Las imponentes palmas talipot que se encuentran en el parque de Flamengo, en Río de Janeiro, están floreciendo por primera y única vez en sus vidas, después de que fueron introducidas al país por el famoso arquitecto y paisajista brasileño Roberto Burle Marx en la década de 1960.
Hacia el final de su vida —que puede durar entre 40 y 80 años— la palma presenta una pluma central llena de millones de pequeñas flores de color blanco y crema que se elevan por encima de sus hojas en forma de abanico.
El raro fenómeno, que conecta el pasado con el presente, despertó la curiosidad de los transeúntes en el Aterro de Flamengo. Quienes pasean por este parque (que conecta la Zona Sur carioca con el centro) se detienen y levantan la mirada para admirarlas y tomar fotos.
Vinicius Vanni, un ingeniero civil de 42 años, esperaba recoger algunas semillas para poder plantarlas. “Probablemente no las veré florecer, pero estarán allí para las generaciones futuras”, expresó desde Flamengo, con una vista espectacular del Pan de Azúcar.
Originaria del sur de India y Sri Lanka, la palma talipot (también llamada palma de Ceilán, cuyo nombre científico es Corypha umbraculifera) puede alcanzar hasta 30 metros de altura y producir alrededor de 25 millones de flores gracias a la energía acumulada durante décadas. Una vez que las flores son polinizadas, producen frutos que pueden convertirse en plántulas.
Además del Aterro de Flamengo, también se pueden encontrar palmeras talipot en el Jardín Botánico de Río, donde también están floreciendo. Esto se debe a que fueron traídas desde el sur de Asia al mismo tiempo, tienen el mismo metabolismo y estuvieron expuestas al mismo ritmo brasileño de luz diurna, según Aline Saavedra, bióloga de la Universidad Estatal de Río de Janeiro.
Saavedra comentó que existen leyes ambientales que regulan estrictamente el transporte de especies nativas de otro continente, aunque las palmas talipot no son consideradas como especies invasivas debido a su lento desarrollo.
El interés que generó el fenómeno podría fomentar un sentido de pertenencia para que los seres humanos preserven el medio ambiente en lugar de destruirlo, subrayó Saavedra.
“Esta especie de palma nos ofrece una reflexión sobre la temporalidad, porque tiene más o menos la misma esperanza de vida que un ser humano”, señaló Saavedra, y consideró que Roberto Burle Marx "también quería transmitir una perspectiva poética.”