Privarse. Negarse. Abstenerse. Acciones que muchas mujeres ponen en práctica a la hora de alimentarse con el objetivo de bajar de peso y de talle. Como si fuera poco el sacrificio, la carencia les ofrece su contracara porque “las deudas se pagan, y las de hambre se pagan con comida”, dice Mónica Katz, médica especializada en nutrición, quien afirma que a mediano y largo plazos quienes hacen dietas estrictas tienen más sobrepeso que las que no las hacen.
Autora de los libros Comer, No Dieta, Somos lo que comemos, ahora está presentando su último trabajo, Más que un cuerpo, en el que analiza y cuestiona la tiranía de la delgadez que impera en estos tiempos.
Katz cree que el ideal de un cuerpo magro domina a una buena parte de la población femenina en la Argentina, a esas mujeres que sin tener problemas de obesidad ni sobrepeso extremo se la pasan sufriendo por alcanzar físicos que se parecen bastante a las estructuras tubulares: sin curvas, sin texturas, sin formas.
En una charla con Más durante su reciente visita a Rosario, Katz habló sobre los ideales de belleza reinantes que dn nada se parecen a los de décadas atrás cuando Marilyn Monroe, Sophia Loren o —más cerca en el tiempo — modelos como Naomi Campbell, eran el arquetipo de las lindas, con buenas piernas y tremendas curvas. Denostó los programas alimentarios que prohíben y reprimen y aseguró que “hacer dieta es una guerra perdida en la primera batalla”.
—Mario Vargas Llosa contó hace poco en un texto dedicado a quien fuera su amiga y agente literaria Carmen Balcells que esa poderosa mujer del mundo de la literatura, venerada y respetada en todos lados, le había confesado: “Hubiera dado todo lo que he hecho y alcanzado por ser bonita, aunque fuera un solo día”. Balcells había peleado su vida entera contra el exceso de peso...
—Es tremendo el relato. Y muy ejemplificador de lo que pasa hoy. No sé cuáles serían los problemas que tenía esta señora, por lo que no se puede opinar livianamente, pero la frase resume el sentimiento de muchas mujeres a las que no les importa mucho todo lo que han conseguido en la vida, y que no registran que son buenas madres, buenas amigas, buenas profesionales, buenas minas, sino que miden sus éxitos por los kilos de más o de menos que tienen. Muy fuerte...
—Se refuerza la idea que ser flaca es sinónimo de ser feliz ...
—Lamentablemente. Y yo digo que las flacas y bellas no son necesariamente felices, o en todo caso son felices con ese aspecto de la identidad que no es el único.
— En tu libro hablás de la tiranía de la belleza. Definamos belleza ...
—No es que esté mal la búsqueda de la belleza, lo que me parece preocupante es hacia lo que hemos evolucionado. Antes, ser bonita era tener un buen cuerpo, armónico, con curvas, un buen cabello, una linda cara. Pero el concepto cultural de belleza cambió mucho en Occidente y algunos lugares de Oriente como China o Japón, y hemos construido, entre todos, una sociedad en la que el eje de la belleza es la delgadez. Avanzamos hacia algo mucho peor. En otras épocas las mujeres más deseadas tenían cuerpos saludables — y no sólo hablo de la Loren o Marilyn sino por ejemplo de Naomi Campbell, Kim Basinger o Claudia Schiffer. Eso se terminó, ahora las modelos no tienen ni lindas piernas, ni caderas marcadas, ni bonitos cabellos. Sus rostros parecen cansados, los pómulos marcados al extremo, los cuerpos lánguidos, en cualquier revista femenina ves eso.
— ¿Y esos modelos de mujer son admirados por mujeres, por hombres, o por ambos?
— ¡Por las mujeres! Mi libro Más que un cuerpo está básicamente dirigido a las mujeres, que son las víctimas de esa cultura de la delgadez. El hombre heterosexual sigue sintiéndose atraído por chicas o señoras con un índice de cintura-cadera de alrededor de 0,70. Dicho de manera simple: por aquellas en las que su cintura representa el 70% de su cadera sin importar tanto el peso o el tamaño (y no me estoy refiriendo a la obesidad) para resultar muy atractivas. Un antropólogo neozelandés, Barnaby Dixson, hizo una investigación interesantísima en la que les mostró a los varones actuales distintas fotos de mujeres para que señalaran cuáles les resultaban sexies, cuáles anclaban su deseo. La experiencia arrojó resultados contundentes: las elegidas eran las que respondían a esa relación entre cintura y cadera. Para poner ejemplos, Kim Kardashian, Scarlett Johansson, Beyoncé, Jennifer Lopez tienen esos atributos. Te propongo que mires revistas dedicadas a lo femenino, las modelos que pueblan esas páginas no tienen nada de esto. La flacura es una ambición femenina.
—De estos temas hablás en tu último libro...
— En Más que un cuerpo me dirijo básicamente a las mujeres aunque obviamente pueden leerlo los hombres. Es un libro para nosotras. Para mí funciona como complemento de los anteriores en los que no había profundizado sobre esto de lo que casi no se habla, de la tiranía de la belleza y la delgadez que hace tanto daño. He reflexionado mucho al respecto, y de hecho me puse a pensar hace años que yo misma como profesional fui parte de esa construcción. Yo hice pasar hambre a la gente y no quiero hacerlo nunca más. Hace 21 años, en el Durand (hospital de Buenos Aires) yo llegaba y veía las colas de pacientes esperándome, a mí y a otros profesionales. Los recibía en el consultorio y lo primero que hacía era pesarlos y si habían subido de peso los retaba. Si no habían logrado el objetivo ¡les hacía notar que no habían bajado nada!, y eso se lo hacíamos a un gordito, un diabético, un hipertenso. Hoy me pregunto, ¿cómo hice eso, como hicimos eso? De todos esos aprendizajes salió este último libro.
— ¿Y a quién le sirve el “dietismo”, el vivir cuidándose para no engordar o el sufrir por tener algunos kilos de más ?
— Hoy ya se habla de infelicidad corporal, que justamente está relacionada con lo que mencionás. Yo no creo en las teorías conspirativas, creo que esa construcción de la delgadez como modelo es multifactorial. Pero sin dudas uno de los promotores de eso es el mercado. Le sirve al mercado de la belleza que mueve muchísimo dinero. ¡Ojalá vendieran cremas y nada más! El problema es que venden dietas y cirugías para llegar a modelos inalcanzables, y perjudican la salud física y mental. ¡Y ojo que no estoy haciendo una apología de la obesidad! No digo para nada que hay que tener sobrepeso extremo o ser gordo. La obesidad es una enfermedad. Hablo de la tiranía que nos exige a todas por igual ir hacia parámetros imposibles.
Y además del mercado están los medios de comunicación. Uno y otro se retroalimentan. León Festinger (sociólogo estadounidense) es el primero que empieza a hablar de la teoría de la comparación social, de la construcción de identidad y de imagen corporal. Los humanos nos definimos e identificamos comparándonos con esos otros que conforman nuestro entorno y lo hacemos con dos estrategias: una superior y una inferior. En este tema lo superior sería la delgadez, la belleza, y lo inferior lo contrario. ¿Pero... qué hacen los medios? Utilizan siempre lo superior en la comparación ...
—Te suben la vara cada vez más
— Exacto. Entonces la mayoría de la gente queda por debajo de esa vara, de ese límite. Los medios viven del marketing del que a su vez se alimenta el mercado. Y el marketing vive de lo que vos no sos, de lo que no tenés, de lo que no podés. Si juntás todos esos elementos encontrás un mercado de la belleza que vende de todo a esa gente que cree que puede alcanzarlo; los medios de comunicación lo fomentan y hacen uso de esa estrategia superior. Te muestran —como decía Eliseo Verón— que la realidad es eso que ellos construyen. Y cuando bombardeás a la gente con una realidad única, en este caso la del ideal tiránico de la delgadez y la de la mujer tubular, todas queremos ir hacia ese único objetivo.
Los seres humanos tendemos a preferir los promedios, no está mal, pero el promedio de hoy no es amplio como el que teníamos en la época de Sophia Loren donde brillaba ella y también Twiggy, que era hiperflaca. Ese promedio te daba más real, había un rango en el que podías llegar a identificarte, pero ahora no hay puntos medios, ¡en la tele son todas muy flacas!. Yo me crié en los tiempos de Marilyn estrella, pero hoy Marilyn estaría a dieta y no bailaría por un sueño... Así se fue creando el escenario actual, que para mi es sumamente preocupante. Un fenómeno que genera malestar en la gente real porque, hagan lo que hagan, siguen quedándose afuera. El mercado de la belleza y los medios se aprovecha de eso y va a hacer lo que sea para sacar partido de la desesperación de las personas. Acá también entra el tema de las cirugías plásticas porque hay mujeres que recurren al quirófano en busca de belleza y lo que resulta es que luego de tantas operaciones siguen siendo no bellas...
— ¿Hay muchas argentinas desesperadas?
—Absolutamente. Según datos de la Academia de Trastornos Alimentarios, una institución mundial, el 80% de las mujeres en Occidente está disconforme con su cuerpo, con su peso. Si salís a la calle no ves un 80% de mujeres obesas, sin forma o feas. Lo que te muestra claramente que esa percepción está creada por la cultura, que genera ese malestar que le es funcional.
—Tu mensaje está claro, pero ¿es posible cambiar la cabeza de esas mujeres que viven amargadas porque tienen cinco o seis kilos de más?
—Es una cruzada, yo les pido a los medios que me den una mano. Es difícil. Ante todo hay que evitar que se siga maltratando a la gente con dietas locas que generan un rebote por un mecanismo adaptativo psiconeuroendócrino que se defiende del hambre.