El trámite judicial por los más de 50 allanamientos realizados en barrio Ludueña hace una semana contra personas ligadas a una banda dedicada al narcomenudeo, extorsiones y otros delitos finalizó la tarde del miércoles con la decisión de la jueza Silvia Castelli de dictar la prisión preventiva a 23 acusados, en tanto que otros tres quedaron en libertad con restricciones. El origen de una organización que se gestó en prisión para controlar el negocio narco en esa zona, y la rivalidad por el control de ese negocio que se disputan allí dos grandes marcas criminales de la ciudad, fueron los ejes que se debatieron en la extensa audiencia. Dos aspectos que, acaso, expliquen el trasfondo de la violencia que castiga al barrio, con 23 asesinatos en lo que va del año.
Socca planteó que esta banda era una célula de la banda de Los Monos enfrentada en las calles de barrio Ludueña con Francisco “Fran” Riquelme, quien a su vez respondería a la organización de Esteban Alvarado, condenado este año a prisión perpetua por dirigir una banda narcocriminal consolidada en más de diez años.
Con jefes superiores
De ese análisis recuperó conceptos la jueza al fundamentar su decisión. Cada célula, dijo, “responde a jefes superiores del hampa en Rosario, como son los Cantero y Alvarado. La pelea es por quién copa el territorio”. Planteó además que la investigación cobró peso al conectar causas dispersas, una metodología que no hubiera sido aplicable en el viejo sistema penal donde se investigaban hechos aislados.
Socca, por su parte, destacó el trabajo conjunto de las fuerzas policiales. “Resalto el operativo, que fue coordinado, sin filtración de información y exitoso en su resultado, con detenciones, secuestro de armas y estupefacientes. Se trabajó en conjunto con el (Poder) Ejecutivo, la Unidad Regional II y la Agencia de Investigación Criminal (AIC), que cercaron Ludueña para que al momento de los allanamientos no entrara ni saliera nadie”, valoró.
“Si el fiscal no se ponía a relacionar hechos ubicando una zona de acción no se hubiera llegado a esta investigación”, dijo la jueza en sus consideraciones finales. Destacó que el objetivo central de la organización es la venta de drogas, tal como se desprende no sólo de los cuadernos con anotaciones secuestrados en un par de domicilios sino de los diálogos, escuchas y fotos recuperadas de varios teléfonos celulares incautados. También hizo referencia a la facilidad de los presos para dirigir el negocio desde la cárcel de Piñero mediante el cambio constante de líneas telefónicas.
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Sobre esta base, Castelli no sólo dio curso a todas las imputaciones solicitadas por el fiscal sino que dictó la prisión preventiva para la mayoría. Quince personas quedaron imputadas por conformar una asociación ilícita y otras catorce por cometer delitos ligados a la banda, como tenencia de armas, encubrimientos, usurpaciones o solamente por prestar sus teléfonos para cometer aprietes extorsivos.
Acusaciones y prisión
Entre los 26 acusados que participaron de la audiencia tres ya habían sido detenidos en operativos anteriores y el fiscal readecuó las imputaciones o les añadió delitos. Es el caso del propio Gerez, a quien situó como organizador de la banda y “jefe de sicarios” que reclutaba soldaditos.
Once acusados quedaron en prisión preventiva por el plazo legal de dos años. Es el caso de quienes ya estaban presos: Gerez, Benítez, Nicolás B. y Bruno E., quien estaba detenido desde antes por otra causa. Los otros acusados con prisión por el plazo de ley son el supuesto organizador Jonatan Almada, Oscar D., Yuliana D., Gonzalo E., Alejandro G., Nadia L. y Eric S.
Por el plazo de 90 días, en tanto, quedaron tras las rejas Brenda A., Luis Alberto A., Karina A., Sol A., Magalí C. y Federico F. Un plazo más acotado, de 60 días, se dispuso para Marcelo A. y Pablo M.
Cuatro personas, por su parte, quedaron en prisión domiciliaria bajo control de tobillera electrónica. En el caso de Brisa A., Jorge A. y Nicole A., por un plazo de 90 días; mientras que para Mariana V. la medida regirá por 60 días. En todos los casos los imputados tienen la prohibición de contacto con las víctimas y con otros acusados en la causa. Finalmente otras tres personas quedaron en libertad con restricciones: Iván V., Sabrina D. y Caleb Hassan A.
Todas estas personas se sumaron a otras nueve que ya habían sido detenidas en un operativo llevado adelante en mayo pasado. Al grupo delictivo, cuya vigencia se detectó a partir de julio de 2021 se le atribuyen homicidios, balaceras, casi 40 extorsiones a vecinos y comerciantes de los barrios Ludueña y Empalme Graneros, comercio de drogas, uso y acopio de armas. Algo que comenzó con aprietes a sus propios vecinos. algunos de los cuales vieron crecer desde pequeños a los implicados.
Por pedir delivery
Según expuso el fiscal en los dos días de audiencia, los organizadores Gerez y Jonatan Almada cayeron por un mismo descuido: sus novias pidieron comida por delivery a través de sus celulares y así brindaron sus direcciones. La primera llamó a una pizzería y la segunda pidió hamburguesas a domicilio. Como ambas tenían sus teléfonos intervenidos los investigadores obtuvieron los lugares donde fueron apresados los buscados.
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Por encima de ellos, dijo Socca, como una suerte de fundador o articulador de la banda aparece Matías César, un joven condenado el año pasado a 20 años de prisión por las balaceras a edificios judiciales concretadas en 2018 por la banda de Los Monos. Aunque aún no fue imputado como cabecilla del grupo, se detectó que organizó desde prisión a esta banda que responde a Los Monos en el barrio Ludueña.
Para el fiscal, esta dinámica da cuenta de cómo los grupos criminales de peso parten de generar alianzas en la cárcel para controlar un barrio. “A Matías César le encargaron copar Ludueña para vender droga”, indicó. Se contactó entonces con Andy Benítez, un condenado por intento de robo y portación de armas que vivió en el mismo complejo de viviendas que Jonatan Almada. Y así, para la Fiscalía, comenzó a vertebrarse la banda, con una pata en prisión y otra en la calle.
Telón de fondo
Otra muestra de esa guerra entre clanes que tienen detrás de ellos a contendientes de mayor porte, según dijo Socca, se detectó en un allanamiento del 14 de agosto pasado a un aguantadero de autos robados Mateo Booz al 900, en el barrio Tango del oeste de la ciudad. Es un lugar al que iba con frecuencia un adolescente detenido en una de las más de 14 causas que se aglutinaron en esta investigación.
Si bien no se encontraron personas en el allanamiento a esa propiedad, sí se encontraron cinco vehículos con pedidos de captura, cartuchos de balas y unas pintadas sugestivas en la pared. Una decía: “Esto es para los Funes de parte de la mafilia (sic)”, en alusión al clan Funes de barrio Tablada. Otro mensaje nombraba a Alvarado: “René y los Funes dejen de matar mujeres si activan porque lo apadrina el Alvarado”.
Otro dato llamativo se detectó en una conversación donde consta cómo la ambición de la banda era centralizar el control del barrio. La charla se recuperó de un celular secuestrado a un hombre que está prófugo y con pedido de captura, Omar R., cuñado de Jonatan Almada. Es del 7 de junio del año pasado. Ese día, un preso del pabellón 6 de Piñero llamó a Omar R. para pedirle trabajo en la venta de drogas. Y el hombre le respondió con una suerte de explicación sobre cómo funciona el comercio de estupefacientes en el barrio.
“Sí, perro, estamos laburando, ¿viste? Está mi cuñado y empezó a aparecer otra gente acá en el barrio que no se maneja de la misma manera que nosotros. Nosotros laburábamos más liberal antes. Ahora no. Estamos con otra gente. Laburamos bien porque estamos con otra gente que nos da la cabida”, dijo, lo que se interpreta como el aval de una organización más grande, que serían Los Monos, para trabajar en la zona.
Sin negarse a sumarlo a sus filas siempre que el interesado le resultara “de confianza”, Omar R. añade: “Porque acá andan todos laburando para el mismo. Está Mauro, están todos. Todo Ludueña está laburando para el mismo y nosotros queremos agarrar todo Ludueña, ¿entendés? Sin que nadie moleste a nadie”. Luego habilita al interlocutor a sumarse al negocio: “Vos mandame uno a hablar y hablamos tranquilos. Se puede arrancar. Mi cuñado confía en vos pero el que pone la cara con la mercadería soy yo”.