Mientras la tensión no cesa de aumentar entre Ucrania, Rusia y las potencias occidentales, las complejas razones del conflicto quedan en parte tapadas por la vorágine de información diaria que llega sobre el tema. Un repaso de las causas y razones históricas se hace necesario para tener una visión de conjunto del complejo conflicto ruso-ucraniano.
Ante todo, lo más cercano: la guerra civil de 2014 y la invasión de Crimea y su anexión a Rusia. Con la expulsión del presidente prorruso Viktor Yanukovich en febrero de 2014, luego de que anulara un acuerdo de cooperación con Europa, el presidente ruso Vladimir Putin reaccionó invadiendo y anexando la península de Crimea, una provincia ucraniana con mayoría de población de habla rusa. A la vez estalló una guerra civil en el oriente de Ucrania, en la región del Donbás, que tiene tanto población rusófona como de lengua ucraniana. La guerra duró de abril a septiembre de 2014 y fue muy cruenta, dado que se usaron masivamente armas pesadas en ambos bandos. La ONU estima que murieron al menos 14 mil ucranianos entre civiles y militares. Las dos provincias orientales de Donetsk y Lugansk quedaron en poder de los rebeldes apoyados y armados por Moscú. Ahora, ante la escalada, Putin podría proclamar la anexión del Donbás a la Federación Rusa. La comunidad internacional considera a Crimea una provincia ucraniana ilegalmente ocupada y por esto aplica sanciones a Moscú.
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Más atrás en el tiempo, hay razones históricas que Rusia invoca para "recuperar" Ucrania, independizada en 1991 cuando se disolvió la URSS, que era dominada por Rusia. En un discurso en 2005 en el Kremlin, Putin declaró que el colapso de la Unión Soviética fue la "mayor catástrofe geopolítica" del siglo XX. Para el jefe del Kremlin, entonces, la desaparición de la URSS fue aún peor que la Segunda Guerra Mundial. Aunque la URSS era una suma de 15 naciones, la de Ucrania fue sin duda la pérdida más dolorosa para Moscú. Ambos países comparten ahora una extensa frontera de más de 2000 km, pero sobre todo tienen lazos históricos y culturales que se remontan al origen mismo de las dos naciones. En tiempos de la zarina Catalina II, en el siglo XVIII, se hablaba de la "Gran Rusia" y de la "Pequeña Rusia", por Ucrania. Catalina anuló la independencia de un estado cosaco en Ucrania y avanzó con la "rusificación" del país, combatiendo su lengua. Esta política continuó hasta los tiempos de Stalin en el siglo XX. Al menos tres cuartas partes del pueblo ucraniano (42 millones) aspira a integrarse en las instituciones europeas y la Otán. En contraste, la clase dirigente rusa, más allá de Putin, no admite la independencia de Ucrania y su alejamiento del ámbito eslavo. Desde el Medievo, Rusia considera a Kiev como la cuna de la cultura rusa y de la religión ortodoxa. Figuras totalmente ajenas al nacionalismo militarista de Putin, como el ex presidente Gorbachov y el famoso escritor disidente Solzhenitsyn (fallecido en 2008) consideraban clave evitar el divorcio entre Rusia y Ucrania.
Ucrania se acercó a Occidente en los últimos años, a partir de la expulsión de Yanukovich en 2014 y de la guerra que siguió. El efecto directo de la ofensiva rusa en Crimea y Donbás fue redoblar el rechazo de los ucranianos a Rusia. Estados Unidos y sus aliados han aumentado la ayuda militar a Ucrania y también han dicho que Ucrania se unirá algún día a la Otán.
Las exigencias de Moscú
Las exigencias que presenta Rusia a Occidente son un punto clave del conflicto. Rusia exige a Washington y la Otán lo que llama "garantías de seguridad", que prevén, en primer lugar, un veto a la ampliación de la Alianza Atlántica hasta las fronteras rusas, algo tácitamente concedido por los principales integrantes de la Otán. Pero además Rusia exige el "cese de sus actividades" militares de la Otán en las antiguas repúblicas soviéticas que ya son miembros de la alianza, como Polonia y en las tres pequeñas repúblicas bálticas, asediadas por potentes fuerzas rusas estacionadas en sus cercanías. Moscú considera además que ni Georgia, a la que invadió parcialmente en 2008, ni tampoco Finlandia y Suecia deben afiliarse a la Otán. Rusia incluso ha amenazado abiertamente a estos dos países en caso de que decidan ingresar a la Alianza Atlántica. No son naciones ex soviéticas ni forman parte del "área de influencia" de Rusia.
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Misiles antiaéreos de largo alcance S-300 desplegados por Rusia en cercanías de la frontera con Ucrania.
Moscú exigió en las frustradas negociaciones de fines de 2021 con la Otán que esta ponga por escrito la "garantía" de que Ucrania y Georgia nunca ingresarán en la Alianza. Moscú exige asimismo la "retirada total" de fuerzas de la Otán de las tres pequeñas repúblicas bálticas, Lituania, Letonia y Estonia. Estas fuerzas son mínimas y "testimoniales". Un vistazo a un mapa muestra que la tres naciones, ex integrantes de la Unión Soviética, son indefendibles en caso de una ofensiva rusa. Muchos bálticos temen que al menos una de ellas sea la próxima en la lista de conquistas de Putin si prospera una anexión parcial de Ucrania.
Pero Rusia niega tener planes de invadir Ucrania, pese a un aumento sustancial de tropas en la frontera con el país vecino, registrado por satélites occidentales. Según Moscú, el desplazamiento de las unidades militares dentro de las fronteras rusas es su derecho soberano, que no incumbe a otros Estados. Pero la ubicación, desde hace al menos un mes y medio de más de 100 mil soldados fuertemente armados con tanques, artillería y apoyados por cazabombarderos, tanto al este de Ucrania como al sur, en Crimea, y ahora también al norte, en la vecina Bielorrusia, aliada de Moscú, no dejan muchas dudas sobre cuál podría ser el objeto de esa movilización militar.
Vladimir Putin dijo recientemente que Rusia no tiene planes agresivos, pero reaccionará con "dureza" en caso de "medidas inamistosas" de países occidentales, en referencia a la posible negativa de la Otán de renunciar a sus "actividades militares" en Europa del Este. La Otán explica que sus miembros tienen derecho a realizar ejercicios rutinarios. Este lunes la Otán decidió reforzar su flanco oriental, lo que fue de inmediato denunciado por Moscú como una demostración de la agresividad de la Alianza Altántica.
El argumento de Putin es que "ya no podemos retirarnos más. Están en nuestra puerta. No tenemos dónde retirarnos", advirtió el jefe del Kremlin. En medio de las tensiones con Ucrania y Occidente, Moscú desarrolla hasta el 20 de febrero maniobras conjuntas con su aliado bielorruso. Estados Unidos calificó de "preocupantes" estos ejercicios, en tanto que Rusia señaló que a su término las tropas volverán a sus bases permanentes.
Un punto de vista interesante es el del especialista en Rusia Frederick Kagan. Afirma que Putin no tiene intención real de invadir Ucrania, pero sí hacerle creer a Occidente que evitó que lanzara esa ofensiva sobre su vecina. Haciendo que una invasión parezca posible, Putin puede ganar otras concesiones, como tener una mano más libre en Europa del este.
El ucraniano Volodimir Zelenski, un comediante y director de cine, presidente desde 2019, es el más proeuropeo de los que ha tenido el país. Ucrania cuenta desde 2016 con un amplio acuerdo de libre comercio con la Unión Europea. Dos años antes selló pactos con la Otán para modernizar su ejército. En contacto estrecho con la Otán, aunque esta no le conceda la membresía, Ucrania posee el tercer ejército más grande de Europa, después de Rusia y Francia, con 255.000 uniformados.
Las tensiones en torno a Ucrania desataron un "tsunami" de informaciones en los medios de comunicación. El presidente ucraniano Zelenski, llamó a los ucranianos a no dejarse llevar por el pánico y pidió a los medios evitar el "alarmismo". "Decir cada día que mañana puede comenzar una guerra, seguramente, no ayudará a detenerla", dijo el líder ucraniano. Moscú califica la multiplicación de las noticias sobre la posible invasión rusa a Ucrania de "histeria".