A ocho días de las elecciones legislativas, el esquema económico transita una fase de creciente fragilidad a la espera de definiciones que se hacen desear. La demanda indiscriminada de dólares en el Mercado Unico y Libre de Cambios (MULC) pone a prueba, una vez más, el esquema cambiario, mientras el Gobierno apura negociaciones para blindar reservas. Las declaraciones del ministro de Economía, Luis Caputo, a los empresarios en el coloquio de IDEA realizado en Mar del Plata y los avances en un auxilio financiero de hasta u$s40.000 millones desde Estados Unidos trazan un panorama de control de daños, pero con interrogantes sobre la sostenibilidad postelectoral.
El régimen de bandas cambiarias, con un techo próximo a los $1.500 por dólar, enfrenta un shock asimétrico de cobertura impulsado por la incertidumbre electoral. Las reservas netas del Banco Central han comenzado (nuevamente) a erosionarse, a pesar de la asistencia que viene del norte. Intervenciones directas del Tesoro de Estados Unidos (estimadas en más de u$s 500 millones la última semana) han retirado liquidez al absorber pesos, pero no logran revertir la tendencia. El tipo de cambio oficial, para muchos, alejado de su valor de equilibrio, genera expectativas de un reajuste inevitable, potencialmente del 20% al 30%, que podría reavivar presiones inflacionarias y desandar avances fiscales.
El presidente del BCRA, Santiago Bausili, reafirma que el esquema es “apropiado y en proceso de ensanchamiento gradual”, apostando a que la demanda ceda una vez superada la elección. Sin embargo, analistas del mercado advierten de una recalibración forzosa: si el oficialismo no logra al menos un 35% de los votos y avances en distritos clave como Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba, la dolarización masiva podría drenar las reservas restantes, forzando una flotación más libre o un salto abrupto. Este escenario no solo cuestionaría la disciplina fiscal lograda (con un superávit primario inédito), sino que, en opinión de la Casa Rosada, dilataría reformas pendientes, en un momento en que la inflación, aunque contenida en torno al 2% mensual, requiere de anclaje cambiario sólido.
Caputo y el empresariado: promesas de reformas sin devaluación
En un mensaje grabado a los empresarios en Mar del Plata, Luis Caputo delineó la hoja de ruta de la “segunda etapa” económica, dirigida explícitamente al sector privado. El ministro destacó logros como el equilibrio fiscal, la caída de la pobreza y la recuperación del salario real vía reducción impositiva.
“Hemos arreglado distorsiones sin romper contratos, sin congelar depósitos ni devaluar”, enfatizó, contrastando con ciclos pasados de inestabilidad. Las promesas centrales incluyen una reforma laboral para superar un régimen “arcaico y rígido” que, según sostuvo, frena el empleo desde 2011, “proponiendo mayor agilidad en contrataciones y despidos”.
Paralelamente, dijo que una reforma previsional y tributaria simplificaría el sistema, eliminando impuestos distorsivos y canalizando ahorros fiscales hacia la inversión privada. En los hechos, los hombres de negocios buscaban una definición. El funcionario descartó una devaluación como vía a la competitividad: “Es un pensamiento arcaico; la verdadera competitividad vendrá de desregulaciones, bajas de impuestos y financiamiento a largo plazo a tasas razonables”.
Auxilio externo: negociaciones con Wall Street
En paralelo, un paquete de financiamiento de hasta u$s40.000 millones toma forma en Washington, combinando un swap de monedas con la Reserva Federal por u$s20.000 millones y un préstamo sindicado de igual monto liderado por cuatro bancos estadounidenses de primer nivel: J.P. Morgan, Bank of America, Goldman Sachs y Citigroup.
Según trascendidos, estas conversaciones avanzan con el Departamento del Tesoro, bajo la conducción de Scott Bessent, y usarían activos argentinos como colateral para apuntalar el mercado de deuda. El auxilio se presenta como el mayor rescate externo desde el acuerdo con el FMI en 2018, destinado a fortalecer reservas y mitigar la tensión cambiaria. Intervenciones recientes (como compras de pesos por el Tesoro y un barrido de posiciones en divisas vía un banco privado) ayudaron al Gobierno a amortiguar la evolución del dólar mayorista pero, como se dijo, no sirvieron del todo para disipar las expectativas de ajuste postelectoral. Prevalece la voz del presidente Donald Trump, quien condicionó la generosidad prometida al triunfo de Javier Milei: “Si pierde, no seremos generosos con Argentina”.
Actualidad económica: recesión y desafíos sectoriales
En medio de la cuenta regresiva electoral, la actualidad económica (llamativamente ausente de la agenda del Gobierno) revela un panorama de desaceleración marcada, con la inflación minorista de septiembre cerrando en un 2,1% mensual (acumula 22% interanual), mientras que la mayorista se aceleró al 3,7%, impulsada por un salto del 9% en los precios de importados ante la suba del dólar. Este dato, aunque por debajo de expectativas, contrasta con la entrada oficial en recesión técnica confirmada por la caída sostenida de la actividad económica durante seis meses consecutivos, con un retroceso estimado del 0,8% en el tercer trimestre y contracciones en sectores clave, sobre todo aquellos atados al consumo interno.
El empleo formal ralentiza, con más de 250.000 puestos perdidos en los últimos meses y una tasa de desocupación estabilizada en el 7,6% durante el segundo trimestre, aunque la informalidad trepa al 43,2%, lo que agrava la vulnerabilidad social.
Las pymes, pilar del tejido productivo, sufren complicaciones evidentes (alrededor de 40 por día o más de 45.000 en lo que va del año según la Enac), mientras la industria, según la Unión Industrial Argentina, enfrenta tiempos a contramano, con parálisis por la apertura importadora, lo que ha provicado el cierre de algunas fábricas emblemáticas y una producción que perdió ritmo, pese a un tímido crecimiento interanual del 4,4%. En la construcción, el sector no sale del pozo: con un leve repunte del 0,4% en agosto, pero paralización de obras por incumplimientos estatales y una crisis aguda en regiones como el NEA, donde la actividad se desplomó, lo que anticipa un 2025 de mayor contracción si no median medidas de reactivación urgente.
Con solo ocho días por delante, el 26 de octubre se erige como un punto de inflexión no solo político, sino económico. Un desempeño sólido del oficialismo podría catalizar el auxilio externo, estabilizar las bandas cambiarias y allanar el camino para reformas que, en opinión del Gobierno, mitiguen la recesión actual, lo que ayudaría a preservar la frágil confianza del mercado. En contraste, un resultado adverso aceleraría presiones sobre reservas y empleo, potencialmente invocando intervenciones del Tesoro de EE.UU o ajustes abruptos que profundicen la contracción sectorial.
Tensiones políticas latentes, como las disputas internas en el frente libertario, añaden volatilidad, recordando que la cohesión electoral es tan crucial como la contención financiera. El acuerdo político con Mauricio Macri y, las negociaciones con el bloque de Provincias Unidas, son parte de los compromisos asumidos en Washington. En este tablero tenso, el pulso de la economía argentina aguardará el laudo de las urnas, definiendo si la transformación mileísta resiste o requiere un replanteo urgente.