovasculares en Personas con Sobrepeso u Obesidad” (Select). “En todos los casos hubo descenso del colesterol, triglicéridos e hipertensión. La mayoría de ellos eran también prediabéticos, pero la administración de semaglutida redujo en un 70% el riesgo de volverse diabéticos”, detalló.
Otras investigaciones mostraron una reducción del 20% de eventos cardiovasculares mayores (infarto, ACV), además del descenso del riesgo de enfermedad renal y hepática, porque la grasa, que es inflamatoria, se va a acumulando en distintos órganos. Duronto, por otra parte, lanzó una seductora hipótesis, al decir que el fármaco aumentará la expectativa de vida.
¿Y después qué?
¿Qué ocurre cuando el paciente logra bajar de peso y los análisis comienzan a mejorar? Lejos de ser el punto final, los especialistas coinciden en que ese momento marca una nueva etapa del tratamiento.
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Tanto Ernesto Duronto como Mónica Katz subrayan que la medicación no debe suspenderse de golpe, aunque puede ajustarse la dosis según cada caso. La semaglutida se presenta en escalas de 0,25 mg, 0,5 mg, 1 mg, 1,7 mg y 2,4 mg, lo que permite graduar el tratamiento a medida que se estabilizan los resultados.
Katz explicó que el uso más prolongado documentado es de tres años, y que quienes mantienen los cambios en su estilo de vida —alimentación, actividad física, descanso— no recuperan por completo el peso perdido.
"La droga de moda"
En el mundo, el fenómeno excede la medicina. El New York Times la definió como “la droga de moda”, y los analistas financieros hablan de un nuevo mercado multimillonario. Pero detrás de los titulares, los expertos ven algo más profundo: el fin del paradigma de la culpa. Por primera vez, la ciencia pone en el centro un concepto que cambia todo: la obesidad es una enfermedad crónica, no un fracaso personal.
El entusiasmo es enorme, pero también lo son las preguntas. El alto costo de la medicación plantea dudas sobre su accesibilidad en sistemas de salud con presupuestos limitados. Y su éxito comercial genera debate sobre medicalización del cuerpo y presión estética. ¿Serán parte del arsenal médico contra una de las principales causas de enfermedad y mortalidad del siglo XXI, o quedarán reservadas para quienes puedan pagarlas?